Hay una escena en la serie Reina Roja muy impactante. En ella, la protagonista principal, Antonia Scott, come una tortilla de patata que le prepara la madre de Jon Gutiérrez, el policía vasco con el que comparte el peso de la trama. Y al dar el primer bocado, entra inmediatamente en una especie de trance, en un éxtasis provocado por lo sublime de la experiencia. La amatxu que la cocina está interpretada por Karmele Larrinaga. Y resulta que la intérprete, al igual que el personaje al que da vida en la adaptación televisiva de la novela de Juan Gómez-Jurado, tiene muy buena mano con esta sencilla pero deliciosa joya culinaria. “Siempre he sido especialista en tortilla”, asegura la actriz bilbaina, a quien el sabor de este plato le evoca aquellos veranos que pasaba en Arrankudiaga, donde una vez rozó la gloria en las fiestas de esta localidad vizcaina.
“Con unos doce o trece años me presenté a mi primer concurso de tortilla de patata”, relata Karmele, quien tuvo un debut prometedor: “¡Quedé segunda compitiendo contra adultos! Mi ama decía que me ganaron porque los que se llevaron el primer premio la decoraron con una ikurriña hecha con pimientos. Parece que mi tortilla, ya desde la infancia, era muy buena”.
De aquel momento queda un testimonio gráfico. Una fotografía en blanco y negro en la que Karmele aparece tenedor en ristre, vigilando la sartén ante la mirada de una prima y de su hermano pequeño Koldo, su inseparable compañero de aventuras en aquella época. Una instantánea que, curiosamente, forma parte del decorado en Reina Roja como uno de los objetos expuestos en el salón de la casa de la amatxu de Jon: “Nos pidieron fotos antiguas y esa iba que ni pintada”.

Ese fue, sin duda, uno de los momentos estelares de aquellos veranos en Arrankudiaga, un municipio que no se caracteriza por ser un destino vacacional y al que la familia Larrinaga-Cabañas llegó por una curiosa coincidencia. “Mi hermano Javi se echó una novia de allí, María Jesús. Ellos vivían en un caserío en el barrio Arbide, tenían otro al lado y nos lo alquilaron. No solo íbamos todo el verano, desde junio hasta septiembre, también todos los fines de semana durante el resto del año. Estuvimos un montón de años allí. Empecé a ir en los 70, con unos diez años, y hasta el 83, cuando el caserío se cayó con las inundaciones”, explica Karmele.
Y es que el segundo hogar de la extensa familia –siete hermanos, de los que Karmele es la penúltima– se hallaba muy cercano al cauce del Nervión, “al lado de un puente de piedra maravilloso”. Ese río, que aquel infausto 26 de agosto de 1983 desató toda su furia arrastrando todo a su paso, incluido aquel caserío, era habitualmente el centro en torno al que giraba la vida de Karmele en aquellos días de estío: “Recuerdo que mi hermano Andoni, uno de los mayores, nos llevaba a pescar, íbamos a coger cangrejos… Y cada vez que había una crecida por la lluvia, sin llegar a lo del 83, salíamos a la búsqueda del tesoro, porque el río traía cosas de lo más insólitas...”.
El de la tortilla de patatas no es el único aroma que hace a la actriz recrear esos días en Arrankudiaga: “Había un muro de piedra con una parra, en septiembre se recogía la uva para hacer txakoli y nosotros participábamos pisando el grano. Recuerdo también que se hacían sardinadas en el txoko que había el caserío. Las asaban envueltas en hoja de parra… ¡Yo perdición es lo que tengo por las sardinas asadas!”. Pero también le vienen a la memoria otras sensaciones menos agradables: “En nuestro caserío había una cuadra con una vaca. Acostumbrada a la leche de bolsa que tomábamos en Bilbao, te hacían beber aquella leche recién ordeñada… Nunca me gustó. Y ese olor cuando la hervían… Para mí era traumático tener que beber eso todas las mañanas”.
El caso es que aquella familia de Solokoetxe dejó huella en Arbide, a donde viajan en tren porque no tenían coche. “Hay gente de Arrankudiaga que cuando me ve viene donde mí y se presentan… Pero claro, yo era una adolescente cuando dejamos de ir. Se acuerdan de cuando estuvimos allí”. En ello tenía mucho que ver la personalidad del padre de Karmele, Luis Larrinaga, célebre pintor y escultor, autor, entre otras obras, de la estatua del payaso Tonetti que se erige en el parque de Doña Casilda: “Era muy popular y tenía mucho don de gentes”.
Antes de que el noviazgo de Javi y María Jesús les llevara a Arrankudiaga, los Larrinaga-Cabañas pasaban los veranos en Undurraga, el barrio de Zeanuri donde se halla el embalse y la central hidroeléctrica en la que trabajaba un tío de Karmele. Allí llego ella a principios de septiembre con apenas unas horas de vida, en brazos de su madre, ambas a bordo de un descapotable rojo de un amigo de la familia recién salidas de la maternidad de Solokoetxe. Y allí vivió sus primeras vacaciones estivales. Pero aquella etapa, como señala la actriz, pertenece a la memoria de sus hermanos mayores. En la suya están el río Nervión, aquel hermoso caserío en Arbide y el olor a tortilla de patata.
Nuestra protagonista...
Nombre. Karmele Larrinaga.
Lugar de nacimiento. Bilbao.
Lugar de veraneo. Arrankudiaga.
Transporte en el que viajaban. El tren.
Su residencia en verano. Un caserío en el barrio Arbide, al lado del cauce del Nervión, que quedó derruido como consecuencia de las inundaciones de 1983.
Una anécdota. Con unos doce o trece años, Karmele se presentó por primera vez a un concurso de tortilla de patata en fiestas de Arrankudiaga y, pese a competir contra adultos, quedó segunda.
Su recuerdo imborrable...