"El Bidasoa es el último río mágico de los vascos”, estas palabras del inigualable Luis Pedro Peña Santiago son, a mi parecer, una de las mejores definiciones que he leído de este río. El Bidasoa posee un extraño magnetismo, una idiosincrasia personal, que ha marcado de forma indeleble a quienes habitan en sus riberas, si bien es cierto que, actualmente, estas particularidades van desapareciendo engullidas por la globalización desmesurada. Hasta tal punto ha sido un territorio particular que se le ha denominado el “País del Bidasoa” e incluso, como dijo Pío Baroja, “La República Independiente del Bidasoa”, un lugar sin moscas, ni frailes ni carabineros. El Bidasoa es un auténtico universo magnético y embaucador, pleno de secretos extraordinarios, misterio y belleza. Hoy nos vamos a sentir la bruma del río mágico, caminando hacia las cumbres que lo custodian, en busca de la geografía insólita, realizando una ruta lineal, que nos llevará desde Endarlatsa, hasta el área recreo de Gorostardi, en Irún.
Llegados al barrio de Endarlatsa, perteneciente la localidad navarra de Lesaka, buscamos las señales del aparcamiento habilitado, donde estacionamos. A la vera del Bidasoa, muy cerquita de la ermita de Endarlatsa, unas escaleras dan acceso a un camino que comienza a ascender decididamente bajo la atenta mirada de una semiderruida torre de vigilancia. Caminamos por terrenos del Parque Natural de Aiako Harria, ascendiendo entre árgomas, para introducirnos en un bosque que, por tramos, nos permite disfrutar las vistas que se abren sobre el valle del río. El sendero pasa junto a una borda y topa con una pista, que abandonamos rápidamente en una marcada curva. Seguimos el ascenso y llegamos a otra torre, conocida como torre de Pika.
Estamos en una zona fronteriza que durante muchos años fue testigo de batallas y combates; los torreones venían a vigilar estos pasos de muga. Tomamos una pequeña cresta, que nos va acercando hacia lo alto del cordal a medida que las vistas se van abriendo paulatinamente. Cruzamos una pista que se dirige a un caserío cercano y seguimos dirección NW. Para salir a terreno despejado y continuar un mantenido ascenso que lleva a un pequeño bosque de alerces, justo antes de alcanzar la cima de Pagogaina, de 482 metros. Nos recibe un vértice geodésico, así como los restos de fortificaciones militares del siglo XIX que se construyeron en previsión de una nueva invasión francesa. La fortaleza se edificó sobre una torre octogonal de dos plantas. De cada lado mayor, salían naves rectangulares cubiertas, formando un recinto en forma de cruz que podía acoger a unos 10 soldados. Pero lo que llama nuestra atención es el panorama que se abre antes nuestros ojos. Peñas de Aia, Erlaitz, las cumbres del Bidasoa... una delicia para los sentidos. Descendemos por las praderas herbosas, en dirección NW., y llegamos al motivo que nos ha traído hasta aquí: la llamada “Piedra de los Desertores”. Este curioso monolito se encuentra junto al centro de información Lapuriturri, a la vera de la carretera que desciende en dirección a Irún, desde el Castillo del Inglés.
Ficha práctica
- ACCESO: La carretera NA-121 A llega al barrio de Endarlatsa desde la AP8 en Irún, o desde Oronoz-Mugairi. Al área de recreo de Gorostardi, llegamos por la carretera que une el paraje del Castillo del Inglés con Irún.
- DISTANCIA: 4 kilómetros.
- DESNIVEL: 480 metros.
- DIFICULTAD: Media.
Aromas militares
Estamos ante uno de esos curiosos misterios que atesoran nuestras montañas. Esta piedra arenisca, es en realidad un mojón datado en el siglo XVIII. Hasta aquí nada nuevo, pero si nos acercamos a la estela, veremos que tiene tallada una inscripción en una de sus caras y aquí es donde estriba la curiosidad, porque reza así: “DESDE/AQUÍ LA/DESERCI/ON TIE/NE PE/NA DE/ LA VIDA”
Es decir, se trata de un aviso a aquellos soldados que tuvieran la intención de desertar, ya que la piedra está muy cerquita de la frontera. Probablemente, la piedra estaría relaciona con el cercano fuerte de Erlaitz. En un momento histórico de profundos enfrentamientos bélicos, sería habitual la deserción buscando huir de la sinrazón de la guerra. La piedra les recordaba lo que podía suceder si mantenían esa intención de fuga.
Tras disfrutar del misterio de la piedra, seguimos con la ruta, para lo que cruzamos la carretera y enfilamos directamente la cuesta que tenemos frente a nosotros. Ascendemos con calma, pasando por un búnker que formaba parte de un cinturón construido durante el franquismo, con el objetivo de asegurar la frontera de un presunto ataque de tropas aliadas. Vemos también los restos de una torre de vigilancia y alcanzamos la cima de Erlaitz. En las inmediaciones de la cumbre de 497 metros de altura, se levantan los restos del fuerte de Erlaitz, proyecto fallido iniciado en el año 1891. La intención era crear una fortaleza, que formara parte del “Campo atrincherado de Oiartzun”, compuesto por ocho baterías fortificadas. Solo se llegaron a construir tres de ellas, San Marcos, Guadalupe y Txoritokieta, que aún hoy podemos ver. En esta fortificación debían acuartelarse unos 300 efectivos, y se pensó en protegerlo con un foso perimetral.
Para rematar la ruta, descendemos por la ladera herbosa, en dirección SW., para llegar al aparcamiento junto a un área recreativa de Gorostardi, donde terminamos el caminar.