NO le llamaron jamás para el papel de galán. No hubiese tenido sentido porque Álex Angulo era feo. O, como se decía en otros tiempos, incómodo de ver. Y, sin embargo, la tribu de amantes del cine que lloró su repentina muerte en aquel trágico accidente de tráfico en Fuentemayor (La Rioja) no se cansaban de verlo jamás. Llamó la atención desde sus primeras apariciones en la gran pantalla, especialmente como el hermano siamés “de nacimiento” de la enloquecida Acción mutante de Álex de la Iglesia, y cuando su pequeña figura se fue haciendo habitual en las películas siempre provocaba regocijo en los espectadores. Incluso como el pérfido cura satánico, el padre Ángel, de El día de la bestia. Volvamos a los orígenes.

A los dieciocho años decidió perseguir el sueño de ser actor y se presentó al casting del grupo teatral independiente Karraka, que dirigía un grande de la escena, Ramón Barea (con el que trabajó en varios proyectos posteriores durante su carrera). Tras ser aceptado en esta compañía, Angulo vio cómo la siguiente década de su vida transcurrió sobre los escenarios teatrales.

En 1981 el actor recibió su primera oportunidad cinematográfica de la mano de Imanol Uribe, en La fuga de Segovia, donde Angulo daba vida a Anot. Tras este papel, Álex Angulo comenzó a trabajar, sin olvidar las tablas, en diversos programas de ETB como el magacín Con los pies en el agua, la comedia Bertan Zoro o el programa de Antxon Urrosolo Detrás del Sirimiri. Era un todo terreno aunque no, seguían sin darle un rol de galán.

Enrique Urbizu volvió a acordarse de él a la hora de conformar el reparto de su nueva película, Todo por la pasta (1990), donde coincidió con la dirección artística de un joven vasco llamado Álex de la Iglesia, quien pronto convenció a Angulo, para que protagonizara su primer cortometraje, Mirindas asesinas (1991). En esa época también trabajó como actor de doblaje. Angulo y De la Iglesia volvieron trabajar juntos posteriormente en varias ocasiones, destacando películas como Acción mutante (1993), El día de la bestia (1995) y Muertos de risa (1999). En ellas consiguió sus perseverantes nominaciones a los premios Goya.

A finales de los años noventa empezó a interpretar el personaje de Blas Castellote en la serie Periodistas, lo que le dio nombre y renombre en televisión. Era un hombre curtido, un gran actor. ¡Qué bien actúan los feos, coño!