Superan el millar, pertenecen a los más diversos estratos sociales y son originarios de lugares tan diferentes como Siria, Kurdistán, Afganistán, Armenia, Irak o Palestina. Entre ellos hay bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos pero todos tienen un objetivo común: huir de las cruentas guerras que asolan sus países y que un día les obligaron a dejar atrás la que hasta entonces había sido su vida. La persistente amenaza de las balas y las bombas no les dejó otra alternativa que abandonar sus hogares pero, a pesar de la enorme dificultad que entrañaba esa decisión, la adoptaron con la ilusión de poder iniciar una nueva vida en suelo europeo.

Son las personas que un día, en varios casos hace ya más de un año, recalaron en el campamento de refugiados de Katsikas, al norte de Grecia. Llegaron exhaustas y tras unos terribles viajes que muchos de sus compañeros no pudieron culminar; pero también con el convencimiento de que al pisar tierra europea iban a poder empezar a cumplir su sueño.

Lo apostaron todo por ello, pero la exasperante lentitud de la Unión Europea a la hora de agilizar los trámites de asilo que les permitirían poder continuar con su viaje, les ha llevado a limitarse a subsistir en unas condiciones infrahumanas de las que aún confían en poder escapar.

Al igual que en otros campos de refugiados como los existentes en Calais, Lesbos o Chios, la labor de los voluntarios resulta fundamental para que las personas asentadas en Katsikas no pierdan la esperanza. Entre quienes trabajan de manera desinteresada para aliviar su situación está el grupo de voluntarios de Hondarribia, que en los meses precedentes había enviado al campamento griego mesas, sillas, colchonetas, hamacas infantiles, bidones de agua y toneladas de ropa y que ayer mismo remitió nueve máquinas de coser: tres de ellas donadas por particulares y las seis restantes por la empresa eibarresa Alfa.

un taller de costura Las máquinas, que serán enviadas “a través de la ONG Olvidados” al campamento griego, se incorporarán a un taller de costura que están montando voluntarios “de todo el mundo” con el doble objetivo de “proporcionar una ocupación a las mujeres refugiadas y de darles la posibilidad de que arreglen la ropa que les envían para que puedan vestirlas con dignidad”, explica Marije Zapirain.

Las nueve máquinas de coser remitidas desde Hondarribia (entre ellas hay una industrial y dos remalladoras) ya se encuentran junto con otro material en un camión fletado por la citada ONG rumbo a Katsikas.