N sus piedras -dura y hermosa labor de mampostería... puede leerse —a nada que uno cierre los ojos e invoque a la imaginación— cruentos pasajes de la historia de Bizkaia. No en vano, la Torre Salazar fue hogar y prisión de su primer dueño y fue pasto de las llamas ya en el siglo XX por un asalto de los anarquistas en 1934. Quedó entonces en ruinas y en el fatídico incendio perdió una valiosa biblioteca que también se encontraba allí.

Fue reconstruida entre los años 1958 y 1959 por el arquitecto Joaquín de Irizar. Tras la última restauración de 2003 alberga una sala de exposiciones y un restaurante. Como ven, tiene toda una historia a sus espaldas, y trataremos de recrearla.

Entremos en el túnel del tiempo. Lope García de Salazar nació en 1399, una época marcada por una fuerte crisis social, un tiempo en el que Bizkaia era un hervidero. En 1425 contrajo matrimonio con Juana de Butrón y Mújica, aliados naturales de los Salazar al ser integrantes del mismo bando nobiliar (el oñacino). De su matrimonio nacieron varios hijos, entre ellos Juan El Moro y Lope de Salazar, que emprenderían la lucha por el control de mayorazgo de Salazar.

En 1451 se enfrentó a la autoridad del monarca castellano Juan II por el nombramiento de Juan Hurtado de Mendoza como corregidor de Vizcaya. Las hermandades y el corregidor de Vizcaya le acusaron de desacato a su autoridad, pero finalmente en 1460 el rey perdonó a los exiliados y les permitió regresar a sus feudos. Tras la muerte de su hijo Lope en la batalla de Torrellas, Juan, su primogénito, le reclamó su derecho sucesorio, pero fue relegado una vez más a un segundo plano, al conceder Lope García de Salazar el mayorazgo al hijo del fallecido, Ochoa de Salazar. Friegas y refriegas. Todo eran pugnas y pujas hasta que en julio de 1470 sitió a su padre en su casa-torre de San Martín de Muñatones.

Lope García fue recluido en esta casa fuerte donde escribiría su obra Historia de las buenas andanças e fortunas por la que fue conocido y por algunos proclamado como el primer historiador de Bizkaia. Ante los intentos de fuga, fue enviado a la Torre Salazar, en Portugalete, donde morirá envenenado con hierbas en la comida junto con su hija bastarda Mencía de Avellaneda. Una historia cruenta, como ven.

Pero volvamos a asuntos menos sangrientos, no sea que les de por leer este artículo a la hora de la digestión. Así, a vuelapluma, digamos que se trata de una fortificación cuadrangular, realizada en mampostería, con sillares en las zonas nobles del edificio. Cuenta con cuatro plantas. Su cubierta es un tejado a cuatro aguas, típico de las casas-torre medievales. Hay que precisar, por darle volumen a la descripción, que cuenta con 12 metros de largo por 8,40 metros de ancho, con muros de algo más de un metro de espesor. Barnizándola aún más de historia también es conveniente precisar que fue construida por Ochoa García de Salazar en 1379, heredándola después su hijo, el citado Lope García de Salazar, el famoso cronista de las luchas de bandos en la Baja Edad Media vizcaina.

Vayamos ahora a la conocida como Revolución de Octubre de 1934. Durante la semana que duró la huelga insurreccional (del 5 al 12 de octubre), hubo cuarenta víctimas mortales (la mayoría de ellas insurrectos) y fue en esa época cuando los revolucionarios, en sus refriegas, dieron fuego a la torre. Aquel incendio dejó a la vista un muro de la antigua casa-torre. Sobre estos restos, el arquitecto Joaquín de Yrízar, en el año 1958, reconstruyó la torre con aspecto de castillo medieval. La última reconstrucción, como les dije, se llevó a cabo cuando fue adquirida por el Ayuntamiento para ser destinada a fines culturales. Era el año 2003.

Pero...¿Cómo eran aquellos años en los que el banderizo don Lope pisaba Portugalete? No cuesta imaginarlo con un paseo de hoy mismo. En las estrechas y empinadas calles de su casco histórico, de origen medieval, la villa alberga algunos monumentos y espacios de interés. En lo alto, ya está dicho, se sitúa la Torre Salazar y cara a cara la mira la basílica de Santa María, templo de estilo gótico-renacentista que guarda en su interior un retablo mayor con relieves de madera. y fue levantado por el ordeno y mando de la Señora de Vizcaya, María Díaz de Haro, en su Carta-Puebla de 1322.

Sin embargo, este primer templo gótico pronto se quedó pequeño para una población que, con la expansión mercantil del siglo XV, crecía cada vez más. Por ello, se decidió construir uno nuevo, el actual, cuyas obras comenzaron en 1480 y se prolongaron hasta la segunda mitad del siglo siguiente. No pudo ver el comienzo de las obras desde sus mazmorras el desdichado Lope, envenenado cuatro años antes.

Hay, un hilo de hermandad que une ambos edificios. La Torre Salazar se levanta en la que fuera la zona más elevada del casco urbano en época medieval, en un amplio rellano que acoge, además, al templo de Santa María. Se nos presenta hoy conformada por dos partes: de un lado, la torre propiamente dicha, y de otro, lo que resta de la muralla que antiguamente debió de rodear al edificio. De esta última solo se conserva un paño, el orientado hacia el suroeste. Se trata de una tapia de unos 3,5 metros de altura, fabricada en mampuesto de arenisca de mediano tamaño y ordenado en hiladas. Se abren en ella tres huecos: dos saeteras, y el amplio ingreso al callejón.

La construcción de este acceso motivó la división del patio acogido tras la muralla, fruto de la cual fue el breve muro que protege al patín. En él puede verse aún una aspillera medieval y una gran entrada en arco adintelado. La torre se levanta sobre una base cuadrangular con una marcada proyección vertical. Sus paredes se aparejan de la misma manera que la muralla: hiladas de mampostería reforzadas mediante sillares en los ángulos, todo ello en arenisca. Su planta baja, apenas abierta al exterior, sólo muestra una solitaria tronera orientada hacia la ría.

En la segunda altura se presenta la entrada original, en arco muy apuntado de reducida luz. Sobre ella aparece el escudo de los Salazar decorado con las trece estrellas del linaje. Es una de las escasas torres urbanas que quedan en Bizkaia, además del símbolo más visible, junto con la Iglesia de Santa María, del pasado más remoto del Portugalete de ayer.