BILBAO. La Policía Municipal de Bilbao ha comenzado a intensificar su presencia en el barrio de Rekalde ante la posibilidad de que los sin techo instalados en el frontón sean la diana de posibles ataques como el que los inquilinos de la instalación deportiva aseguran haber sufrido en los últimos días. Mientras tanto, organizaciones ciudadanas y vecinos procesan el rumor de un ataque que nadie es capaz de confirmar y la necesidad de mejorar la convivencia.

Manu Arrue, jesuita integrante del grupo Tanta que acompaña a estos jóvenes, afirmó ayer que están manteniendo contacto con los grupos vecinales del barrio, que han mostrado su preocupación por el estado del frontón de cara al verano y, sobre todo, a las fiestas del barrio. “Durante la noche no les importa que duerman ahí, pero quieren que por el día el espacio esté despejado, con los colchones en una esquina”, relató, mostrando su disposición a llegar a una solución satisfactoria para todos. “No voy a decir que está siendo fácil, pero las cosas hay que arreglarlas por las buenas”. De hecho, Arrue recordó que “siempre ha habido gente que ha dormido en este espacio bajo la autopista, aunque en la actualidad la cifra es mayor, con alrededor de una veintena de jóvenes. “Algunos son chavales que, al cumplir los 18 años, salen de la tutela de la Diputación y otros están en tránsito, de viaje hacia Reino Unido”, explicó. Precisamente ayer, los integrantes del grupo Tanta se reunieron en la mezquita con algunos de los jóvenes que duermen en el frontón.

Además, informó de que, ya desde el pasado marzo, trabajan con dos entidades del tercer sector y el propio Ayuntamiento para dar una alternativa de alojamiento a estos jóvenes, “como algún albergue o un piso”, combinado con un itinerario formativo y de acompañamiento. Precisamente la próxima semana mantendrán una reunión para tratar de cerrar un acuerdo sobre este extremo.

Respecto a la supuesta agresión sufrida por los jóvenes, reconoció que no tiene información de primera mano. “Lo que me han contado es que estaban en la plaza, les rodeó un grupo de encapuchados y a uno de ellos le llegaron a pegar. Fue más el susto que otra cosa pero con ese miedo que tienen?”, relató.

Versiones enfrentadas

Ayer por la tarde en el frontón solo descansaban dos hombres en el frontón en el mar de camas y no querían hacer comentarios sobre el supuesto incidente del día 6. En la cancha de baloncesto anexa un niño de 6 años jugaba al fútbol, indiferente al campamento improvisado que tenía a su lado. En una esquina, sin decir una palabra, uno de los jóvenes que viven en la intemperie vigila a los periodistas que llegan y marchan. Vigila quién entra, quién sale, quién pregunta y quién responde.

En las calles anexas al frontón, los vecinos de Rekalde exponían diferentes visiones de lo que estos sin techo generan o aportan al barrio. Parecen hablar de dos barrios diferentes. Blanca, una mujer nacida a escasos veinte metros del frontón, explicaba que sabe que duerme gente ahí dentro, pero que ni siquiera lo ve desde casa. “La verdad es que si no pasas por donde están ellos, ni te enteras”, sentencia, aunque sí que demanda mayor presencia de agentes de policía por el barrio, al igual que Pedro González: “Yo vivo al final de la calle y paso todos los días por delante, pero no veo nada raro, ni problemas. Nunca he sentido miedo. Salgo a dar una vuelta, estoy con cuatro amigos y no tengo problema alguno”.

Por contra, otro vecino que no quiere identificarse, asegura que la situación en Rekalde es insostenible por culpa de los jóvenes que pernoctan en el frontón. “Esta gente me ha robado en el coche, rompiéndome una ventana para coger un bocadillo”, denuncia, “estamos hartos de que llamemos cuando pase algo y aquí no venga nadie. Y ahora, cuando ellos dicen que les ha pasado algo, viene todo el mundo”. Este vecino asegura sentir “mucha inseguridad, sobre todo por las noches, cuando Rekalde no ha sido así en la vida”.