bilbao - Quedamos con el señor García Margallo a la hora de la siesta en el hall de un céntrico hotel de Bilbao. "Conozco muy bien el Botxo. Estudié Derecho Económico en Deusto. ¡Pues no me he echado unas cabezadas en los jardines del campus! Allí, a la sombra de una palmera en veranito, cuando empieza a hacer bochorno. Se estaba de lujo. Ojo, pero en clase nunca. Bueno, casi nunca. Me acuerdo cuando me despertaron para la foto de la orla. ¡Vaya susto! Salgo muy bien, me dio tiempo a quitarme la babilla de la comisura de los labios, sí señor", rememora. "Iba mucho a las pelis en versión original del Museo de Bellas Artes. Recuerdo un ciclo de directores iraníes que me lo ronqué entero", asegura el exministro. Tras haber logrado un posgrado en Harvard, García Margallo ha desempeñado una prolífica carrera en altos puestos de la administración y las universidades, ha escrito importantes ensayos sobre fiscalidad y hasta formó parte de las Cortes Constituyentes de 1977. Esta semana ha saltado a la fama tras aparecer traspuesto junto a un europarlamentario polaco mientras este intervenía.

¿Recuerda el momento en el que se quedó dormido en el Parlamento Europeo?

-Vagamente. Me acuerdo que Jerzy Buzek le dio al botón del micro. Se puso de pie. Y empezó a largar en polaco. A ver, hablo media docena de idiomas, pero el polaco se me escapa. Mucha s, mucha k? Por algo Carol Wojtyla hablaba en latín. Empecé a escucharlo como lejos, con un zumbidito. Me puse la traducción simultánea en los auriculares, pero en vez del canal del español me salió uno de música clásica con oratorios de Handel? Si, al menos, hubiera sido algo de Wagner me habría espabilado. Pero Handel, puuuf. Sentí que los párpados me pesaban una barbaridad, noté un suave picotazo en la nuca, me sentí a la sombra de la palmera del campus de Deusto? En fin, son cosas que pasan.

¿Cómo despertó?

-El bueno de Jerzy Buzek me dio un codazo en las costillas cuando quería sacarse un selfie conmigo y me asustó. Disimuló y empezó a preguntarme qué tal me había parecido su discurso, que era algo muy interesante sobre el impacto del Brexit en el precio de las berzas que se cultivan la zona de Cracovia. Le dije que bien y que si le apetecía un cafetito. Me respondió que vale y nos fuimos a tomar el café al club Singer Ladies, que está junto a la Cámara, porque lo que nos ponen en el Parlamento sabe a rayos. Para cuando volvimos se había dormido todo el mundo menos una parlamentaria italiana que disertaba sobre la competencia desleal de los tallarines chinos en el mercado de los spaghetti. Y regresamos al club. Jerzy es majo chaval. Nos entendemos por gestos.

¿Le había sucedido antes?

-¿Lo de dormirme en la faena? No señor, al menos mi santa no me lo ha reprochado nunca. Hombre, haciendo mucha memoria, en cierta ocasión empecé a cabecear en el Congreso de los Diputados, en tiempos de Alianza Popular, durante una intervención de Leopoldo Calvo Sotelo, que en gloria esté, pero antes de caer del todo me arreó Fraga un capón en medio de la cocorota que ríase usted de Tyson. Me salió un chichón como una castaña pilonga. "Que te sirva de lección, Josema, la democracia duele", me soltó don Manuel. Nunca lo he olvidado. Sobre todo porque me ha quedado una marca en la cabeza hasta hoy. Me acertó con el anillo. Don Manuel era así, muy pedagógico.

Ha referido usted algo de un picotazo en la nuca.

-Muy importante. Al regresar al hotel me di cuenta de que tenía un dardo clavado justo por encima del cuello de la camisa. Estaba impregnado de una sustancia narcótica. Y era amarillo chillón. Me drogaron para que me durmiera, saliera en las teles de todo el mundo junto a Jerzy y perjudicara al PP y la marca España. Estoy seguro. Villarejo ya lo está investigando.

¿Tienen sospechosos?

-Por favor. No caben dudas. Justo a mi espalda, pero arriba del todo, en el gallinero, está Carles Puigdemont. Cuando me giré tras despertarme estaba el tío partido de la risa y me sacó el dedo, me hizo la peineta y una pedorreta. En el grupo parlamentario manejamos la hipótesis de que, asesorado por antisistemas amazónicos, Puigdemont usó una cerbatana camuflada en el paraguas para asaetearme con un dardo impregnado en valium. Ahí lo dejo. Encontraremos las pruebasssssss.

Jose Manuel García Margallo se ha quedado frito con la cabeza apoyada en una mano. "Voy a mirar si le han echado algo en el plato de alubias con sacramentos que se acaba de apretar. O en los callos con morros a la vizcaina. O en la botella de rioja. O en el arroz con leche", me susurra su asistente mientras le coloca la almohada cervical suavemente. "¿No habréis visto a Puigdemont en la cocina?", pregunta en voz baja a los escoltas.