La mayoría de nosotros no hemos recibido ni educación emocional, ni herramientas o recursos para saber qué hacer con lo que sentimos. Aun así, nos toca acompañar las emociones de nuestros niños, familiares o amigos. ¿Cómo lo podemos conseguir si ni siquiera sabemos qué hacer con las nuestras? Miriam Tirado ha escrito Sentir, un libro lleno de herramientas y recursos para ayudar a vivir mejor las emociones.
Nacemos y vivimos los primeros años llenos de emociones, pero luego se nos educa en la racionalidad. ¿Por qué no nos educamos también en sentimientos?
Porque llevamos un déficit de siglos sin entender el afecto emocional del ser humano y no sabemos cómo hacerlo. No ha sido hasta los últimos años cuando se ha empezado a poner el foco en el tema de la salud emocional, de la salud mental. Hasta hace muy pocos años lo único que interesaba era el pensar y el hacer.
Cuando escucho hablar de emociones, siempre alguien al lado lo traduce como sentimentalismo. ¿Todo es lo mismo?
No. Cuando se habla de sentimentalismo hay como un deje despectivo, como si atender esto fuera caer en ñoñerías o ser poco fuerte, que es lo que durante siglos se ha dicho y se ha hecho: negar todas las emociones, porque se consideraban que estar sintiéndolas y atendiéndolas era ser débil. Y en absoluto es ser débil; las emociones las tenemos todos y las transitamos un montón de veces al día, porque vienen y van todo al rato; aprender de ellas y saber canalizarlas de una forma asertiva es indispensable para poder vivir una vida sana emocionalmente.
¿Qué ocurre, entonces?
Que la gente que se permitía sentir y expresar lo que sentía ha sido muy juzgada. Aunque cada vez menos, todavía se da ese juicio contra las emociones. No se puede llorar o cuando la gente llora dice perdón, me he emocionado. No hay que pedir perdón por llorar. Está bien sentir, pero existe ese juicio que ha hecho que un montón de personas crean que sentir no está bien. Además, el sentir no es algo homogéneo, cada cual siente a su manera en función de cómo es, de las experiencias que ha vivido en su vida, etc.
La racionalidad nos ayuda a tener menos picos emocionales, ¿pero sería mejor vivir con los ligeros altibajos de las emociones?
La racionalidad nos ayuda también a comprender, buscamos también la razón para ver cómo estoy, qué es lo que siento; nos ayuda a hacer toda la parte cognitiva relacionada con las emociones. Pero no se trata de si es mejor o peor vivir con el lastre de las emociones. Las emociones están, te gusten o no, las sentiremos; de lo que se trata es de poderlas vivir de una forma sana, transitarlas, sin que eso conlleve un dolor para uno o para los demás, porque muchas veces hay gente que aguanta tanto que cuando ya no puede aguantar más de tantas emociones acaba estallando e hiriendo a los demás. Se trata de no terminar así y poder transitarlas de una forma asertiva sin hacer daño a nadie. A veces vienen emociones más intensas que otras, pero sí sabemos que todo tiene su porqué.
¿Y cómo controlar esos altibajos para que en lugar de un problema sean herramientas y recursos de mejor vida?
Teniendo recursos para transitarlas y para ello, cada cual tiene que observarse y escucharse mucho y preguntarse qué necesita. Por ejemplo, si estoy sintiendo rabia, tengo que ser consciente de lo que estoy sintiendo; lo primero es ponerle nombre, algo que ayuda a ver esa emoción y saber de dónde viene, y luego ver qué necesito de esta emoción. Igual necesito estar sola, moverme porque estoy enfadada, porque el movimiento ayuda a canalizar esta energía... O tal vez hablar con alguien o ir a terapia porque resulta que llevo enfadada varios meses... Sea lo que sea, esta emoción está pidiendo un tipo de actuación.
¿Qué se puede hacer para que la rabia se vaya disipando?
Primero tener mucha autoescucha, saber qué me va bien, qué me ayuda y luego mucha práctica, porque las cosas importantes requieren de mucha practica para cambiar modelos y cosas que hemos hecho durante toda la vida; pasar de negar una emoción o no quererla sentir, a sentirla y canalizarla requiere tiempo y mucha práctica.
¿Si desarrollásemos mejor el control de nuestras propias emociones podemos acompañar mejor las emociones de los demás?
Sin duda. No se trata tanto de controlar lo que siento, porque esto tampoco sería recomendable, sino de aceptar mejor que sentir no es algo malo y que puedo experimentarlo y transitarlo, que tengo recursos. Si tengo una mejor autorregulación emocional podré ayudar mejor a los demás. Porque cuando estas personas sientan emociones intensas, yo que ya lo he experimentado y que también lo sé transitar en mí, podré acompañarles sin juzgarles, sin miedo. Obviamente, todo empieza en uno. Lo que has empezado e integras luego te es más fácil llevarlo a la práctica, al exterior, con los demás.
Al analizar un problema, las herramientas racionales son claras, ¿lo son también las emociones del sentir?
No. Todo lo relacionado con las emociones no es claro, porque a veces vienen emociones inconscientes. Nuestro inconsciente evoca emociones por algo que has visto, por algo que te han dicho y que tú no llegas a entender. Y te preguntas por qué te sientes así. En el terreno emocional, no todo se puede comprender, pero la actuación que tienes que hacer es la misma, tanto si lo comprendemos como si no: es sentirlo, canalizarlo de forma asertiva.
¿El control de las emociones es innato o se puede aprender?
No es innato. Claro que no. Tenemos que aprenderlo, pero también tenemos que haberlo visto. Los niños aprenden desde el ejemplo. Lo que veo desde los cero a los siete años es lo que integro como lo que hay que hacer. Por lo tanto, si mis referentes: mis abuelos, padres, maestros... tienen una buena gestión e inteligencia emocional yo voy integrando esto como algo que es a lo que yo quiero llegar. Si en vez de eso se desbordan, cuando esa persona sea adulta, de forma inconsciente, hará lo mismo, repetirá el patrón. Por eso es tan importante que los adultos primero seamos un buen ejemplo de gestión emocional y luego enseñemos también a nuestros hijos y a los alumnos a saber qué hacer con lo que sienten. Les tenemos que dar herramientas, dar nombre a lo que sienten, validarles, ayudarles a identificar todo su mundo interno para que poco a poco ellos vayan teniendo más recursos para ir siendo más asertivos a nivel emocional.
En Sentir hay unos resúmenes y unas guías prácticas. ¿Cree que serán buenos recursos para controlar nuestras emociones y la comprensión de las emociones de los demás?
Creo que son buenos recursos no para controlar las emociones, sino para aprender de ellas para pasar a la práctica. Los libros de ensayo, de no ficción, son muy teóricos y la teoría la puedes entender, pero si luego no puedes llevarla a la práctica igual no te sirve. Salta el automático con cosas que igual no queremos hacer, pero lo hacemos porque lo hemos visto toda la vida. Para poder cambiar patrones es necesario hacer muchos ejercicios de práctica para que vayamos instalando en nuestro organismo otras formas de hacer las cosas. Sin práctica no hay la transformación de la teoría.
Con frecuencia se dice que dejarse dominar por los sentimientos no es la mejor forma de solucionar los problemas. ¿Qué respondería a los que utilizan este argumentario?
Estoy de acuerdo, las emociones no somos nosotros. Nosotros somos mucho más que sólo lo que sentimos. Y si lo que sentimos nos gobierna, actuamos de una forma inconsciente y totalmente desproporcionada, porque las actuaciones que se derivan de las emociones, cuando estas son intensas, pueden ser incorrectas o erróneas. Por lo tanto, no se trata de dejarnos gobernar, sino de sentir que quien lleva el timón soy yo, no mis emociones.