ADA mañana arranca la programación de La Sexta con redoblados ímpetus, y sus protagonistas se muestran irreductibles al cansancio, aburrimiento y tristeza.

El equipo mañanero se consume en auténtico chorro de risas, risotadas y guiños al espectador que ve cómo transcurre el programa a base de comentarios de escaso acierto en una producción televisiva cargada de simpleza y estilo degradado en un zapping acumulado de vídeos que emergen cada dos por tres en un espacio que dura un porrón de horas, de 7.30 a 11.00 y que sigue vivo en la parrilla de la cadena librera en la presente temporada.

La risa y su manifestación en la producción televisiva es un elemento activo en muchos programas de la actual tele, que utiliza este recurso con abusiva generosidad; todos hemos soportado series aderezadas por la fantasmal presencia del aplauso ciego, sin público que la produzca y que subraya los pasajes y ocurrencias de los actores.

Las risas en el programa de Alfonso Arús son masaje necesario para llevar a delante el largo minutado matinal aderezado por docenas de exhibiciones de perfectas dentaduras, limpias, bien alineadas y frescas como el rocío de la mañana.

Mandíbulas batientes que hartan de tanto cachondeo a base de convertir el humor en una sarta de risotadas aderezadas por abundante cantidad de exhibiciones profilácticas junto al desfile de vídeos que van marcando las repetidas secciones y las crónicas de sucesos de Carlos Quílez o las provocaciones ingeniosas del cantante Miguel El Sevilla que dan vida a un programa que con descaro se enfrenta a las profesionales reinonas de la mañana en la dura competencia por la audiencia que La Sexta enfrenta con descaro del presentador y compañeros/as de plato, que a modo de coro aplauden, celebran y amplifican el humor ralo y escaso del formato de marras.