Periodistas del País Vasco, notarios de la actualidad
El cuarto poder es una realidad, la cuestión es saber dónde está. Por si acaso estuviera en los mismos periodistas, DEIA se cuela en los entresijos de la propia profesión
CORREN malos tiempos para la libertad de expresión. Los periodistas, como notarios de la realidad, lo saben de primera mano. Para conocer sus inquietudes nos acercamos a la Asociación de Periodistas Vascos-Euskal Kazetarien Elkartea y al Colegio de Periodistas del País Vasco-Kazetarien Euskal Elkargoa. Es su reunión antes de las vacaciones estivales. Hace calor, pero están tranquilos, nada acalorados. La realidad es fría y acalorarse solo elevaría la tensión de las informaciones sesgadas que nos inundan cada día.
Todos los miembros de la junta directiva reconocen “a coro” que “hemos perdido el sentido de la importancia del impacto de la profesión en la sociedad; en realidad, que hemos malgastado el control”. “En parte por tertulianos y periodistas dóciles, bien avenidos al dueño”, sostiene el veterano periodista José Ramón Epelde, pero sobre todo “porque los editores más que a la verdad están respondiendo a los hilos político-económicos, donde domina la mentira o la verdad objetiva no es un valor en sí mismo, sino algo mudable según intereses”, recalca Nekane Vado.
Lo que sucede con las informaciones acerca del rey emérito, el Campechano para algunos, comisionista para la mayoría, es el paradigma de una ley del silencio pactada, y, peor aún, de la ley Mordaza aprobada en el Parlamento español, aplaudida por los partidos mayoritarios. “Ahora interesa saber lo que hizo el viejo, pero al parecer desligándolo de lo que sabía o hace ahora el joven. Es solo un ejemplo, como las condenas a Valtonyc, por insultar a la Corona, o los tres millones recaudados en multas administrativas por simples opiniones”, reconoce la vicedecana y politóloga Amaia Goikoetxea, que como periodista y ciudadana pide que se recupere la senda de la democracia, “porque vivimos en una época de mucho fraude, mucha corruptela, demasiadas mentiras y pocas verdades”, remata Nekane Vado.
En este carro entraría la defensa de ciertas posiciones hacia las mujeres hace unos años y ahora, la benevolencia hacia los actos franquistas de violencia y los posicionamientos en contra de otros carteles pidiendo justicia en la memoria histórica. “En este cúmulo con mucha frecuencia de información atropellada es donde ha calado la idea de que lo que se publica es lo que quiere el capital político-económico, resulta muy difícil, sumamente difícil, prestigiar la profesión periodística”, indica Juanma Gutiérrez. ¿Es posible recobrar prestigio? “Sí, pero sin leyes mordazas, ni acuerdos de silencios pactados, ni editores ni periodistas vendidos y, por supuesto, con un prestigio que pase por reconocimiento en salario y condiciones profesionales de los periodistas, de todos, no solo de los grandes popes. No puede ser que las calles estén llenas de periodistas en paro y los bares repletos de compañeros sirviendo copas”, sostiene el decano, Txuscan Coterón, en sintonía con Goikoetxea, el vocal Sergio Martínez y el resto de la junta. En esa tesitura de ley Mordaza, periodistas vendidos o autocensurados, editores conmilitones de las finanzas y de los políticos, los periodistas pueden observar “que la sociedad no devuelve lo que el periodismo le da, aunque tal vez lo que está devolviendo es esta información sesgada que les llega”, dice Arturo Trueba, vocal del Colegio y director de La Ría del Ocio.
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