cUANDO el cineasta iraní Jafar Panahi recibió un preocupante mensaje de un seguidor en Instagram y, a su vez, leyó la noticia de una joven que se había suicidado porque le habían prohibido ser actriz, imaginó cómo reaccionaría si recibiese un vídeo de dicho suicidio en redes sociales. Es así como nació Tres caras, el último filme del director, autor de otros largometrajes como Taxi Teherán (2015) y Offside (2006) y cuya filmografía está prohibida en Irán.

Son tres caras retratadas a través de tres actrices de épocas diferentes: pasado, presente y futuro. “Mientras componía estas tres historias, surgió la imagen de un tortuoso camino como metáfora concreta de todo lo que impide que las personas vivan y evolucionen”, apunta el director.

El largometraje recoge la historia de la actriz Behnaz Jafari, que no puede resistir a la llamada de auxilio de una chica de provincias cuya familia quiere impedirle que estudie en el Conservatorio de Teherán. Behnaz decide abandonar un rodaje y acude al cineasta Jafar Panahi para que le ayude a resolver los problemas de la chica. Así, ambos viajarán al noroeste rural del país, donde conocerán a los habitantes del pueblo montañoso de la joven actriz, en el que la tradición rige todo.

El rodaje del filme tuvo lugar en tres pueblos distintos: el primero de ellos, el lugar donde nació la madre de Jafar Panahi; el segundo donde nació su padre; y el tercero donde nacieron sus abuelos. Un entorno familiar y seguro que resulta necesario para el cineasta iraní, acusado de realizar propaganda antigubernamental y condenado a seis años de cárcel. Pero en esas zonas familiares, casi protectoras, pudo llevar a cabo el rodaje sin problemas.

campesinos Situados en el noroeste del país, en la zona de habla azerí -turco azerbaiyano-, los tres pueblos donde se rodó están habitados principalmente por campesinos profundamente respetuosos con las tradiciones -algunas muy arcaicas-, por lo que el ambiente era coherente con el contexto que buscaban. El rodaje supuso además un cambio radical para Jafar Panahi, quien venía de trabajar en interiores con sus proyectos Esto no es una película y Taxi Teherán.

La película subraya que las actrices “siempre han sido tratadas con cierta falta de respeto, como si fueran mujeres fáciles”, tanto antes como después de la Revolución Islámica. De hecho, una de las protagonistas del filme, Shahrzad, es una legendaria estrella del cine iraní a quien después de la revolución se le prohibió seguir trabajando. Su presencia desde la propia ausencia -solo se le oye recitando versos y como una silueta entre las sombras- se completa con el papel de Behnaz Jafari, una actriz de primera orden en Irán; y Marziyeh Rezai, a quien el director conoció por casualidad en la calle. Tres caras para demostrar, concluye el director, que “son y eran auténticas artistas”. - DEIA