Bilbao - Partidaria de que se denuncien las agresiones sexuales siempre, Maite Iturrate, abogada de la asociación Clara Campoamor, no oculta a las víctimas los escollos del proceso. “Sincera soy siempre y les digo las posibilidades que tienen de que vaya bien o mal. Hay gente que sale absuelta por este y por otros delitos. Eso no lo podemos negar”, reconoce. No siempre el acusado se libra por falta de pruebas. También, dice, “entran en juego otros factores: cómo se ha llevado a cabo la instrucción o que la persona no aparezca, no sepas quién es o se haya fugado y nunca se le juzgue”.

La sentencia absolutoria cae como una losa sobre la víctima. “Sufren una impotencia total porque al final sienten como que no se las ha creído. Encima, muchas veces te tienes que enfrentar a preguntas y afirmaciones en un juicio que te ponen a ti [la víctima] en cuestión y no es fácil. Pero el que no arriesga no gana”, apostilla y cifra, por su propia experiencia, en un 70% los casos en los que se obtiene finalmente una condena.

Aunque “generalmente” las víctimas denuncian, algunas no lo hacen por no poder recordar los hechos o por miedo a la reacción social. “Hay mujeres a las que les han suministrado algún tipo de sustancia para que pierdan la conciencia y no quieren denunciar por falta de datos o por miedo a que la gente piense que ha sido algo consentido. Muchas veces, las víctimas se sienten muy desamparadas y tienen miedo al reproche social, incluso familiar, porque no siempre se sienten apoyadas por su propio entorno”, lamenta la abogada.

Con prácticamente todo en contra, el delito queda impune. “Muchos casos se quedan en el aire. Tú sabes que ha podido serlo, pero como la víctima no quiere denunciar y tampoco tienes mucha base para continuar si la víctima no quiere, no se puede hacer nada”, reconoce.

A la hora de presentar una denuncia o personarse en el juicio, la principal preocupación de las mujeres es que se cuestione la veracidad de lo ocurrido. “En estos procedimientos, en busca de la verdad, entiendo, por la parte contraria siempre se cuestiona el hecho de dónde está el consentimiento. Luego está el miedo a lo largo que va a ser, el tener que declarar, que ir al médico, cómo llevarlo psicológicamente, cómo hacer frente a ello...”, enumera la letrada.

En los casos de violación por un asaltante anónimo, la víctima se suele sentir desde el principio más apoyada, mientras que si es forzada por una cara conocida llueven los interrogantes. “No es lo mismo que un desconocido venga, te viole y se vaya, que también se da, que las agresiones sexuales que más estamos viendo últimamente en las que ha habido un contacto previo, una conversación, aunque sea ese mismo día. Cuando vienen precedidas de un acercamiento entre dos personas, se cuestiona más cómo ha pasado. En el caso de Iruñea, por ejemplo, la primera semana parecía que las víctimas eran ellos”, denuncia.

Violaciones múltiples A lo largo de su carrera, Iturrate no ha escuchado preguntas tan “ofensivas” como la de si la víctima había “cerrado bien las piernas”, realizada en su día por una jueza de Gasteiz, pero desde la asociación, “hace ya ocho años, se mandó una queja a la Fiscalía General del Estado para que le abrieran un expediente a la que entonces era fiscal de delitos contra la libertad sexual por cuestionar, por ejemplo, por qué siendo una mujer casada había ido a casa de otro hombre. Esto es cuestionar nuestra libertad de poder hacer lo que nos apetece hasta un momento y en otro decir que no”, argumenta.

Ya sea porque “se ha denunciado más o porque ha habido más” agresiones sexuales, lo cierto es que en la asociación Clara Campoamor han notado “un aumento de casos” a lo largo de este año. Su equipo jurídico tiene actualmente siete casos entre manos. “En muchos se da un abuso o una agresión bajo consumos de sustancias, incluso no queridos. Hay penetración, lo que pasa es que igual muchas veces no hay una violencia como tal por el hecho de que la víctima no era consciente”, indica.

Puestos a recordar el caso más grave que ha tenido sobre la mesa, Iturrate rescata de la memoria una violación múltiple. “En su día tuve un procedimiento muy sangrante porque la violencia ejercida fue extrema y la víctima, que fue violada por seis personas, tuvo unas lesiones muy graves. Entiendo que ni hoy ni dentro de diez años se va a recuperar de aquello por mucho tratamiento psicológico que tenga, porque la crudeza y violencia ejercida hacen que sea más difícil superarlo”, señala. En aquella ocasión, además, “grabaron lo que quisieron para dar a entender que ella más o menos estaba consintiendo”, aunque fueron condenados. También fueron declarados culpables los dos autores de otra agresión múltiple. “Se consiguió una condena de 17 años para cada uno de ellos, porque se les imputaron dos delitos, como autor de agresión sexual en un caso y como cooperador necesario del otro delito”, detalla Iturrate. - A. Rodríguez