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Biribilketa

No odiéis a los héroes ajenos

En los últimos días he estado en un tris de ceder a la tentación de arremeter con inquina contra algunos referentes mediáticos, auténticos héroes del deporte o estrellas del espectáculo, que tienen por costumbre publicitar sus opiniones sociales y políticas o, simplemente, ponerlas en evidencia por un desliz o por concederse a sí mismos un exceso de importancia.

No les pido autocensura ni somos los periodistas pecadores menores de esa costumbre y también apostolamos –mea culpa– lo nuestro. Pero, si me atrevo a tirar la primera piedra es porque entre mis muchos defectos no está exponer mi ego en redes sociales: no siento vocación de mostrar a un público anónimo cuánto me divierto, cuánto me preocupo o cuánto me indigno –no digo ya qué pantalones visto– y mucho menos flotar, o directamente hundirme, en el torrente trendy de despellejadores del momento.

Así que ahora, cuando hemos descubierto que la red social de Elon Musk es un hervidero de ideas pútridas y antisociales, no necesito darme de baja porque, como dicen en las carreras de caballos, no soy de la partida. Ni siquiera me da por odiar de golpe y porrazo a quienes indican a quién odiar o a quienes les hacen caso. A algunos de los más célebres odiadores no les tenía en estima antes y no voy a gastarme en denostarles ahora con nombres y apellidos.

Muchos son héroes ajenos por su celebridad, como apuntaba más arriba. Admito que no me resulta fácil olvidar que un mago del balón puede ser un arrogante irrespetuoso aunque abandere loables campañas antirracistas, o que uno de la raqueta puede –por convicción o falta de información (lo segundo puede tener arreglo, lo primero no)– aplaudir como patriotas a los salvapatrias que hacen negocio siéndolo o esconden su despotismo tras ello. Así que no odio a los héroes ajenos; bastante tengo con los míos.