Guionista y escritora, Laura Sarmiento ya presentó credenciales con el primer premio de su promoción en la Escuela de Cine de Madrid en la que se diplomó en la especialidad de guion. En su currículum figuran títulos como Crematorio, Isabel, Carlos rey emperador, y, ahora, Crematorio, Isabel, Carlos rey emperadorIntimidad Una serie de Netflix que explora los límites de nuestra privacidad a través de la historia de varias mujeres que se ven forzadas a pisar la delgada línea entre lo que pertenece a la vida privada y a la vida pública.

En Intimidad

—Hay dos aspectos de la intimidad que se cuentan en la historia. Un sentido negativo, algo que se vulnera y que hay que proteger. Pero hay un sentido también de intimidad como conexión y compañía y creo que eso es lo que cuenta la historia desde el primer capítulo. Que hay algo que nos pertenece pero que nos une más cuando lo compartimos.

¿Somos conscientes de que esa privacidad se nos puede escapar de entre las manos?

—No, creo que es más fácil vivir pensando que lo tenemos controlado. Y en realidad es mucho más cómodo aceptar cookies, no revisar dónde hemos hecho cuentas que tienen imágenes nuestras o todo lo que hemos compartido o todo lo que hemos dicho en una cuenta de Twitter o de Instagram. Lo piensas y dices “no recuerdo, no podría decir ahora exactamente qué he compartido con tanta gente en todo el tiempo que lleva la tecnología con nosotros”. Lo hacemos confiando, pero eso se puede quebrar en cualquier momento.

Si fuéramos realmente conscientes de todo eso nos llevaríamos las manos a la cabeza.

—Alguna vez me he planteado la posibilidad de que salieran nuestras conversaciones de WhatsApp sin que seamos villanos ni tengamos grandes secretos oscuros. Así somos todos y podemos mostrar facetas diferentes. Si todo eso saliera, seguramente no nos quedarían amigos o nos verían de una manera muy distinta.

¿Había algún aspecto concreto de la intimidad en el que el guion quería incidir especialmente?

—El aspecto que hace que las cosas cambien y que sean realmente peligrosas es lo que cambia la imagen que tú quieres proyectar. Que no lo digo como algo negativo, como hipocresía. Cuando deja de estar bajo tu control porque lo que se conoce de ti, lo que sale de ti es diferente a lo que tú quieres proyectar, es muy injusto.

Es llamativo que se le eche la culpa precisamente a la persona cuya intimidad ha sido violada.

—Ese sí que es un tema que quería abordar con mucha claridad en la serie y lo hago con todas las letras. El tema de dónde está el papel de la víctima y dónde está el papel del culpable y dejarlo muy claro. Porque creo que el gran problema con este tipo de cuestiones es que la víctima termine asumiendo culpa por lo que ha hecho cuando el delincuente es otro. Al fin y al cabo, el ejercicio de la libertad también incluye compartir cosas íntimas con otras personas y que eso se vulnere no nos debería hacer sentir mal por hacerlo. Se le suele echar en cara con un “si no hubieras hecho esto”. Y eso termina por quitarle responsabilidad a la persona que delinque.

¿Cómo es el proceso de construir esas historias distintas y después ir entrecruzándolas?

—Pues es lento, complicado y colabora mucha gente, la visión de muchas personas. No es solo el creador en su cueva, que también hay parte de eso. Pero desde la dirección, desde la producción, desde los ensayos con los actores todo va tomando forma hasta coger la forma final. Para mí fue muy difícil al principio empezar a crear porque no tienes seres multidimensionales. Al principio tienes simples ideas pero tienes que trabajar mucho, reescribir mucho. Yo creo mucho en la reescritura, hasta la cuarta o quinta versión del guion no me suele gustar lo escrito. Creo que vas descubriendo capas de los personajes, vas cambiándolos hasta encontrar al que realmente te gusta. Yo disfruto más con la sexta versión que con la primera porque entonces siento que se me va de las manos.