- Salvador Illa (La Roca del Valles, 1966) nos atiende tras su sesión de tres horas de yoga matutino. “Algo tengo que hacer para calmar los nervios, tú. Llevo un añito de sofocón tras sofocón. Primero me nombran ministro en un gobierno de coalición que nos obliga a sentarnos a la mesa del consejo con espinilleras, de las patadas que dan por debajo los de Podemos mientras habla Sánchez; luego, la pandemia, todos los días algún marrón, si no se trata de Ayuso es García Page, un no parar; y últimamente esto de candidato a President de la Generalitat. No sé qué será lo siguiente. A mí me ha mirado un tuerto”, lamenta. Mientras, escuchamos el tintineo de una cucharilla en un katxi de infusión relajante.

Illa es un político de sólida formación. Licenciado en filosofía, cuenta con posgrados de perfil económico y una larga trayectoria como concejal, alcalde y gestor público. Su anterior reto fue la cartera de sanidad en el gabinete Sánchez. “Lo de la filosofía siempre me ha venido bien. Ahora, por ejemplo, estoy leyendo las obras completas de Confucio. Y también las de Quino, por si tengo que tirar de frases de Mafalda. Todo me hará falta”, confiesa mientras sorbe un par de litros de tila.

Le agradecemos muy especialmente que nos atienda con lo ajetreado de su agenda. Y más en estas fechas.

—Ha sido sin querer. He cogido el teléfono con la esperanza de que fuera Pedro Sánchez quien llamara y me dijera que era todo una inocentada. Pero ya que estamos.

Se le aprecia a usted preocupado por su nueva condición de candidato del PSC a presidir la Generalitat.

—A ver, en estos casos siempre se dice que el nombramiento es un honor, una responsabilidad, un desafío. Que estás preparado para darlo todo y tal. Yo a Sánchez le respondí con un ‘no fotis, Pere, no fotis’. Mira, sólo hay una cosa en Catalunya ahora mismo que resulte más complicada que la posición de candidato a President… y es la de entrenador del Barça. Tu ofrécele a cualquier técnico del mundo el banquillo culé en este momento y te ha de contestar que ‘no fotis’. Pues en política, igual.

Lo ve usted complicado.

—La política catalana es ahora mismo un laberinto. Una jaula de grillos. Mucha tensión acumulada, tú. Se vive cada día como si por la tarde se jugara la final de Copa y fuera un Espanyol - Barça. Venga lío. Pues zasca, me acaban de plantar en el medio, como si fuera el árbitro. Qué digo árbitro, juez de línea, que te alcanzan los burruños del papel de envolver bocatas.

Pero estará usted acostumbrado, le ha tocado la pandemia.

— Pues si. Una tragedia, un trabajo sin descanso, a vueltas todo el día. Pero hazme caso, lo voy a echar de menos. Para mediados de enero estaré pensando que menudo sosiego el del ministerio de Sanidad en 2020. Estoy seguro. Y el Gobierno de Coalición, una balsa de aceite. Pablo Iglesias, un monaguillo. ¿Quién me mandaría a mi meterme en el PSC? ¿Quién? Si ya lo decía mi madre, dedícate a algo tranquilo: la pirotecnia, por ejemplo.

¿Qué le argumentó Sánchez para justificar su designación?

—Que tengo madera, que soy un valor sólido del partido… y que me parezco a Puigdemont, pero en bien peinado. Pere piensa que habrá gente que se equivoque al ver la cartelería electoral y que votará al Puigdemont con seny, el que se ha cortado la melena esa de extra de peli de los Beatles. Ya ves el tema.

En ocasiones las cosas son así de sencillas. Por cierto ¿va formando usted equipos?

— Andamos en ello. Aunque me he dado en cuenta que últimamente tanto en el Ministerio como en la sede del PSOE la gente me huye en los pasillos. He visto a alguno que hace como que tose, otros que se quitan la mascarilla. Me cuesta reunirme con las personas. Eso sí, tengo claro que Fernando Simón será mi portavoz del Govern. Es un crack.

¿Es catalán el doctor Simón?

—Es maño, del reino de Aragón. Hemos mantenido seculares vínculos históricos. Fernando está aprendiendo catalán a toda prisa. Pero eso no es lo importante, lo fundamental es que, hable en el idioma que hable, cada uno puede interpretar lo que más le convenga. Ese es el gran secreto de Simón. Muy importante para un portavoz. También tengo eslogan: Illa, Illa, Illa, Salvador maravilla. Si funcionó con Juanito, funcionará conmigo.

Perdone, tengo dificultad para escucharle. Se oye de fondo una música a todo volumen. Es… ¡Es el ‘Dont stop me now’ de Queen!

—Ya te decía que me hará falta paciencia. Lo de la música es cosa de Miquel Iceta. Me pone la cancioncita a toda castaña al lado de mi casa dos o tres veces al día. Es la guerra psicológica. Le ha sentado mal que le aparten. Como siga así, lo mando de concejal de playas a Lleida, lo juro.