"Solo contra el mundo. Solo contra todos. Solo contra sí mismo. Como cuando era aficionado, Julián adelantó un día la crono”, dijo entonces José Miguel Echávarri, su director en el Reynolds, sobre la hazaña de Julián Gorospe, una maravillosa locura que quedará en la retina de los aficionados.

El de Mañaria fue un Quijote. “Nunca esperas que puedes llegar. Nadie regala nada en el Tour, que es la carrera más importante. Hasta pasar la línea no puedes cantar victoria”, apunta Gorospe, que se fugó a 130 kilómetros de Saint-Étienne hasta triunfar en una jornada de cuatro puertos. “Era un día de mucho calor y yo sufría con el calor. Bajaba mucho mi rendimiento. Se me recalentaban mucho las plantas de los píes. Pero no me quedó otra que tirar para delante”.

Gorospe aunó clase, potencia y convicción para situarse para siempre en un episodio de la historia de un Tour, el de 1986, marcado por la lucha intestina entre Greg Lemond, el campeón moderno y Bernard Hinault, el viejo campeón. Ambos en La Vie Claire, su pulso resultó visceral, volcánico.

Ajeno a ese debate, a la reyerta entre dos orgullosos campeones, Gorospe se ató al petate de la aventura el 23 de julio, un día exigente en el Macizo Central. “No se me ocurrió a mí. Salimos con idea de entrar en alguna escapada como equipo. Empezamos a atacar. El equipo de Hinault salía a los ataques. Yo cogí unos metros. Ellos pararon un poquito y eso me dio aire. Después gané mucho tiempo. Aguanté hasta la meta. En aquella época íbamos para ganar etapas. No íbamos a por el Tour y ganar una etapa te resolvía media temporada”, expone.

Solo, sin más compañía que su propia respiración, durante 130 kilómetros de los 179,5 que constaba la etapa, Gorospe alcanzó una renta de más 16 minutos en su periplo. En meta le sobraron un par de ellos, aunque tuvo que padecer. “Apretaba en el llano porque en las subidas sabían que me recortaban tiempo”, cuenta. El ataque de Lucho Herrera, en el tramo final, en medio del resquemor entre Hinault y Lemond, le hizo temer lo peor. “Pensé que me iban a coger, pero aguanté y eso que antes de llegar teníamos un puerto de 20 kilómetros”. Gorospe asume que “el Tour te coloca mucho en el mapa. Te ve todo el mundo”.