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Biribilketa

Votad, zánganos, por curiosidad

La pereza que se ve en la calle ante las elecciones al Parlamento Europeo desborda los clichés habituales de “no nos representan”, “no arreglan lo mío” y el imperecedero “a mí es que no me interesa la política”. A mí también me pide el cuerpo zanganear el 9 de junio, fíjate, a quién se le ocurre si lo mismo hasta hace buen día. Pero, cuando casi he cedido mi voluntad a la galbana, hago acto de contrición y me obligo a buscar motivos para acudir al colegio electoral y no a la playa.

No me los dan los términos del debate político entre los partidos españoles. De lo escuchado en campaña me quedan retazos a cual más desasosegante. Hay quien me dice que le tengo que votar porque, si no, vienen otros peores, que es algo que da miedo pero que tampoco compromete soluciones; otros sostienen que es preciso votarles en Europa para desalojar al inquilino de Moncloa, que ya es dar rodeo para un puro quítate tú para ponerme yo. Los hay también que insisten en que tengo que darles asiento allí para que me arreglen la sanidad y la educación aquí, que es lo mismo que me han venido diciendo cada vez que he tenido que elegir alcalde, diputados o lehendakari; o sea, que piensan seguir pasándose la bola. Y he escuchado incluso que tengo que elegir a unos que van a parar la violencia en Ucrania y en Gaza reduciendo las armas en Europa y porque, además, lo desean mucho.

Yo quiero casi todo eso y más, pero de muchos eurodiputados vascos que quieren repetir también he visto su actuación en legislaturas anteriores de la Eurocámara. La suma de los Iturgaiz, Barrena, Zarzalejos, Pagazaurtundua,... a duras penas suma la de la incombustible Izaskun Bilbao: preguntas, iniciativas, intervenciones, propuestas... Así que me ha entrado curiosidad por la colmena europea y creo que mandaré allí a alguien menos zángano que yo. Conociéndome, no debería ser tan difícil.