EL significado original del término inglés meeting (mitin) es reunión. En castellano se utiliza habitualmente con el matiz de encuentro político en el que las personalidades emiten discursos.
El Alderdi Eguna se caracteriza por los mensajes que ocupan páginas, debates y columnas en los medios de comunicación. Pero, tan importante como esa vertiente, que ayer de prolongó entre las 12.00 y las 13.15, resulta la materialización de la otra acepción de la palabra. Miles de personas se reúnen. Muchas se reencuentran. Y se abrazan. Se saludan. Vuelven a verse. Se cuentan lo ocurrido en sus vidas desde el anterior Alderdi. Sucede a largo de todo el día y en cada rincón de la campa.
Empieza a pasar desde primera hora. “Cuatro grados marcaba el termómetro del coche cuando hemos llegado”, decía Javier Loroño, de turno en la txosna de Txorierri. Detrás flotaba el aroma al maiz totado de los talos. “Aitor Aurrekoetxea, que sabe mucho del tema, nos ha dado un cursillo de hacer talos. Ya no están nuestras amas y no queremos perder ni pizca de calidad”, explicaba Amaia Arteaga.
A eso de las 10.30 empezaron a sonar los cencerros de los zanpantzar de Zubieta. Pasaban cubiertos con sus pieles de oveja junto a los cartelitos con el código QR de la web del Alderdi Eguna y los iconos de la aplicación para Android y Apple, además de otras informaciones tecnológicas. La tradición y la modernidad dándose la mano. La megafonía animaba a sacarse fotos en los marcos dispuestos al efecto y subirlas a los redes sociales con el hastag #AlderdiaGara. Llamaba la atención lo organizado y pautado de la jornada: zona de aparcamiento, facilidades para la prensa, servicios sanitarios y las txosnas con su sistema de TicketBai habilitado.
“Unos cincuenta voluntarios tardamos dos semanas en montar todo esto. Y cinco días más en desmontarlo. Cojo las vacaciones para poder colaborar”, detalló Jose Portillo.
El cielo, ambiguo al amanecer, evolucionó a un azul ligeramente salpicado con nubes blanca más propio de la primavera. Y eso que lo primero que sóno en la megafonía fue Eurie da de Gatibu.
La pradera, delimitada por el río Zaia al sur y la colina cubierta de encinas de Legarda al norte, en la que asomaba el campanario cuadrado de la iglesia de San Andrés Apostol de Legarda, se llenó de asistentes. Gentes de todas las edades, orígenes y vestimentas. Se veían kaikus de colores variados, camisas arrantzales, camisetas floridas, polos serigrafiados, gorras, viseras, txapelas y sombreros de copa y ala ancha, cabellos largos y muy cortos, coletas, trenzas, rastas y hasta flores en el pelo. Gente vestida para ir al monte, para ir de picnic o de domingo. Se escuchaban músicas tan diversas como el personal. El txistu y el tamboril de Patxi Zorrozua, de 81 años, acompañó en el desfile a las tres bailarinas y cinco bailarines de Itzartu Taldea, grupo dirigido por Fernando Cimadevilla. Sirats Askasibar acompañó al lehendakari Pradales en el desfile, igual que Haizea Ateka caminó junto a Iñigo Urkullu el año pasado. Los ocho de Itzartu bailaron una aplaudidísma Dantzari Dantza sobre el estrado.
En alguna parte sonaba el Furra-Furra a cargo de Txabariex, de Balmaseda. ”Somos la única fanfarria que viene todos los años”, se enorgulleció Koke Orrantia. Más allá, una pareja bailaba al son de la percusión y el saxo del grupo de Venezuela que interpetaba un merengue domicano. Eran de Barlovento y Cumaná, en la región de Sucre. Repiqueteaban panderetas y resoplaban trikis llamando a la jota. En la txosna de Nafarroa armaba la mundial el mariachi mexicano Pancho, vestido de charro, y llegado desde Zangoza. Cantaba ahora La Bamba y luego Xalbadoren heriotzean antes de una Guantanamera encadenada a Aitorpena de Hertzainak.
Aitor Eyeraguibel y su esposa tomaban un refrigerio en la txosna de Santurtzi. Nacieron en Rosario (Argentina) y viven en Hernani. Él es bisnieto de un Eyeraguibel que cruzó el charco desde Zuberoa, e hijo de otro que presidió la federación de casas vascas de Argentina. Aitor volvió a su origen en 2003.
Las hermanas Cristina y Cecilia Maho son de Bioko, una isla junto a Fernando Poo anexionada a Guinea Ecuatorial hace décadas. “Hemos sido independientes y queremos volver a serlo, por eso estamos aquí”, recalcaron.
Frente a la txosna del Araba Buru Batzar se dió una quedada de ‘nuevos vascos y vascas’ en la que se encontraban personas de Senegal, Ucrania, Guinea o el concejal gasteiztarra Lucho Royero, ingeniero agrónomo natural de Colombia.
Justo antes del acto político dio la hora del hamaiketako. Se poblaron las barras de quienes buscaban café, o sidra, y un talo. O florecieron mesas improvisadas llenas de vituallas. Como la de las tres generaciones de la familia de Loli Bilbao, de Gatika. “Tenemos tortilla, bacalao, carne con pimientos y las tartas que borda Jon Arteagoitia desde que se jubiló”, describió Loli. “¿Quieres?”.