El profe de los 25 maratones
Después de aparcar la bici y a un ritmo de cuatro o cinco al año, es el hombre maratón. Ha cruzado la meta del más alto de Europa y en junio hará el más septentrional
PARECE nacido para correr aunque no sea keniata. “Antes andaba mucho en bici y hacía cicloturismo, y de vez en cuando me daba por correr algún maratón. Pero desde 2014, por un problema de espalda, no disfruto de las dos ruedas porque voy incómodo y he retomado las carreras”, explica Javier Sánchez- Beaskoetxea. Así que ni corto ni perezoso, se aficionó a hacer running durante ¡42,195 kilómetros! Nada, una bagatela. A sus casi 56 años, con una altura de 1,76 metros y -cuando está en forma- un peso de 66/67 kilos, este profesor de la Escuela de Náutica de Portugalete, asegura que para ser maratoniano no hace falta llevar una vida espartana. “Si tu objetivo es terminar, haces deporte regularmente y te da lo mismo acabar 15 minutos antes o después, tampoco tienes que sacrificarte mucho, solo cuidarte un poco”. Con estas credenciales, ayer presentó un libro donde relata la técnica y la práctica real a través de cada uno de los 25 maratones que ha realizado. Desde los míticos de Nueva York o Berlín hasta el espectacular recorrido del Stelvio, cuya meta está en la cima de este puerto a 2.758 metros de altitud, en el Tirol italiano, lo que le convierte en el maratón más alto de Europa. “Los maratones de ciudad tienen un perfil bastante parecido, aunque el millón de personas aplaudiendo todo el rato en Nueva York proporciona una motivación extra”, recuerda.
En junio, realizará en Noruega el que está más al norte. “En 2015 empalmé cinco en cuatro meses, y luego hice otro más en septiembre. El año pasado hice tres y este año tengo programados ya otros cuatro. Tampoco los corro muy rápido, prefiero hacer varios más tranquilos que uno solo a tope”, explica Sánchez-Beaskoetxea, demostrando que si se quiere, se puede. Correr un maratón urbano o alpino supone una prueba física y emocional de alta intensidad que él supera con creces. “El año pasado el maratón más rápido lo corrí en 3 horas 50 minutos. Podría haber hecho una mejor marca pero había estado enfermo. El de Milán, en abril, podré terminarlo en 3 horas 45 minutos”, confía. Además de las barreras fisiológicas hay barreras mentales. “Siempre se habla de que el muro del maratón está en torno al kilómetro treinta o treinta y algo. Pero yo he tenido maratones en los que los kilómetros más rápidos han sido los diez últimos y he acabado muy bien. Depende del ritmo que hayas llevado hasta ese momento, de cómo te hayas preparado y de lo que hayas comido. Precisamente lo que más me gusta de esta prueba es que hasta el final no sabes si vas a acabar. Puedes ir muy bien en el kilómetro 35 y en el 37 tener que ir caminando porque estás hecho polvo”. Lo dice él que no se ha retirado nunca.
Para estos atletas, la parte mental juega un papel decisivo. “En las carreras largas de fondo es muy importante. Hay que saber esperar, no salir a un ritmo demasiado fuerte porque así es posible que en los últimos kilómetros tengas un desfallecimiento o no acabes la carrera”. Por eso, recomienda paciencia y tener la cabeza fría para mantener el ritmo.
Los mandamientos, como la teoría, parecen fáciles. “Lo primero es tener ganas, es decir, estar motivado. Luego, entrenar con cierta cabeza, no hay que atragantarse de kilómetros en dos meses. Hay que correr la distancia adecuada para cada persona. Saber dónde estás y saber dónde quieres llegar”, proclama. Y sobre todo, un consejo básico. “Cuidarte, entrenarte sin exagerar y el día de la carrera, llevar un ritmo para el que estés preparado y comer, porque si no comes nada al de 30 kilómetros se te acaba la gasolina”, afirma este escritor, corredor popular, cicloturista y deportista incombustible.
Más en Qué mundo
-
Sufren un terremoto en una iglesia evangélica y piensan que es Dios: "¡Más fuerte, padre!"
-
Descubre las maravillas del municipio más grande de Bizkaia y el cuarto de Euskadi
-
Se enamora del director de una funeraria y acude a entierros durante año y medio hasta conquistarlo
-
Le entregan los huesos de su padre fallecido y se va con ellos a una discoteca de Valladolid