MERCEDES Sierra, que podría ser la mujer más longeva de Bizkaia, celebró ayer su 107 cumpleaños de la misma forma que ha conducido toda su vida: con sencillez y sin alharacas. Estuvo rodeada de su hijo José Luis y de la gran familia que componen las personas que viven con ella en la residencia de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, la que está cerca del alto de Santo Domingo. La víspera pasó un mal día pensando en lo que se le venía encima, ya que a Mercedes nunca le ha gustado ser protagonista de nada. “Las emociones le afectan mucho”, decía su hijo mientras ella asentía con la cabeza. Al final, todo quedó en una misa, con mensaje de felicitación del obispo Mario Iceta incluido, una comida especial y una tarde algo más entretenida que de costumbre. Mercedes acabó la jornada algo abrumada por las muestras de cariño y pensando que, como dijo, “ya he vivido suficiente”. Y cuando le preguntamos cuál es el secreto para vivir tantos años responde sin titubear: “No hay ningún secreto”, aunque tras un silencio añade: “No sé, yo soy de poco comer”.

Las personas que le conocen, como la religiosa Elisa Zallo, aseguran que su secreto es que “es una persona muy buena, y por eso, irá al cielo”. De hecho, ella no le tiene miedo a la muerte. “Estoy tranquila”, dice, “esperando que llegue el día”. Pero por ahora va a tener que esperar porque Mercedes se encuentra bien de salud y de cabeza, aunque algo dura de oído. Por eso nos advierten que “hay que hablarle alto y claro, y luego ella contesta”. Así es, va desgranando su vida.

Mercedes llegó a Bilbao con 18 años procedente de Bárago, una pedanía de Vega de Liébana, al pie de los Picos de Europa. Se puso a trabajar en el servicio doméstico. Según recuerda su hijo, “estuvo unos doce años en la casa de los Urquijo, una familia importante de Bilbao”. Y como una de las pocas distracciones que tenía la gente que trabajaba en casas ajenas era ir al chicharrillo de La Casilla, allí conoció a su marido, que llegó a ser jardinero del Ayuntamiento de Bilbao antes de pasar unos cuantos años represaliado por haber defendido la legalidad republicana. Se casaron. Eso sí que lo recuerda muy bien. “Yo tenía 26 años y fue en la iglesia de san Antón, donde nos casó el sacerdote de los gitanos”, cuenta con una leve sonrisa. El matrimonio se fue a vivir a Irala, iniciando así una relación que duró hasta hace 25 años, cuando falleció su marido. De esa unión nacieron dos hijos, uno con síndrome de Down, que falleció cuando tenía 59 años, y José Luis, presente en la conversación. Así que cuando le pedimos que haga un balance de su vida dice que “tengo más recuerdos tristes que alegres”. Pero su hijo interviene para aclarar que “sí, ha pasado mucho, pero ella siempre ha sido muy optimista, aunque desde hace un año ha bajado mucho anímicamente”.

También ha bajado el pistón en una actividad que deslumbró a los residentes. “Me ha gustado hacer punto y ganchillo, y desde que estoy aquí he hecho bufandas del Athletic”. Su hijo apunta que “habrá hecho unas 57”. Pero ya no maneja las agujas “porque se me cansa la vista”. Un inconveniente que también le impide leer el periódico, otro de sus entretenimiento preferidos. Lo que no echa en falta, por culpa de la pérdida de visión, es la televisión. “No me va”, concluye Mercedes, una centenaria sin secretos.