El parque natural del Ngorongoro es uno de los mayores espectáculos que se puede disfrutar en un viaje por Tanzania. En esencia se trata de la boca de un antiguo volcán de tamaño gigantesco que hace millones de años se extinguió y que con el paso del tiempo fue conformándose en un ecosistema propio con todos los alicientes y condiciones para que creciera la vida salvaje africana. 

Sus dimensiones son impactantes. Tiene 21 kilómetros de diámetro en el fondo, la distancia que existe en línea recta desde la plaza Moyúa en el centro de Bilbao hasta la playa de Bakio, siendo rodeada la gran llanura que conforma el cráter por una corona de elevaciones muy verticales a más de 700 metros de altura que suman una circunferencia de casi 60 kilometros de longitud.

Prácticamente todos los vehículos a motor que trasladan a los miles de turistas que cada año visitan el parque utilizan una pista de tierra desde la parte alta de la boca del extinto volcán hasta bajar a la zona llana del cráter.

Es en esa pseudocarretera donde ocurrió el trágico accidente de la familia vecina de Las Arenas, un vía que en varios tramos elevados se trazó con unas curvas de 180 grados y una pendiente muy acusada. 

Vida salvaje

Una vez abajo, la vida salvaje se presenta en todo su esplendor. El de Ngorongoro es uno de los pocos parques naturales de esta zona del este africano donde se pueden contemplar y admirar a los cinco grandes. Así se conoce a los animales de gran tamaño que antaño se cazaban, es decir, elefantes, leones, leopardos, búfalos y rinocerontes.

En un viaje realizado hace algo más de diez años por el que suscribe comprobé el gran atractivo del lugar y experimentar en persona desde los todo terreno marca Toyota con el techo abierto como hervíboros y carnívoros componen la cadena alimenticia del lugar. Junto a leones y leopardos también veloces guepardos se encargaban de dar buena cuenta de gacelas Thomson o cebras que en rebaños dispersos por toda la llanura pastan las amplias praderas de la zona.

Es una larga pista también de tierra la que recorren a diario decenas de 4x4 con turistas a bordo por el interior del cráter. El gran tirón que tiene el parque natural entre los turistas implica que en la última década se hayan multiplicado las visitas y se hayan adaptado puntos de observación donde avistar los cinco grandes que acuden a zonas sobre todo donde saciar su sed.

De todas formas, se puede observar tranquilamente en los arcenes de la pista, sin bajarse de los vehículos, a leones dormitando y haciendo una larga digestión después de haber saciado su hambre con alguna pieza como demuestra su hocico de color rojo seco. 

Ecosistema

La lluvia es habitual en este ecosistema. Por ello en la época húmeda el gran lago central del cráter, el Magadi, cubre buena parte de los casi 250 kilómetros cuadrados de superficie del espacio. Una extensión que equivale a la de los municipios del oeste de Bizkaia todos juntos de Karrantza, Galdames, Sopuerta y Artzentales.

Las dimensiones de este gran área se pueden contemplar a la perfección desde los más de media docena de lodges y hoteles construidos en la parte alta del cráter a lo largo de la carretera que lo circunda y desde la que se baja al interior de volcán apagado. De hecho casi todos ellos cuentan con terrazas y miradores para extasiarse con unas vistas que cambian a menudo según las tormentas que se suelen generar sobre todo por la tarde.