asta con escucharle un ideal para darse cuenta que aparece en escena un hombre extraordinario. La historia se remonta a 1927, cuando por consejo de su tío el doctor Jesús Arrese, marcha a estudiar Medicina a París, con la idea de hacer más tarde Psiquiatría para, como decía él, "conocer la anatomía y fisiología del pecado, en búsqueda de un filtro de la felicidad...". ¿No les decía? Julián de Ajuriaguerra fue un hombre de otra pasta, uno de esos que militan en la tribu de los elegidos.

Recorramos su vida, al menos en retazos. Nació en el seno de una familia originaria de Otxandio, siendo el cuarto de los cinco hijos de la familia, en 1912. Cuatro años después la familia se trasladó a vivir a la Villa Montiano, en Deusto, donde su padre era el encargado, como constructor, de las obras de la Universidad Comercial. Cursó los primeros estudios en los Hermanos de la Doctrina Cristiana, en Deusto, y el bachiller en los Hermanos Maristas, en la Plaza Nueva.

Ya en París, donde empiezan las mayúsculas de su aventura, se instala en Le Foyer pour Etudiants Catholiques, donde convive con gente del mundo del arte como Nicanor Zabaleta, Joaquín Rodrigo, Aita Donostia, Enrique Jordá Gallastegui o José María Ucelay entre otros. Tras realizar el PCN en la Facultad de Ciencias, el curso siguiente ingresa en la Facultad de Medicina, en 1930 es externo de los Hopitaux de París y en 1933, con 22 años, pasará a ejercer de interno en los Asilos Psiquiátricos del Sena.

Comenzó los estudios de Medicina en España en las facultades de Valladolid y Salamanca, aunque nunca los concluyó debido al comienzo de la Guerra Civil que se cruza en su camino, como en el de tantos. El 18 de julio estalla la Guerra Civil y Julián no pudo acudir a examinarse a Salamanca. Sí fue, en agosto de 1936, a Barcelona, involucrándose en la lucha acompañado de su novia, France Alberti. Participa con la columna del capitán Bayo en el desembarco de Mallorca, haciendo luego la guerra en Aragón, como médico militar. En 1938 es requerido desde París para recibir el Premio Déjèrine por su trabajo Les Polynèvrites expérimentales, reincorporándose a su trabajo parisien.

De vuelta a París, durante años fue asistente de su maestro Jean Lhermitte en el Laboratorio de Anatomía del Sistema Nervioso en la Facultad de Medicina de París. Durante la ocupación de la capital francesa colabora con la Resistencia, utilizando, con alto riesgo de su vida, los sótanos del Hospital de Ste. Anne, que comunicaban con las catacumbas de la capital, para cuestiones de apoyo logístico a la misma. Al final de la guerra fue felicitado por sus servicios por el Coronel Brechart, Jefe de las fuerzas francesas del interior del XIV Distrito.

Al terminar la contienda organizó, junto con otros psiquiatras jóvenes, el grupo al que bautiza con el nombre de Batia, que impulsó un modelo asistencial extra-hospitalario novedoso que contemplaba la apertura de los psiquiátricos y el apoyo con dispositivos en el exterior.

A partir de ahí desarrolló una carrera profesional mayúscula, En 1974, al jubilarse de la Cátedra de Ginebra, el Consejo de la Ciudad le concede el Premio de la ciudad. Un año después, tras la muerte de Franco, Ajuriaguerra tuvo ocasión de participar, como profesor y organizador, en diferentes áreas de la Psiquiatría del País Vasco. En 1982 es propuesto como Profesor Extraordinario de la UPV/EHU, impartiendo docencia en el departamento de Psiquiatría. Anteriormente, se puso en marcha un plan de asistencia psiquiátrica para Euskadi cuya dirección llevaría Ajuriaguerra, rebasando la anticuada red de manicomios dependientes, hasta entonces, de las Diputaciones. En la mansión, villa Hegoa, en Milafranga (Lapurdi), donde vivió sus últimos años.