Saber que se está en la etapa final de la vida puede suponer un gran impacto emocional que afecte tanto a la persona que enfrenta la muerte, como a sus seres queridos. A menudo, esta circunstancia lleva a situaciones de ansiedad, tristeza y miedo. Preguntas sobre qué sucederá después del fallecimiento y cómo será el proceso de final de vida pueden generar tensiones emocionales. Muchas personas se enfrentan, en esos momentos, a una reflexión sobre la representación de sus vidas y buscan un sentido más profundo a su existencia.

Las personas allegadas pueden padecer una angustia considerable al encontrarse ante la pérdida inminente de su ser querido. Igualmente, pueden experimentar sentimientos de culpa o remordimientos relacionados con pensamientos, sentimientos o intenciones no dichas o no hechas, así como preguntas sobre si podrían haber hecho más para ayudar.

En estas situaciones, el proceso de duelo no siempre comienza después de la muerte; a menudo, los familiares comienzan a experimentar el duelo mientras el ser querido aún está vivo. Este proceso puede ser complicado y desafiante desde el punto de vista emocional.

Irati Gallo. Psicóloga sanitaria IMQ Igurco Zorrozgoiti.

Irati Gallo. Psicóloga sanitaria IMQ Igurco Zorrozgoiti. IMQ Igurco

Es importante reconocer que el impacto emocional del final de la vida es único para cada persona y su entorno. De esta manera, es necesario ofrecer un buen soporte emocional a la persona, así como a los familiares, abordando las necesidades específicas, creando un entorno que fomente la compasión, la dignidad y el bienestar emocional. Para ello, algunos aspectos claves, son:

  • Fomentar, desde la institución, una comunicación abierta y honesta, proporcionando información clara sobre la situación médica y el proceso de morir. Se ha de respetar siempre la autonomía de la persona y apoyar sus decisiones, tanto en términos de tratamiento médico como en asuntos personales. Esto ayuda a la persona a mantener un sentido de control sobre su propia vida.
  • También es conveniente favorecer la conexión interpersonal. Para ello, es importante proporcionar espacios seguros en los que la persona pueda expresar sus pensamientos, emociones, preocupaciones existenciales o preguntas sobre el final de la vida y la muerte. Esto implica escuchar activamente, reconociendo y validando los sentimientos de la persona, ya que le ayuda a sentirse comprendida y aceptada.
  • Facilitar la creación de recuerdos positivos, ya sea a través de la organización de reuniones familiares, la grabación de mensajes o la conservación de momentos especiales, puede ser igualmente positivo. Las experiencias compartidas, las conversaciones significativas y la reflexión sobre la vida pueden proporcionar un sentido de plenitud y cierre.
  • Posibilitar el acceso a una atención espiritual o religiosa adecuada a las creencias y demandas de la persona que se encuentra al final de la vida puede proporcionar apoyo espiritual y consuelo, cuando es requerida, y atender las posibles inquietudes trascendentes que se puedan presentar.
  • Por último, es fundamental proporcionar apoyo emocional a los familiares antes y después del fallecimiento. Esto puede incluir servicios de duelo individualizados, la disposición de información sobre servicios funerarios y la disponibilidad, por parte de los profesionales, para atender preguntas y preocupaciones.

En conclusión, el soporte emocional a lo largo del proceso de fallecimiento debe ser integral, siendo necesario que pacientes, familiares y cuidadores reciban un apoyo emocional constante y profesional para mejorar los cuidados, trabajando la asimilación, la aceptación y la adaptación a los cambios que se van produciendo. Asimismo, se han de abordar las necesidades emocionales y espirituales, creando un entorno que respalde la dignidad y el bienestar en esta etapa crucial, tanto de la persona en proceso de final de vida, como de sus allegados.