FUERON cuatro, cuatro las historias que bien merecían la pena escucharse en la desembocadura de los VIII DEIA Encuentros Digitales que el miércoles se abrocharon con la entrega de otros tantos galardones. Fue, por decirlo, como contrapunto a la cita, en un lenguaje analógico, como una de esas tardes de tormenta en los que te reunías a escuchar historias al calor del fuego.

Comenzemos con la primera. Iker Merodio, voz cantante de la tarde, pidió que se conectase el vídeo que Aran Goyoaga envió desde Seattle (Estados Unidos) para agradecer su nombramiento como community manager 2020. No en vano, puede considerarse una estilista gastro 2.0 que ha bautizado uno de los blogs gastronómicos más influyentes del ciberespacio, con el nombre Cannelle et Vanille (cannelle-vanille.com). Son dos de sus aromas de infancia, de esos que recuerda con nostalgia, y con los que ha querido llenar sus páginas virtuales. En éstas, convertidas en su conjunto en un recetario digital, cuelga cada semana platos de creación propia elaborados por ella y fotografiados. Sus abuelos fundaron, allá por los años cuarenta, una de las pastelería más afamadas de Bilbao, Ayarza; y fue aquí, donde Goyoaga comenzó a contagiarse del gusanillo de la cocina. El fundador del Euskal Encounter y director de la Euskaltel Fundazioa, Sabino San Vicente, le hizo una entrega virtual del galardón después de escucharle una alocución en euskera, ejemplo de que a esta mujer con alas le sujetan las raíces.

Digamos que Alaitz Etxeandia, directora general de BiskayTIK, entregó el premio Hemendik fotografía 2020 a Gonzalo Bartolomé, Yhabril en el espacio digital. El sobrenombre lo sacó el habilidoso fotógrafo de una novela de Mario Puzzo (sin querer insinuar algo, diremos que es el autor de El padrino, la cinematográfica novela...), quien destaca por sus fotografías de naturaleza, montaña o deportes de acción y que despertó a este mundo digital en 2016, pese a que reconoció que cuando debía de jugársela -comprar una bici de montaña o una reflex...- optó... ¡por la bici! Un año después se compró la cámara de fotos y unas instantáneas suyas de snowboard le colocaron en primera línea de fuego digital.

Viejos tiempos y nuevos datos

La segunda mitad de la narración puede sintetizarse en una expresión: viejos tiempos y nuevos datos. No en vano, cuando la concejala Oihane Agirregoitia acompañó a José Antonio Pérez a la hora de recoger el premio Blogger 2020, el hombre ya tenía claro su mensaje. “El blog es una excentricidad romántica del siglo XXI”, dijo un hombre que trabaja como guionista de TV -contó que trabajando para Pablo Motos en El Hormiguero escribió un monólogo sobre el rumor de que los padres de una niña desaparecida habían pagado parte de su hipoteca con el fondo solidario que apoyaba la búsqueda de la pequeña con un chiste que decía algo así como “mira que suerte: la casa pagada y una habitación libre” que cayó en antena como el rayo y que le invitó a pensar que debía haber una plataforma donde pudiera hablar así, lo que le impulsó a crear un blog...- antes de sentenciar que los blogs son del ayer, “luego vino el capitalismo e hizo su trabajo: los compró”. A Jose Antonio le gusta el humor, incluso como cataplasma contra el coronavirus. “Claro”, dijo, “que la vacuna es más importante que el humor. Con el humor te mueres igual si te pilla el virus pero es un consuelo reírse”.

De los blogs del pasado al uso de los datos como un guiño al futuro. No por nada, con su plataforma Adurizpedia que despliega en Twitter, Roger Álvarez ha hecho camino en la red social más agresiva que hay al decir los de los expertos. A Roger le entregó el premio Tuitero 2020 el director general de Editorial Iparraguirre, Javier Andrés, quien tras escuchar al propio Roger que él es un tecnólogo analógico en su campo profesional y cómo el propio Aduriz le había escrito para felicitarlo por el premio, abrochó la gala contando cómo el mundo digital ha ensanchando los campos de acción y las oportunidades para DEIA y, por extensión, para el periodismo. Era la quinta historia, la de la despedida de una tarde que se fue cargando de emociones hasta el último minuto. Una tarde trepidante.