"Rodar en euskera ha sido un regalo"Asier Corera
El próximo 10 de octubre llega a los cines Karmele, la nueva película de Asier Altuna. La historia sigue a Karmele (Jone Laspiur), una enfermera vasca exiliada en Francia a finales de los años treinta. Allí conoce a Txomin (Eneko Sagardoy), un brillante trompetista, con quien vivirá una historia de amor atravesada también por el compromiso político.
Sus vidas se cruzan entre París, Caracas y Euskadi, donde deciden formar una familia marcada por una complicidad absoluta. Sin embargo, llegará un momento en el que deberán elegir: la fidelidad a la familia o a sus ideales. Rodada en euskera, Karmele está inspirada en la novela La hora de despertarnos juntos, de Kirmen Uribe, basada a su vez en las vidas reales de Karmele Urresti y Txomin Letamendi.
'Karmele' es la película que ha protagonizado Jone Laspiur.
¿Qué le pareció el guion cuando lo leyó la primera vez?
-La verdad es que me emocionó muchísimo. Me pareció algo enorme, muy potente. Sobre todo sentí una gran responsabilidad: al tratarse de un tema histórico y de personajes que realmente existieron, con familiares que aún siguen vivos, la carga era muy grande. Eso me produjo vértigo, pero también un agradecimiento infinito.
La película se inspira en la novela de Kirmen Uribe. ¿La había leído con anterioridad?
-No, y de hecho me encantó descubrir la figura del pintor Antonio de Guezala, que en aquel momento tuvo una gran relevancia histórica y política. El arte, como sabemos, siempre ha sido una parte fundamental de cualquier movimiento social. Yo conocía algunas de sus obras porque se pueden ver en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, pero no conocía su figura en profundidad. En la película se habla bastante de él y, por ejemplo, eso me gustó mucho.
Karmele es presentada como una mujer valiente, comprometida y firme en sus ideas. ¿Cómo construyó el personaje?
-Tuve muy presentes a mis abuelas. Una de ellas, siendo muy joven, tuvo que abandonar sus estudios para hacerse cargo de la empresa familiar tras la muerte de su padre. También dejó atrás su adolescencia, sus deseos y sus ilusiones. Mi otra abuela crió sola a siete hijos después de quedarse viuda muy joven y tuvo que sacarlos adelante como pudo. Creo que, en aquella época, la gente estaba acostumbrada a tomar decisiones muy duras desde muy temprano.
Txomin es músico y compañero de vida. ¿Qué representa su figura dentro de la historia de amor y supervivencia?
-Formaron un equipo muy fuerte, en lo político, en lo amoroso y también en lo familiar. Para mí, una de las claves de la película está precisamente en la tensión que viven estos personajes, porque abarcan todos esos planos: lo político, lo personal, lo individual, lo amoroso y, finalmente, lo familiar. Deciden construir una familia y, con el paso del tiempo, las tensiones que surgen ahí resultan muy interesantes.
La película es una historia de perseverancia, dignidad y lucha. ¿Cómo conecta esa visión con el mundo actual?
-Lamentablemente, hoy en día hay muchísima gente que no tiene más remedio que adoptar esa postura, porque está luchando por sus derechos. Muchos derechos humanos están siendo vulnerados y arrancados, y no se están respetando. Y eso es algo que hay que volver a conquistar.
¿Qué paralelismos ve entre el exilio de entonces y las migraciones forzadas de hoy?
-Ver cómo historias muy parecidas vuelven a repetirse me impacta mucho. Hay culturas y sociedades que han sufrido la opresión de otros países y se han visto obligadas a emigrar y, sin embargo, años más tarde esos mismos países terminan aplicando lo mismo sobre otros pueblos, olvidando lo que vivieron sus propios ancestros. Eso resulta frustrante, pero precisamente por eso creo que tenemos que seguir reivindicando nuestros derechos y defendiendo aquello en lo que creemos.
¿Por qué ha sido importante mostrar que el arte también puede ser una forma de resistencia?
-Porque el arte es una vía para llegar a muchísima gente a la que, de otro modo, ciertos contenidos no llegarían. Es muy efectivo precisamente por su alcance. A lo largo de la historia, en todos los movimientos sociales y políticos, el arte ha ocupado un lugar fundamental. Sin arte es imposible construir una identidad, lo estético siempre está presente. Por eso me parece esencial.
¿Hubo alguna secuencia que le resultara especialmente complicada o emotiva de rodar?
-Hubo muchas escenas complicadas, sobre todo porque técnicamente algunas eran bastante complejas. Tuve que aprender a cantar, a bailar, a danzar... Pero, en lo emocional, hubo una en particular entre Karmele y Txomin. Es un momento clave en su relación de pareja, en el que deben tomar decisiones que van a cambiarles la vida y, claro, discrepan. No puedo contar demasiado porque sería hacer espóiler, pero esa escena, cargada de una intensidad enorme, fue muy especial. De hecho, creo que hoy en día es mi favorita de toda mi carrera.
PERSONAL
Lugar de nacimiento: Donostia
Edad: 29 años
Carrera profesional: Estudió Bellas Artes y también teatro. En 2020 debutó con tres proyectos: las películas Ane (David Pérez Sañudo) y Akelarre (Pablo Agüero), y la serie de televisión Alardea (ETB1). En 2021 obtuvo el premio Goya a Mejor Actriz Revelación por su papel en Ane. Ese mismo año participó en la película Maixabel de Icíar Bollaín. En 2023 subió a los escenarios con la obra Contra Ana, una autoficción que aborda la anorexia y la complejidad de los trastornos de la conducta alimentaria. La obra fue reconocida en 2024 con el premio D’Ensayo. En 2025, ha protagonizado la película Karmele de Asier Altuna. También, Laspiur formó parte del grupo musical Koban como corista.
Instagram: @jone_laspiur
En la película aparecen escenarios como Orduña en Bizkaia, el valle de Baztan en Navarra o el palacio de Artaza en Leioa. ¿Conocía estos sitios?
-Sí, pero es lo que pasa siempre: los rodajes te dan la oportunidad de habitar lugares a los que normalmente no sueles ir. En mi caso, siendo de Gipuzkoa, no me había movido tanto por Bizkaia, y eso me ha encantado. Pasamos tiempo en Lekeitio, por ejemplo, y también en Iparralde, una zona que no frecuento tanto. Para mí ha sido un placer estar allí.
¿Le supuso alguna dificultad rodar en euskera?
-No, ninguna. Para mí ha sido un regalo enorme porque mi idioma original es el vizcaino. Mis padres son de Eibar y yo he crecido en casa hablando eibarrés. La película la rodamos en el habla de Bergara, que es la de Asier (Altuna). Es diferente al eibarrés, pero muy parecido, así que resultó sencillo. Para mí fue un placer y también una especie de homenaje a mi familia.
¿Ha estado cómoda trabajando con Asier Altuna?
-Muchísimo. Asier es una persona muy cercana, optimista, llena de energía y de pasión. Vivía la historia y a los personajes con tanta intensidad que trabajar con él ha sido una experiencia muy enriquecedora.
Karmele es un proyecto al que el director ha dedicado más de cuatro años de trabajo. ¿Han merecido la pena estos cuatro años?
-Muchísimo. Estamos todos muy contentos. En el primer visionado con el equipo salimos muy emocionados, con lágrimas en los ojos. Yo misma lloré. Pocas veces salgo satisfecha de una primera proyección en la que aparezco, y esta fue una de ellas: salí contenta. Creo que detrás hay un trabajo enorme de todos los equipos y en eso hemos coincidido todos.
¿Qué trabajo de Altuna le gusta más?
-Recuerdo con muchísimo cariño la película Agur Etxebeste!. Yo era niña cuando se estrenó y me encanta cómo utiliza el humor para retratar la sociedad vasca, en especial la vida en los pueblos, porque lo refleja muy bien. Y luego está Amama, que me parece un trabajo completamente distinto, muy exquisito. Me encanta el tono que tiene y, estéticamente, es una auténtica preciosidad.
¿Qué le gustaría que el público recordase de la película al salir de la sala?
-Me gustaría que el público se llevase un deseo de seguir luchando por sus ideales y también que recordase a la gente de nuestro pasado, a nuestros familiares, a todas esas personas que tuvieron que pelear. No hay que olvidar que todo esto ocurrió hace muy poco, históricamente hablando. Nosotros hemos crecido en democracia y a veces se nos escapa que muchos de los derechos que hoy disfrutamos se conquistaron hace apenas unas décadas. Por eso creo que es importante no olvidar y tener presente que debemos seguir defendiendo nuestros derechos, porque la historia, por desgracia, a veces se repite.