E editó en Bilbao la partitura del zortziko El roble y el ombú con una portada del pintor José Arrue que representa a un gaucho tocando una guitarra y con una txapela. La composición pertenecía a Félix Garci-Arcelus, alias Klin Klon, a quien también se atribuye la organización del mercado de Santo Tomás en la forma y manera que hoy se conoce. Cuenta la leyenda que pese al texto escrito por Klin Klon para su presentación -“El Roble es el árbol simbólico de las libertades vascas como el ombú lo es de las libertades argentinas”- era puro reclamo a la libertad, el zortziko estaba dedicado a Andere Jaureguizar, una mujer que reinaba en las tierras de la Alcazaba, un restaurante de postín en aquella época.

A la edad de 16 años, Andere Jaureguizar se presentó al Concurso de Cocineras-Viaje Gastronómico, que organizó la Asociación de Artistas Vascos. Según el decir de quienes parecían saberlo, el certamen fue en lo remoto una idea de Adolfo Guiard que los hermanos Arrue llevaron a cabo. El certamen trataba de conocer las especialidades “comestibles” que dominaba cada una de las guisanderas vizcainas. La organización impecable, sus responsables se tiraron todo un año visitando restaurante por restaurante, txakoli por txakoli, a la busca de las mejores, e, incluso, inspeccionaron algunas cocinas privilegiadas pertenecientes a casas particulares. En definitiva, la final hubieron de disputarla El Amparo y el Alcazaba. Por sus méritos, ambos restaurantes recibieron, ex aequo, el primer premio. La fórmula ganadora desarrollada por la joven participante resultó ser un plato de caza que le llevó tres días cocinar.

Al parecer Andere era, además de una excepcional cocinera, una joven de singular belleza hasta el punto de que Ignacio Zuloaga, prendado de tanta guapeza, la eligió como modelo para realizar las dos únicas esculturas que figuran en su currículo. Puede comprenderse, por tanto, que el Restaurante Alcazaba, ofertante de calidad y simpatía, fuera visitado de continuo por numeroso público. A la mesa de aquel distinguido sitio de comidas acudía con frecuencia Félix Garci-Arcelus, quien le dedicó, según se dice, su famosísima composición.

La figura de Andere fue diluyéndose con el paso del tiempo pero el arte bilbaino guardó su fotografía en la cartera para no olvidarla jamás. Había tocado el cielo gastronómico con las manos y se había ganado un nombre de altos vuelos que hoy merece la pena recordar. Fue la chica del roble y el ombú, de acuerdo. Pero también una referencia en los felices años 20 de aquel Bilbao que bullía.

Protagonista: Andere Jaureguizar.

Gesta: Fue una de las grandes cocineras de principios del siglo XX en Bilbao, que irradiaba simpatía y belleza hasta el punto que inspiró a Feliz Garci-Arcelus la composición del zortziko ‘El roble y el ombú’ y a Ignacio Zuloaga las dos únicas esculturas que llevan su firma. Bilbao hoy ya no la recuerda.