DESPUÉS de los dos primeros días por Euskal Herria, con etapas exigentes, el tercer día del Tour por tierras vascas se ha resuelto al esprint en Baiona. Era lo previsto y es lo que ha sucedido. El triunfo de Philipsen ha sido justo. Creo que no ha cerrado a Van Aert, aunque se han revisado las imágenes. Ha seguido la trayectoria de la curva. Nada más. Tengo la impresión de que Philipsen va a ganar más etapas en este Tour. Va a por el maillot verde de la regularidad. Eso sí, no es lógico que un esprint se haga en curva y eso es lo que lo ha complicado todo. De estos días, además del ambientazo, del apoyo masivo de la afición al Tour, que ha sido un sueño, creo que es importante establecer este tipo de inicio de carrera. Es evidente que un comienzo en el que se fijan pequeñas diferencias entre los que buscan la general evita caídas. Es cierto que con el final en Baiona había tensión, es algo inherente al Tour, pero se han visto en estos tres días muchas menos caídas en comparación con las que suele haber en esa primera semana. Es una buena noticia. Por otro lado, creo que la tensión sigue instalada en el Jumbo después de la etapa de Donostia, cuando Van Aert perdió con Lafay un esprint que parecía suyo. El belga acabó muy enfadado y echó de menos un relevo de Vingegaard para cerrar el hueco y poder vencer porque era el más rápido del grupo. Vingegaard ha comentado que ayudó a Van Aert al no tirar con Pogacar cuando ambos coronaron Jaizkibel. Se nota que el ambiente en el Jumbo no es bueno y eso, a la larga, es perjudicial para el equipo. Camino de Baiona se ha escenificado esa división interna en el modo de correr los últimos kilómetros. Habrá que seguir al detalle cómo se resuelve esa tensión dentro del equipo. De momento, las aguas bajan turbulentas en el seno del Jumbo.
El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk.