Un tartar de carabinero como entrante, un pichón a baja temperatura como plato principal y un helado de chocolate blanco con pimienta y algodón de azúcar fueron los platos que permitieron a Eneko Fernández hacerse con el triunfo en la undécima y última edición de MasterChef concluida esta pasada semana.

Un menú que confiesa haber tenido pensado “dos meses antes de la final, soy muy reflexivo. Quería presentar algo que hablase de mi cocina pero también de mis gustos y mi vida”. El entrante estaba dedicado al primer viaje con su pareja a Tailandia; el principal, al que llamó “la familia”, por “la elegida y la que toca” y el postre, al que llamó “el futuro”, fue un guiño a la hija que espera y a su futuro como cocinero.

Ese esfuerzo le va a reportar un premio de 100.000 euros, un libro publicando sus propias recetas y un máster sobre Cocina, técnica y producto en el Basque Culinary Center. Y es que el ganador del talent culinario tiene especial interés en seguir formándose. “Quiero empaparme de los chefs en San Sebastián. Creo que tengo que seguir formándome y me gustaría hablar con los chefs para ver los negocios en los que podría estar, decantándome por proyectos en los que pueda estar de forma cercana”, afirma el exfutbolista zaragozano.

“Creo que esta final ha sido una lección de deportividad, de cómo puedes competir codo a codo con quien tienes al lado y de forma sana”, afirma el ganador. Y a quien tuvo al lado fue al joven Alex, que con solo 19 años concursaba por segunda vez en MasterChef tras haberlo hecho anteriormente en la edición junior.

“LA EXPERIENCIA DE MI VIDA”

Fernández asegura estar orgulloso de sí mismo aunque le resulte raro pensarlo. Lo que sí tiene claro es que MasterChef “ha sido la experiencia de mi vida”. Junto a otros 29 participantes, entró al programa como una oportunidad “de dar un cambio enorme a mi vida. El plato con el que entré me parecía buenísimo, desde entonces solo han pasado tres meses y medio y ahora me parece prehistórico”, bromea Eneko Fernández.

Cuestionado por lo que se lleva del programa (además del más que suculento premio), apunta a una “visión rigurosa y evolucionada de los platos”. “Ganar el programa es cumplir un sueño y ahora tengo muchas ganas de meterme de lleno en la cocina”, afirma.

Para Fernández, “lo más complicado han sido las pruebas de exteriores. Son una cura de humildad y una bofetada porque todos venimos de cocinar en nuestras casas y te enfrentas a muchísima gente, ves por delante un mundo que es supercomplejo y en el que te vas formando”.

La undécima edición de MasterChef ha sido la primera de su historia con dos emisiones semanales.