Este es un viaje singular que a buen seguro hubiese firmado el mismísimo Julio Verne. No en vano habla del regreso de un astronauta que durante años dio la bienvenida a quienes se acercaban a abastecerse en los almacenes Zubicaray, uno de los grandes comercios que hicieron fortuna en el Bilbao de finales del siglo XX. A nada que uno active el botón de la memoria y gaste ya cierta edad recordará aquel comercio dedicado a la venta de ropa de confección, hogar y lencería. En la persiana del local un astronauta llamaba la atención de la sociedad que visitaba el viejo local, ubicado entre La Ribera y la Merced, un punto estratégico en el Casco Viejo, casi se diría que en la trasera del teatro Arriaga.

Digamos que en pleno Casco Viejo ese espacio lo coloniza hoy el Tayko, un hotel contemporáneo, desenfadado y, sobre todo, joven. Una juventud que se percibe en el diseño de las instalaciones, encerradas en un edificio centenario que en su inicio albergó una ferretería y en el que, años después, se ubicaron los ya nombrados almacenes Zubicaray que, tras las inundaciones de 1982 recordaban con una placa la altura que alcanzaron las aguas en esa fatídica fecha como en muchos otros lugares del barrio. Es un hito utilizado con facilidad.

La historia es caprichosa. El hotel Tayko debe su nombre al término chino que significa espacio en un claro guiño al astronauta de gran tamaño que, en la planta baja de los almacenes, sorprendía a quienes acudían a realizar sus compras y al que mediante una recreación de la persiana se ha vuelto a incluir en la decoración, en este caso en el gastrobar Patri, uno de los rincones más llamativos del hotel.

Es casi obligatorio explicar que el hotel Tayko forma parte de un proyecto empresarial vasco, Byou, que, aunque joven, no está carente de experiencia, como ocurre con su director, Ander Elortegi. Paredes con ladrillo a la vista, aspecto industrial y diáfano con ascensores panorámicos conviven en perfecta armonía con vidrieras de interés arquitectónico y las escaleras de madera originales por las que se subía a las plantas de los almacenes. Hormigón, hierro, vidrieras con resto de cal, paredes con aspecto inconcluso evocan y rinden homenaje al pasado industrial de la capital.

Poco más de medio centenar de habitaciones, 54 exactamente, de las cuales las más especiales se convierten en un mirador desde el que se ve, en primera línea, esa ría de la que siempre presume Bilbao. Todas las habitaciones, con suelo de madera, camas extra grandes y TV de última generación, están sobriamente decoradas en tonos negros y grises. El establecimiento, primer edificio del casco viejo construido con estructura de hormigón a la que la reforma ha dado protagonismo, quiere hacerse con un público internacional que, a juzgar por lo vivido, se ha dejado atrapar por la ciudad y por las nuevas ofertas de alojamiento.

Merodea el paseante por una espacio singular en Bilbao. Cuatro estrellas tiene el establecimiento, y diez, con el apellido Michelín, el chef Martin Berasategui que ha vuelto a traer su apuesta gastronómica a Bilbao. Lo hace además con una doble seis del dominó: la de gastrobar, Patri, abreviatura del abuelo Patricio, ubicado a pie de calle, luminoso gracias a la inmensa cristalera, urbano, informal, de ambiente neoyorkino y con variadas propuestas gastronómica que, en solo unas semanas, ya se ha convertido en el lugar de moda y referencia y el Restaurante Ola, abreviatura de Olazabal, segundo apellido de Martín (es un homenaje indispensable a la madre y a la tía de Martin...), tiene capacidad para unas 65 personas y se perfila ya como uno de los imprescindibles en Bilbao mientras el chef se propone trabajar para conseguir el undécimo astro Michelín.

Expliquemos que el hotel que ocupa hoy este espacio defiende eso que se denomina un local lifestyle con 54 habitaciones con magníficas vistas a la Ría o a la calle Merced. Decoradas en negros y grises, con suelos de madera y camas extra anchas de 2 metros. Interiorismo arquitectónico, que potencia las bondades de las texturas y colores. Las habitaciones, todas ellas insonorizadas, disponen de Wifi premium, Smart TV, una tecnología screen mirroring para conectar dispositivos móviles Android al televisor o para escuchar música a través de TV, un servicio de climatización impecable y acceso de 24 horas al gimnasio. La modernidad en todo su esplendor.

La calle La Merced a la que Tayko da la bienvenida toma el nombre por el convento e iglesia conventual de las religiosas Mercedarias. Esta comunidad nació en Vizcaya al calor de la acción apostólica de las mercedarias del barrio de Burceña, cuyo monasterio de Santa María de Burceña se fundó en el mes de mayo de 1284, para la redención de cautivos. Las beatas mercedarias de la villa se reunieron por primera vez en comunidad en el año 1532 en la calle Somera, de donde se trasladaron en 1567 a la entonces zona de la Naja, luego conocido como la Merced, ya que por ser un lugar menos habitado, les permitió adquirir con el producto de la venta de sus casas, una vasta extensión de terrenos para sus construcciones y huerta. Aquí recibieron años después la visita del Padre Maestre General de la Orden, fray Francisco Maldonado. Consiguieron el voto de clausura papal en 1621, realizándose la ceremonia el día de San José, 19 de marzo, en cuyo acto estuvieron presentes las autoridades de la villa, actuando de celebrante de la Misa Pontificia el obispo de Calahorra.

Para darle un barniz de historia a esta aventura, digamos que en el siglo XIX, el convento fue ocupado por el ejército napoleónico y en la Guerra Civil, durante el sitio de Bilbao, por los carlistas. Una de las bombas que cayó sobre el edificio en la madrugada del 2 de marzo de 1874, ocasionó la muerte del padre Sebastián Montiel, vicario provincial de Castilla y capellán de la Comunidad, y, ante el peligro, las monjas abandonaron el convento para trasladarse a Gernika. Los edificios se desalojaron en 1977, construyéndose en el solar que ocupaba el colegio unos bloques de viviendas.

Ya metidos en la harina del siglo XXI, el hotel Tayko se ha convertido en el edificio más representativo de la calle, todo un guiño a la modernidad que deja con la boca abierta a la juventud y llama la atención a quienes conocieron aquellos almacenes que hicieron fortuna.