1Si lo entendemos como una especie de desequilibrio entre oferta y demanda, parece que sí está empezando a producirse una burbuja. Más que en la Edad de Oro, vivimos en una en la que las series se han insertado totalmente en la cultura popular.

2No creo que haya demasiadas series, ni demasiados libros, ni demasiada música. El problema es que queremos ver demasiadas y además ser los primeros en verlas. En las redes, querer ser el primero en comentar un capítulo o querer evitar los spoilers han convertido el ritual de verlas en un “esfuerzo” más que en un placer.

3Las plataformas han provocado un cambio total. Temporadas mucho más cortas y, últimamente capítulos con duraciones mínimas. Menos duración implica menos tiempo para desarrollar los conflictos de los personajes, menos para que dialoguen, para que reposen... Un ejemplo claro es la diferencia entre las primeras temporadas de Juego de Tronos y las dos últimas.

4Sí, pero hay que saber cómo introducirlas y, sobre todo, cómo programarlas. Proyectar una miniserie de tres capítulos puede tener sentido, pero no soy muy partidario de emitir solamente los pilotos; creo que dejan al espectador muy descolocado.

5Si es una serie que se vaya a consumir de manera masiva mundialmente y en la que todo el mundo lance teorías, creo que es algo que va a ir desapareciendo y está directamente relacionado con la segunda pregunta.

6La casa de papel. Tiene cosas muy interesantes (la factura visual, la dirección o el aspecto técnico), pero no me parece que sea una buena serie, roza el aprobado. El pelotazo vino a raíz de introducirla en Netflix y colocarla en el escaparate mundial. La trama tiene enormes baches que la hacen absolutamente inverosímil, con aspectos demasiado explicativos.

7The Victim, un thriller legal inglés muy vibrante, con unas actuaciones espectaculares y con un episodio final que me parece de lo mejor del año.