Si a alguien le dicen que esta es una entrevista con Adolfo Cabrales, a lo mejor puede que se despisten. No, está es una conversación con Fito, el de los Fitipaldis y antes el de Platero y tú. En septiembre sacará un nuevo disco, Cada vez cadáver. No le gustan mucho las entrevistas, aunque cumple en promoción. Esta es una excepción en la que habla de su vida y de su trayectoria. De esos hijos que son su vida y su pasión, y de esa niña que le ha robado el corazón, que tiene seis años, Marisa, Coyote.

¿Cómo es la vida sin música en vivo y en directo?

-Por suerte la pandemia nos pilló sin tener una gira. A otras bandas le ha pillado en plena gira vendida; eso sí que es una cabronada. Cuando se impuso esta situación nos quedaban dos días de estudio para terminar la grabación del disco que saldrá en otoño. Tampoco teníamos apalabrada ninguna fecha.

Las medidas de seguridad marcan un ritmo diferente a la hora de acudir a un concierto: sentados, distancia y mascarillas. ¿Ha cambiado el espíritu de la música?

-En el Euskalduna o en el Arriaga tienes que estar sentado en un concierto. Lo que sí ha cambiado es la estabilidad de las producciones. Es necesario que sean subvencionadas. No puedes salir de gira para un 50% de aforo porque deberíamos pedir créditos para tocar, no llegas ni a gastos.

¿Se está ayudando a la cultura?

-Es que nunca se ha apoyado a la cultura, ahora tampoco. La pandemia es un gran amplificador de los problemas. La cultura no tiene un valor a peso como un bien preciado y no ha estado valorada nunca. ¿Cuánto vale una canción, un libro o una película? Los ingleses son más listos y dicen: ¿Cuánto valen los Beatles? Para ellos vale muchísimo. Yo concedo a la cultura un valor nutritivo, es como un alimento.

Alimento imprescindibles en la dieta, ¿no?

-Por supuesto. Es muy importante que consumamos cultura, cada uno la que quiera. Es un buen alimento, es ocio y también es pensamiento.

Siempre hablamos de ese divorcio que existe entre política y cultura.

-La política es lo de siempre, si sopla la vela bien; pero si no me interesa, no hay nada. Siempre he dicho que si la música y la política se mezclan, es la música la que siempre sale perdiendo. Hay que hacer música o cualquier otra expresión artística al margen de la política. La música en sí no debe tener política.

Si echa la vista atrás, 1989. Platero y tú.

-En más de una ocasión miro hacia atrás. Es precioso. Unos amigos, que en vez de quedar para ir a andar en bici o a tomar algo, quedábamos el tiempo que teníamos libre en nuestros respectivos trabajo para tocar. Volvemos al ocio. ¿Cómo éramos felices nosotros? Juntándonos en un garaje, tocando y lo que vino después fue de gratis y muy inesperado.

¿No soñaban con ser un grupo potente en el mundo de la música?

-Jamás. No creo que nuestros sueños iban por ese camino. Ese sueño estaba fuera de la imaginación y no estaba en nuestras intenciones llegar a ningún punto concreto. Creo que pensábamos que ir más allá de esos ensayos en el garaje estaba fuera de nuestro alcance. Nunca nadie, ningún chaval, se cuelga la guitarra pensando que va a grabar discos o va a hacer giras.

¿Con qué soñaban?

-Con tocar, te gusta tocar y el hecho de juntarte en un local con tus amigos era la recompensa. Es que no ves nada a tu alcance más allá de esos ratos que pasábamos tocando. Es que no tienes ni puta idea. Donde no te llega la imaginación no puedes soñar. No te imaginabas grabando un disco, mucho menos que tuviera éxito. Ahora es diferente.

¿Por qué?

-Porque hay la tecnología suficiente para hacer una maqueta en casa, puedes colgar cosas en la red. Pero hablamos de los 80.

Pero llega ese momento que ni imaginaba ni soñaba, el primer disco grabado, 'Voy a acabar borracho'.

-Empezamos como todas las bandas en Euskadi, de forma alternativa. Tú grababas una maqueta y se vendían por ciertos bares, librerías y otros establecimientos. Tú les entregabas tus mercancías y después pasabas y preguntabas: ¿Qué hay de lo mío? ¿Hemos vendido algo? Nos fichó una discográfica catalana que nos salió un poco rana. Después recibimos la llamada de Dro [ahora Warner]. Ahí fue cuando nos lo tomamos muy en serio.

Sus letras atrapan a mucha gente. ¿Qué es realmente lo que le inspira?

-¡Qué preguntas me haces! Es que no lo sé. Siempre trato de escribir canciones para mí. Creo que lo que trato de hacer es explicar mi vida. Escribo para quedarme satisfecho y tranquilo. Además, me cuesta tanto, tanto€

¿Le cuesta mucho escribir una canción?

-Cuando termino una canción, no te voy a decir que me considero Superman, pero algo así, como si tuviera poderes. Me cuesta, claro que me cuesta.

¿Echa de menos las giras?

-Sí. Estamos como locos por volver a salir. Esperemos que sea pronto. Siendo optimistas, esperemos que se puedan hacer giras con cierta normalidad para la primavera que viene. Es algo que no podemos saber con exactitud, esto es un desbarajuste total. Estamos totalmente descolocados, pero claro que echo de menos las giras. No solo es por lo musical, son la excusa para reunirme con gente con la que llevo muchos años. Hablo de técnicos, de toda esa gente que rodea a las actuaciones en directo. Es el momento en el que podemos celebrar o que saco un disco. Si no es por las giras hay grandes amigos a los que no veo, entre ellos a parte de la banda. Unos viven en Valencia, otros en Málaga€

¿Son las giras una filosofía de vida?

-También. Es la otra cara de mi vida. Somos un equipo que llevamos muchos años juntos y nos gusta trabajar en compañía. Nos ponemos al día de nuestras vidas en vivo y en directo, no es lo mismo hacerlo por teléfono.

La furgoneta, la vida en carretera€ Desde fuera tiene cierto punto de romanticismo.

-¿Es tan romántico vivir en la carretera? Pues no. Romántico no es la palabra. Romántico lo aplico a otro escenario. Cuando estás en la carretera sientes que todo lo que estás viviendo es un sueño cumplido. Ves camiones de otros grupos que circulan por esa carretera; paras a comer y ves otras bandas, hablas con gente que tiene los mismos intereses y que también recorren kilómetros y kilómetros para dar un concierto, igual que tú. Esto no es Estados Unidos, al final acabas cruzándote, si no es Burgos es en Huesca. Nos movemos como un circo, quizá aquí sí que tienes razón y esto tiene un velo de romanticismo.

¿Da pereza salir de casa para ir de escenario en escenario?

-Juntarte con tus amigos puede ser lo mejor del mundo. Incluso te olvidas de que tienes 55 años o los que tengas; puede que te sientas un chaval, la música te convierte en un Peter Pan€ Te olvidas de muchas cosas. Pero también puede dar pereza, llega con responsabilidades; llega con ajetreo, mucho ajetreo. Quizá con los años vas concibiendo las giras como un traje hecho a tu medida.

Ha vivido durante tiempo en Gernika€

-€Pero desde hace dos años vivo en Mungia. Pero voy y vengo a Gernika. He estado tantos allí que me es imposible no pasarme por allí. Llevo una vida muy tranquila, hay que escuchar a tu cuerpo y ver lo que te pide. Tengo tres hijos y soy feliz en casa. Lo que más me gusta de este mundo son mis hijos y la música. Salgo poco, pero echo de menos ir un día a la semana a una sala a escuchar música.

Hay una persona que le ha cambiado su vida, su hija, pequeña, La Coyote.

-Antes de nacer ya sabía que esta niña iba a ser el revulsivo total a mi vida. No contaba con ser aita de nuevo, ya tenía dos niños. Cada uno de ellos ha venido a aportar, es una maravilla€

¿Le preocupa ser buen padre?

-No. Pienso que no hay que estar preocupado por si eres buen padre o no. Los niños vienen a recordarte muchas cosas que has ido olvidando con los años y que son importantes en la vida. En el caso de Coyote, así ha sucedido. Después de dos paternidades, me encuentro como vitaminado, renacido.

Imagino que ha vivido paternidades muy diferentes con sus tres hijos.

-Mi hijo mayor tiene 22 años, 19 el segundo y la niña seis. No es lo mismo tener un hijo a los 30 que a los 50. En cada edad hay otras prioridades. Es difícil cuando eres joven anteponer tu paternidad a todo lo demás. Cuando eres joven estás más pendiente de tu trabajo, de tus metas aún no conseguidas. Con 50, que no me consideraba mayor, creo que hay edades mentales, priorizas cosas y resulta más divertido ser aita con 50 años. Estás deseando sacar un rato para estar con tu chiquilla. Cuando me voy de gira también me la llevo.

Veo que su chiquilla le ha seducido.

-Te seducen todos tus hijos, al menos es mi caso. Pero con los 30 yo estaba deseando estar fuera de casa, lo que quería era trabajar. Ahora lo que intento es conciliarlo. Intento disfrutar de las dos cosas, de la paternidad y de la música.

¿Quién le llevó a coger la guitarra?

-¡Hostias! Nadie me ha hecho en mi puta vida esta pregunta. Me han preguntado muchas veces por qué canto o por qué escribo, pero nunca por qué toco la guitarra. Te voy a confesar que la guitarra no me gustaba nada. ¿Sabes? Me recordaba a las niñas esas de colegio de monjas que iban tocando la puta guitarrita. No me resultaba demasiado atractiva. Pero mi hermano tenía una guitarra con la foto de Pelvis y él no la usaba. Un día, me dio por cogerla. También porque tenía un amigo y su hermano tenía discos, se los robábamos y cada vez que nos pillaba nos daba una paliza. Fue esa música hippy la que nos hizo interesarnos por la guitarra. Creo que fue un shock la primera vez que escuché a Jimmy Hendrix.

'Cada vez cadáver', su nuevo disco. ¿Vamos a reconocer a Fito o ha cambiado?

-Desde mi punto de vista sí que hay muchos cambios. Cada vez que hago un disco creo que hay muchos cambios, pero luego veo que a la gente todo le sigue sonando a Fitipaldis. Hay cambios, pero me gusta que se reconozca mi música. Provoco sin irme al otro lado. Puedo cambiar matices, pero nada más. Soy Fito y los Fitipaldis, siempre; en cada disco sale nuestro espíritu. A la hora de componer no cambio tanto. Lo sigo haciendo con un papel, una guitarra y un boli BIC.