OS confieso que la contaminación acústica me molesta. La llegada del SMS y del WhatsApp fue un alivio para mí. Las comunicaciones ágiles y sencillas podrían intermediarse de forma escrita, lo que llevaría a un menor número de llamadas de voz. Luego me molestó la saturación de este espacio también.

Lo barato salió caro, epopeya de la era digital. Un día llegó ese botón que permite el envío de un audio. Resultó ser cómodo. Te permitía comunicarte de manera asíncrona con el receptor, de una manera más natural, cómoda y rica.

El envío de un audio tiene más capacidad informativa: se calcula que somos capaces de escribir 31 palabras por minuto a mano y 70 si lo hacemos con algún ordenador; por contra, somos capaces de comunicar 200 palabras por minuto a través de la voz.

Si en las comunicaciones instantáneas personales esto ha supuesto una revolución, imaginemos a nivel de ocio. Las grandes plataformas de audio (Spotify -la principal-, Google Podcast, Pandora, Amazon Music, Ivoox, Tune In, etc.), están viviendo su era dorada ante el auge de los altavoces inteligentes, el mayor consumo de podcast, audiolibros, etc. Que estén triunfando estos dispositivos y contenidos responde a un patrón ya conocido: cada usuario quiere su menú a la carta. Que una plataforma nos recomiende qué debemos escuchar, incluso sin conocerlo, nos encanta.

Este auge del "audio a la carta" puede suponer cambios en el modelo de consumo de contenidos. Aunque la radio sigue siendo la principal alternativa, hay datos que debieran preocupar. Por ejemplo que los conductores cambien de media dieciocho veces de emisora en el trayecto al trabajo. El motivo no es otro que la publicidad. Sin embargo, en los contenidos de audio digital de las plataformas de audio (las citadas anteriormente), es la mitad. La publicidad está mucho más segmentada, y al tener otras fuentes de ingreso, no saturan tanto al canal con mensajes publicitarios.

El audio, así, lo estamos usando para relacionarnos (en las herramientas de mensajería instantánea), para interactuar con alguien o un servicio (los altavoces inteligentes están viviendo su era dorada), para esparcirnos (los audiolibros y la música en streaming no paran de crecer), pero también a nivel publicitario (los podcasts, o canales de audio de marca, también crecen). Clubes de fútbol como el Inter de Milán han sacado su canal de podcast.

El Banco Sabadell tiene su propio canal llamado Estar donde estés (con Toni Garrido). Las marcas saben que el podcast narrativo para la relación con las audiencias, puede que se vuelva fundamental para muchos ecosistemas de comunicación y relación con los grupos de interés. Un marco de narración con sus propias normas: frases cortas, poca diversidad terminológica y estilo conversacional (de ahí la relevancia de los personajes) son algunas de las claves sobre las que se asienta la conexión con el oyente.

En definitiva, la sociedad se está audificando, quizás derivado de los factores que señalábamos al comienzo. Lo interesante de este fenómeno es que sigue una marcada tendencia comunitaria. El audio sigue siendo un terreno de creadores y consumidores conectados; donde cualquiera puede lanzar su canal de podcast, subirlo a las plataformas antes citadas, y abrir una campaña de micromecenazgo en Patreon o Ko-fi que financien el proyecto.

Estas piezas no pasan por intermediarios que representan los intereses corporativos de ninguna industria. Es decir, que el audio sigue siendo un contenido libre y distribuido, donde la creatividad que exige cualquier obra cultural sigue gobernando su día a día.

El único peligro en este punto es que como otros contenidos acabe sometido a las normas de cualquier plataforma y sus algoritmos. Pero, mientras tanto, disfrutemos de este artefacto cultural libre. En nuestro alrededor, los podcasts más escuchados son los que provienen de la radio. Lo cual deja un espacio tremendamente amplio para que, como ha pasado en otras sociedades, crezca la oferta en las diferentes alternativas comentadas. Es más un tema de narrativa y creatividad que de tecnología. Y de que nos demos cuenta de qué demanda la gente.