Si hubo ayer un protagonista en la Azoka de Durango, ese fue Jon Irazabal, el que durante 30 años ha sido el alma máter de la feria. Sensaciones y recuerdos se agolparon en el que fue su último balance provisional, donde recibió el cariño de sus compañeros. Su despedida no es un adiós en toda regla sino un hasta luego. "No ha sido una decisión difícil porque desde hace cuatro años era plenamente consciente de que tenía que haber una renovación para que la feria perdurase. Además, tampoco me marcho. Sigo en Gerediaga Elkartea y continuaré teniendo responsabilidades de segundo orden en la feria", explicó un emocionado Irazabal que añadió que a partir de ahora tendrá "más tiempo" para dedicarse "a otras grandes actividades de Gerediaga, que es el Duranguesado".

Después de pasar "tres quintas partes" de su vida, entregó el relevo a "un hijo" de la Azoka ya que Aiert Goenaga tiene 30 años, prácticamente los mismos que Irazabal ha estado en la dirección. "Era necesario que una persona joven, con iniciativas y capacidad llevara a esta feria a donde la debe llevar. No sé si estará 30 años", apuntó.

Estas tres décadas se juntaron en su memoria donde los recuerdos "buenos" ocupaban un lugar privilegiado mientras que los "malos" están olvidados. "En estos momentos me acuerdo que en la 25 edición logramos que Xabier Lete volviera a los escenarios después de haber estado enfermo y casi retirado", contó Irazabal, que rememoró este acontecimiento: "Le pedimos a él junto con Antton Valverde que tocaran en el desaparecido cine Kurutziaga. Se subió al escenario y dio uno de sus conciertos históricos".

En el lado opuesto, "los fallecimientos inesperados" rompieron el discurrir habitual de la Azoka. Pero, sin lugar a dudas, Irazabal subrayó la época en la que tuvieron que luchar para que la Azoka se convirtiera en lo que es hoy. "Ha habido momentos tensos para este pueblo ya que muchas veces el mundo político interfería en la feria. Y lo que nosotros queríamos era una Azoka para todos, no para una parte de este pueblo", apuntó el hasta ayer director, que agregó que la feria "la construyó un pueblo pequeño".

En estas tres décadas al frente de la Azoka, Irazabal la ha visto crecer y desarrollarse. "Ha cambiado todo. La imagen se ha renovado, es más euskaldun, los libros son de más calidad... Además, en los años 80 no éramos tantos y los medios y el espacio que teníamos no era el mismo", resaltó Irazabal.

A partir de hoy, la última palabra ya no será la de Jon Irazabal sino que será la de Aiert Goenaga. "Dentro de unos días, cuando se tome ya alguna decisión y no me guste me tendré que callar porque el director es él. Tendré que asumirlo y adaptarme", reconoció Irazabal.

Se marchó por la puerta grande y con la certeza de que su trabajo había sido solo una pieza más del "equipo", que ha aguantado "todas las malas leches y el mal carácter". "Este trabajo individualmente no se puede hacer", sentenció.