mÁS de un millar de invitados acudieron ayer al acto en el que se presentó la colección otoño-invierno 2019-20 que arrancó con un minuto de silencio. Los asistentes se encontraron con la calma de un pueblecito alpino cubierto de nieve como el mejor ambiente para homenajear la obra de Lagerfeld al completo como ilustrador, fotógrafo y artífice del imaginario de la marca. Montañas, árboles sin hojas, farolas, una plaza rodeada de casitas... no faltaba ni un detalle, ni siquiera aquellos esquís de Chanel que revolucionaron la industria en 2006. Chanel recibió a los asistentes con un pequeño cartel de recuerdo, un dibujo de Lagerfeld a carboncillo en el que aparecía hablando con Coco Chanel, fundadora de la casa, bajo el título El ritmo continúa, con lo que mostró su voluntad de que la transición sea lo más imperceptible posible.

Para disgusto de algunos, especialmente de quienes le conocieron, el desfile pareció regirse más bien por otro lema: El espectáculo debe continuar, ya que muchos no dudaron en seguir grabando durante el minuto de silencio y fotografiarse en la pasarela, como si estar allí fuera un logro. Amigos del diseñador, como Inès de la Fressange, que fue su musa durante una década a partir de la entrada del alemán en Chanel en 1983, no se vio capaz de ir. Sí asistió Naomi Campbell, que tuvo una entrada magistral en mitad del escenario blanco, una vez que todos los invitados estaban sentados. Apareció con un traje en tweed dorado y negro de la línea Métiers d’Art de la firma.

reunión de amigas En la que fue la última colección diseñada por Lagerfeld, también estuvieron amigas cercanas como las actrices Kristen Stewart y Marion Cotillard, la modelo Claudia Schiffer o la cantante Janelle Monáe. “Hoy estamos ante la más absurda reanimación de marcas pero en aquel momento eso no se hacía, se necesitaban nombres nuevos, había un mundo nuevo por construir”, narró Lagerfeld en una grabación que rememoraba su primera negativa a dirigir la firma. “Cuando me lo propusieron por segunda vez acepté porque todo el mundo me decía no lo hagas, no va a funcionar, pero fue la primera vez en la que una marca volvió a estar de moda”, contó. Tras ello, Delevingne, durante años protegida del káiser y ahora retirada de las pasarelas, abrió el desfile con un abrigo extralargo en pata de gallo, sobre un conjunto blanco y negro en tweed estampado a cuadros de pantalón de pata ancha y camisa con escote en uve. Un sombrero de ala ancha tipo fedora completaba el estilismo.

Este look, inspirado de los gánsters americanos de los años treinta, se repitió en los primeros pasajes, coloreados en tonos marrones y negros. Después, el blanco y el negro inundaron el escenario, con jerséis de punto con estampados fair isle en pedrería, abrigos jaspeados y faldas de lana en jacquard, a juego con la decoración alpina. Lagerfeld también ideó para esta colección faldas y chaquetas tipo bomber en monocolor, en naranja o turquesa, pantalones de piel e impermeables en rosa fucsia o deportivas sudaderas con bolsillo central pero realizadas en tweed, el tejido más famoso de la casa. Cerraron la pasarela varias faldas cortas con plumas y pedrería, una de las cuales vistió la actriz Penélope Cruz, que el año pasado se convirtió en la primera embajadora española de la firma. La intérprete desfiló con una flor blanca en la mano y se mostró un tanto tímida pero sonriente, como lo hicieron también muchas modelos durante el carrusel final, al ritmo del clásico Héroes, de David Bowie.

“el ritmo continúa” La música indicaba que Chanel quería despedirse festejando la memoria de Lagerfeld, pero muchos invitados e incluso modelos, como Mariacarla Boscono, no pudieron contener las lágrimas durante la ovación final. Especialmente dura fue la salida de su sucesora y durante años mano derecha, Virginie Viard, que salió a saludar cabizbaja y se retiró inmediatamente. Ahora, empieza una nueva etapa, de momento con ella al frente, y la maison ha dado la orden: “El ritmo continúa”.