pARECE que nuestros políticos no se acaban de tomar en serio la importancia que han tenido en los últimos años las redes sociales en el trasfondo de las elecciones de muchos países. Todo esto no es ni mucho menos nuevo. En el año 2015, el diario británico The Guardian se preguntaba “en qué medida puede una red como Facebook influir en los resultados finales de unas elecciones”. La conclusión era clara, la red era capaz de influir y manipular los estados de animo de muchos de sus usuarios, ya que tiene suficiente información personal para saber llegar a ellos y poder manipular en última instancia su intención de voto. También es verdad que hay ejemplos de influencia positiva y en las elecciones de los Estados Unidos, una campaña institucional a través de esta red social fue capaz de movilizar a un gran número de personas que no pensaban votar y elevaron la tasa de participación. Resulta curiosa la cifra de votantes a la que se orientaba esta campaña, setenta y un millones de norteamericanos. El doble que el número de votantes que pueden ejercer su derecho en las próximas elecciones legislativas.

La forma de comunicar ha cambiado y las agencias de marketing digital lo saben, pero se sigue librando una doble batalla, la agencia offline que es en la que confían los partidos y la agencia digital, con la que no les queda más remedio que trabajar en el campo de las redes sociales, el correo electrónico y este año por primera vez WhatsApp. Los partidos cuentan en estas elecciones con una nueva arma, ya que la nueva reglamentación de protección de datos les permite enviar publicidad electoral sin el consentimiento previo de los usuarios. Al disponer de los teléfonos móviles de muchos de los votantes, parece que no nos libraremos de que algún partido nos pida el voto mediante este sistema. También lo pueden hacer a través de las redes sociales, pero con un agravante, pueden recoger la información que tengamos expuesta públicamente para realizar perfiles y poder usar esos datos para hacernos llegar la información de los partidos de forma personalizada.

Pero lo que hemos visto en otros países y en otras elecciones es una manera mucho más retorcida de usar las redes sociales mediante el uso de las noticias falsas o fake news. Nadie va a declarar que fue él quien inicio esa cadena de bulos en la que se dice que un candidato suspendió no se qué asignatura de su carrera porque un amigo de un vecino de un profesor le había contado eso. Yo suelo recibir cada cierto tiempo por Facebook un aviso de alguna persona que me alerta sobre que determinado medicamento para los niños está creando terribles problemas como si una plaga divina se hubiera extendido por toda la Humanidad. Solo hay que ir a la agencia de medicamentos y ver que no hay ninguna señal de alarma ni aviso. Cuando le dices a esa persona que deje de seguir con el bulo, nunca te sabe dar las fuentes de donde ha sacado esa fake news, pero suele seguir sin bajarse del burro porque eso se lo ha enviado un amigo que es muy amigo de unos médicos que... en fin. Ahora imagina lo fácil que puede ser empezar a difundir un bulo sobre un candidato, podemos incluso manipular audios o vídeos. Hay un software muy conocido de edición de vídeo que incluso tiene una versión gratuita con la que se han confeccionado vídeos de Obama o Trump en los que se les hace decir cosas que nunca creeríamos pero que al verlos nos da la percepción de que son reales.

@juandelaherran