Tiene solo alrededor de 50 habitantes, pero Calatañazor es una de las localidades más hermosas de la provincia de Soria. Ligada históricamente a la supuesta batalla que perdió allí Almanzor, es famosa por la cuidada arquitectura medieval de sus casas y edificios, su rollo y un castillo que se eleva sobre el valle.
Situada al oeste de Soria, Calatañazor pasó a la historia por acoger la victoria de las tropas cristianas sobre Almanzor, quien fuera canciller del Califato de Córdoba. La primera… y la última, allá por el año 1002. Si es que existió. De ahí el dicho de “en Catalañazor, Almanzor perdió su tambor”. Su historia y un busto en su recuerdo brotan a cada paso que se da por esta localidad en cuesta, situada en un alto coronado por su castillo.
El pueblo, cuyo nombre podría derivar del término árabe Qal’at an-Nusur que significa “castillo de los buitres”, recibe al visitante orgulloso y elevado entre los riscos sobre los que se asienta su castillo, un fortín en buen estado de conservación, abierto al turismo –y al vuelo de algún ave carroñera– y desde el que se divisa el Valle de Sangre, a kilómetros de distancia.
No solo el castillo remite a la Edad Media, sucede también con su arquitectura popular, la de sus cuidadas casas y calles, que remite a la época con sus entramados de madera de sabina y adobe, entre paseos sobre cantos rodados. Y merece también la pena admirar la curiosa forma cónica de las chimeneas.
El paseo en ascenso conduce a la plaza de la localidad, donde se ubican el consistorio y el rollo medieval, en el que se exponía al escarnio público a los malhechores. Calatañazor tiene un aparcamiento en su entrada y cuenta con El Palomar, un bar-restaurante para avituallamiento.
Además, dispone también de una tienda de recuerdos y otra en la que se pueden adquirir productos de la zona, de quesos a embutidos como salchichón, miel y los magníficos torreznos de Soria, que todo visitante debería probar.