PARA llegar a Cuevas del Agua, coqueto, pequeño y escondido pueblo asturiano integrado en el concejo de Ribadesella, se tiene que atravesar la Cuevona, una cueva natural espectacular de 300 metros de longitud y abrigada por masas de roca calcárea centenarias. Aunque al estar asfaltada se puede recorrer en coche, es recomendable hacerlo a pie y disfrutar de la belleza de este fenómeno natural.
Quien recorra el concejo asturiano de Ribadesella y se desvíe unos siete kilómetros hacia las Cuevas de Tito Bustillo antes de visitar localidades como La Huertona y Sardalla, se puede dar de bruces con una imprevista cueva en el camino. Lejos de marcar el fin del trayecto por el concejo, el descubrimiento abre un nuevo mundo de posibilidades al atravesar esta cueva, que los lugareños denominan la Cuevona y supone la puerta de acceso a la aldea Cuevas del Agua.
De las escasas cuevas que se pueden transitar en vehículo rodado, la Cuevona ofrece al visitante 300 metros serpenteantes en los que nos sentiremos rodeados por espectaculares formaciones calcáreas, así como la antigua vida ligada a la oscuridad, y al arroyo adyacente. Estalactitas, estalagmitas o coladas son algunas de las formaciones que por su belleza y singularidad llegan en algunos casos a recibir nombres como La lengua del diablo o Las barbas de Santiago.
Esta enorme cavidad natural fruto de la erosión lenta y continua causada en la roca por el paso del tiempo está asfaltada, lo que supone algo inusual que embellece el paso a pie de los visitantes entre el ruido del arroyo que fluye cerca. Es un tramo de unos 300 metros de longitud y que aparece bien iluminado artificialmente, lo que permite disfrutar de los relieves y colores de la piedra calcárea de esta obra de arte realizada por la naturaleza.
El pueblo
Una vez dejada atrás la Cuevona con sus estalactitas, estalagmitas, columnas, coladas, algas, hongos y líquines, además de algún murciélago puntual, se accede a la aldea, situada al pie de la montaña y a orillas del río Sella. Aparece como una aldea perdida o escondida, de cuento, con esa típica estampa de los parajes rurales de antaño, donde se tropieza uno con múltiples hórreos situados entre las casas, personas a caballo, animales en los caminos y floridas estampas.
Desde Cuevas del Agua, cuya población no llega al centenar de vecinos, se pueden recorrer numerosas rutas y paseos, como la de los molinos, que parte de la propia aldea y permite conocer su funcionamiento. Además, el visitante puede reponerse en el propio pueblo con algo de picoteo y tomando unos vinos en un ambiente rural y relajado.