Cuenta Karim Aïnouz que cuando leyó La vida invisible de Eurídice Gusmão, la novela escrita por Martha Balha le transportó hasta su infancia, en el conservador noreste del Brasil en los años 60, donde creció en una familia matriarcal en un contexto muy machista. De ahí que decidiese llevar a la gran pantalla la novela, bajo el firme objetivo de hacer visibles las historias olvidadas de su madre, de sus tías, de sus abuelas o de Guida y Eurídice, las dos protagonistas de La vida invisible de Eurídice Gusmão. “Quería arrojar luz sobre un capítulo invisible de la historia de la mujer”, explica sobre el filme, ganador de Un Certain regard en el Festival de Cannes de 2019 y uno de los triunfadores en la Seminci de Valladolid: Espiga de Plata, premio ex aequo a Mejor actriz para sus dos protagonistas, Carol Duarte y Julia Stockler, premio Sociograph Award 2019 a la película más emocionante de la Sección Oficial y el galardón Fipresci de la crítica internacional.
En la que es su séptima película, Aïnouz viaja hasta el Río de Janeiro de 1950 y narra la historia de Eurídice, de 18 años, y de Guida, de 20, dos inseparables hermanas que viven en casa con sus conservadores padres. Y desde su contexto tradicional, cada una alimenta un sueño: Eurídice el de convertirse en una pianista de renombre y Guida, el de encontrar el amor verdadero. Sin embargo, son separadas por su padre y obligadas a vivir en lugares distintos, por lo que tendrán que tomar el control de sus propios destinos, sin perder la esperanza de volver a encontrarse.
Reinventar el melodrama Cuenta Aïnouz que con esta película también se marcó el reto de abordar un género clásico, el de melodrama, en cierta forma desgastado por las telenovelas, y así “perturbarlo desde dentro”. Se trata de “una película llena de sensualidad, de música, de drama, de lágrimas, sudor y rímel, pero también llena de crueldad, violencia y sexo”. O melodrama tropical, como prefiere definirlo el cineasta carioca.
Porque siguiendo los pasos de Guida y Eurídice, las dos jóvenes protagonistas, el filme abordará cuestiones como cuál es la reacción de una mujer de los años 50 cuando tuvo relaciones sexuales por primera vez con su nuevo esposo o cómo podría una madre soltera criar a un hijo en un entorno que la excluía horriblemente. Un retrato de época usado, a su vez, como “una estrategia radical para dibujar una crítica social de nuestro tiempo, que es visualmente espléndido y trágico, grandioso y crudo”. Porque al fin y al cabo, cree Aïnouz, pese a haber transcurrido más de 50 años, quizá en realidad las cosas no hayan cambiado tanto.
fernanda montenegro De cara al elenco, el director, que debutó en 2002 con el drama Madame Satã, optó por otorgar el protagonismo a las intérpretes Julia Stockler y Carol Duarte, “dos jóvenes llenas de energía y muy abiertas a asumir riesgos y que fueron muy generosas a la hora de experimentar con diferentes posibilidades de interpretar la misma escena”. Aïnouz destaca cómo la juventud de sus protagonistas se completa con papeles como el de la veterana Fernanda Montenegro, que a sus 90 años “es una de las actrices brasileñas más brillantes de todos los tiempos”.
El filme se moverá entre el pasado y el presente de las dos protagonistas para desmontar otro clásico: en la relación de dos hermanos, habitualmente hay uno que triunfa y otro que fracasa. Y no, en La vida invisible de Eurídice Gusmão las dos hermanas pierden constantemente. Y, pese a todo, continúan soñando con encontrarse. Una búsqueda que, entre otros lugares, se ha colado en los Oscar, como candidata a mejor película de habla no inglesa.