All you need is democracy y, de música de fondo, el All you need is love de los Beatles. Ese fue el lema y la sintonía del reciente congreso anual del Partido Demócrata Europeo en Bilbao. Una cita en la que el PNV, miembro de la agrupación, acompañó a distintos líderes políticos, sociales e intelectuales de todo el mundo. Todas y todos bajo una clara consigna: actualmente, en todo el mundo, la democracia se encuentra en una encrucijada, asediada por los extremismos y los populismos de distinto cariz, y es momento de defenderla. Tal y como se subrayó varias veces, la democracia ni es un regalo ni es algo que se dé por hecho, es algo por lo que hay que luchar día a día, ya que, aunque no queramos creerlo, es manifiesta la posibilidad de perderla.

Las distintas ponencias y discursos del congreso conformaron un cuadro general de la situación actual en lo que se refiere a la calidad democrática del mundo. La europarlamentaria Oihane Agirregoitia comenzó afirmando un hecho indiscutible, el mundo está cambiando y con él cambiamos todas y todos, especialmente las regiones que conforman Europa. En el discurso de la europarlamentaria jeltzale se reflejó una de las ideas básicas del congreso, la necesidad de una Europa fuerte para poder hacer frente a los retos de un mundo cambiante que, junto a los riesgos económicos y políticos, debe encarar la pérdida de terreno frente a los populismos tanto de derecha como de izquierda. Europa debe ser, seguir siendo, el baluarte de la democracia, reafirmando, además y al mismo tiempo, que la libre participación política debe ser la única manera de que las distintas regiones del territorio europeo puedan afrontar de una manera humana, sostenible e igualitaria los retos que nos depara el cambio de época que vivimos.

Tras el discurso de Agirregoitia, el lehendakari Imanol Pradales trató la coordenada histórica. Para ello recordó al lehendakari José Antonio Agirre y su participación en la Conferencia de San Francisco, en la que fue el origen de la ONU. A Agirre y su generación también les tocó enfrentarse a los extremismos de su época, el fascismo y el comunismo, y ver cómo Europa y Euskadi ardían bajo las bombas de esos mismos extremistas. Al mismo tiempo, aquella generación vivió en sus carnes el autoritarismo de un dictador como Francisco Franco, que murió en la cama tras décadas de un régimen que sumió Euskadi en años de atraso económico, político y social de las que nos costó salir. La reaparición de nostálgicos de la dictadura nos debe poner en alerta.

A juicio de Pradales, para no caer en una nueva dictadura es necesario un nuevo liderazgo que vaya más allá de estados y capitales, que sea capaz de reforzar la autonomía de las regiones para aprovecharse del potencial de estas, acompañado todo ello con una nueva forma de gobernanza que logre encarnar los valores que han hecho de Europa un continente democrático. Los valores por los que lucharon el lehendakari Agirre y su generación. Paz, justicia social y libertad, deben ser también los que se enarbolen hoy en día para enfrentarlos a los extremismos de nuevo cuño que amenazan y ponen en peligro a los pueblos, naciones e incluso el proyecto entero de la Unión Europea.

Esto implica, como después explicó Thierry Breton, una apuesta por la confianza en las leyes, en las instituciones, es decir, en los valores democráticos y su encarnación en las instituciones que han permitido el surgimiento y desarrollo de la UE. Estos valores han sido los que han permitido la denuncia y crítica del genocidio israelí perpetrado en Gaza. Para Breton, este es el más claro ejemplo de la necesidad de resistir y responder a los desafíos de un mundo en el que ya no son las reglas y las instituciones las que dirigen las relaciones entre las naciones y los pueblos. Hoy en día es la ley del más fuerte la que manda en este nuevo mundo en el que rige un nuevo populismo. The time is now to fight, es la hora de luchar, clamaba el político francés, dejando clara la urgencia histórica en la que vivimos.

La necesidad de lucha se vio más claramente en uno de los paneles más interesantes del Congreso, el de los jóvenes activistas. En él se describía la defensa de la democracia llevada a cabo por jóvenes demócratas, activistas sociales y políticos por todo el mundo. Desde las protestas de la activista turca Esila Ayuik, que se enfrenta al autoritarismo de Recep Tayip Erdogan y exige la salida de prisión del encarcelado alcalde de Estambul, Ekrem Imanoglu; hasta una representación de militantes serbios que se enfrentan al régimen de Aleksandar Vucic a raíz de la tragedia sucedida en la estación de Novi Sad, un hecho que puso en evidencia la corrupción y el nepotismo del gobierno serbio, que no duda en reprimir a unos jóvenes que simplemente reclaman para su país un gobierno democrático que les asegure un futuro digno. Dos ejemplos, el de la turca Ayuik y el de los jóvenes serbios, de lucha radicalmente democrática que, arriesgando sus vidas, pone en entredicho la opinión generalizada de la apatía juvenil.

Quizás uno de los momentos más emotivos, pero a la vez más impactante del congreso celebrado en Bilbao, fue el de Caolan Robertson, el activista que trabaja en Ucrania denunciando la desinformación de los servicios del presidente ruso Vladímir Putin. Robertson alertó sobre lo que Europa se juega en Ucrania, algo más que la soberanía de un país. Ucrania, en opinión de Robertson, significa el asalto del autoritarismo respecto a la ordenación jurídica internacional. Las lágrimas vertidas mientras relataba lo que se lucha en el este de Europa y lo que esa guerra significa tanto para el pueblo ucraniano como para Robertson mismo, es un recordatorio de lo que Europa se juega en Ucrania, se trata, ni más ni menos, de la confrontación en el campo de batalla entre la democracia y el autoritarismo. En la guerra de Ucrania el conflicto va más allá de los kilómetros conquistados o perdidos, una victoria de Putin significaría una amenaza sobre los valores democráticos de todo el continente y del resto del mundo.

Hay que tener en cuenta que la batalla en la que estamos inmersos no se limita a la guerra de Ucrania u otras zonas azotadas por conflictos armados. Existen regímenes democráticos que están también en peligro, no por amenazas exteriores sino por razones políticas internas.

El antitrumpismo en EE.UU.

Uno de estos estados es Estados Unidos, uno de los lugares clave en los que se jugará el futuro de los valores democráticos a nivel global. Chris Mowrey, el joven activista antiTrump, dio testimonio de aquellos estadounidenses que se resisten a que el trumpismo lleve adelante su proyecto autoritario. Mowrey no solo encarna la conciencia y el activismo de los jóvenes norteamericanos, también da testimonio de los millones de compatriotas suyos que, resistiéndose al presidente, tratan de dar la vuelta a la situación política en la que está envuelto su país.

El caso norteamericano volvió a tratarse en el congreso en una de las aportaciones más importantes de la reunión. Para el analista político Alan Friedman, Trump es un desafío para el orden liberal en el que se ha basado históricamente la política norteamericana. Friedman es de la opinión de que la oposición a Trump está creciendo últimamente en Estados Unidos, más allá del efecto Mandani en Nueva York. Para el analista norteamericano, el caso de Nueva York no es representativo de lo que es la mayoría sociológica del país. La tendencia al cambio al que hay que prestar atención vendría de las recientes elecciones en Virginia y New Jersey, estados que han vuelto al bando demócrata. Para Friedman, en el vuelco electoral de estos estados se apreciaría el indicio de que algo está cambiando en el balance electoral norteamericano.

Sin embargo, y a pesar de que existe la esperanza del cambio a medio plazo, Friedman manifestó que el daño que ha hecho Trump en las instituciones democráticas y en el tejido social del país no será fácil de reparar, y el espíritu democrático del sistema político norteamericanos tardará generaciones en regenerarse. Los daños estructurales requerirán tiempo y esfuerzo para rehacer el tradicional vigor de la primera democracia moderna del mundo.

Como explicó el político japonés Yosuke Suzuki, con el meteórico ascenso del partido de ultraderecha Sanseito en los procesos electorales nipones una situación similar se está produciendo en Japón. El auge de Sanseito está escorando a la derecha aún más al partido hegemónico de Japón, como se ha visto con la reciente elección de la nueva presidenta, Sanae Takaichi. Sanseito está fomentando el autoritarismo del partido en el poder, el Partido Liberal Democrático. En este escenario, Friedman no duda en ver a Europa como el último fortín y bastión de los valores tradicionales democráticos.

La tecnología, campo de batalla 

Pero los embates contra la democracia no solo vienen de líderes populistas como Trump o Sanseito. El desarrollo tecnológico también crea amenazas que pueden alentar las políticas antidemocráticas. El franciscano Paolo Benanti, experto en nuevas tecnologías del Vaticano y asesor en la misma materia del gobierno italiano, expuso la dependencia que nuestras vidas están operando respecto a las nueva tecnologías y cómo estas pueden ayudarnos a mejorar nuestras vidas, pero, al mismo tiempo, pueden ser utilizadas de manera interesada por distintos agentes y pueden llegar incluso a influir en nuestros derechos, llegando, finalmente, a convertirse en mecanismos antidemocráticos de control y fragmentación de la sociedad. Benanti transmitió la necesidad de que las instituciones y los gobiernos regulen campos como la inteligencia artificial con el fin de evitar sus consecuencias más negativas. La democracia tendrá en el desarrollo de las nuevas tecnologías y la IA uno de sus grandes campos de batalla.

Fue la intervención de Aitor Esteban la que resumió de la mejor manera el mensaje trasladado por las diferentes voces. Retrotrayéndose al pasado, como hizo el lehendakari Pradales al inicio, el presidente del EBB subrayó la lucha contra el autoritarismo como algo inscrito en el ADN del PNV, que sabe lo que es luchar cara a cara con el fascismo y el totalitarismo, bien desde la guerra civil, pasando por la Segunda Guerra Mundial, el franquismo y la violencia de ETA. Esto es lo que ha hecho que las y los vascos aprendan la más importante lección que extraemos de la situación actual del mundo. La democracia no es algo garantizado, no es algo que se nos haya dado para siempre. Hay que luchar para conseguirla, pero ahora también estamos aprendiendo que también hay que luchar para mantenerla.

En una situación como la actual, donde no parece haber un proyecto de futuro común claro, los extremismos de ambos signos son la salida fácil. Pero, como dice Esteban, lo revolucionario hoy es reivindicar el centro, la moderación, la confianza en las instituciones. Las políticas de pacto deben sustituir a la confrontación. Solo el centro permite la estabilidad, el acuerdo, el respeto al funcionamiento y a las reglas de las instituciones. En eso consiste la democracia. Como apuntó Esteban, “el centro no es tibieza, es responsabilidad. Eso es lo que necesita Europa, pero también el mundo. El futuro es el centro. Ahí es donde encontraremos la verdadera democracia. Una democracia, que parece vivir su mayor desafío en un siglo. Un desafío que, además, no viene solo de ideologías antidemocráticas, también procede de las propias filas de los sistemas democráticos. Vienen tiempos oscuros. Pero no desfallezcamos, la democracia pervivirá. La generación de Agirre y compañía son un ejemplo de ello. Eso sí, si todos remamos a favor de ella…”