El Parlamento Vasco ha vuelto a acoger este viernes un debate que se repite de manera recurrente desde finales de noviembre, desde que se conoció que Iñigo Urkullu no repetiría como candidato a lehendakari del PNV. EH Bildu, que se ve en la tesitura de tener que confrontar en la Cámara con un lehendakari que no será su rival en las urnas y parece deseosa de finiquitar esta etapa, no ha llegado a preguntar esta vez en qué día se celebrarán las elecciones vascas, pero de manera más sibilina sí ha pedido al jeltzale que explique cuáles serán sus criterios para decidir esa fecha. Todo apunta a que las elecciones serán en abril, aunque Urkullu no lo confirma. El lehendakari volvió a insistir en que aún queda trabajo por delante, aunque añadió como argumento que quiere dejar el “mejor legado” posible a su sucesor en Ajuria Enea, que el PNV espera que sea Imanol Pradales. 

Urkullu aseguró que quiere dejar aprobadas cuatro leyes (las de Infancia y Adolescencia, Cooperación al Desarrollo, Transición Energética y No Discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de las personas trans), y añadió que quiere que se transfieran tres competencias “antes de terminar la legislatura”. Esto supone que aspira a cerrar él mismo los acuerdos sobre los trenes de Cercanías, convalidación de títulos universitarios extranjeros, y segunda fase de acogida de refugiados. Urkullu parece que no quiere dejar ninguna hipoteca a su sucesor y quiere sentar las bases para que, a partir de ahí, el próximo lehendakari pueda dar un empujón para caminar hacia una nueva fase con nuevos retos. 

La aprobación de las leyes es vital para que no decaiga toda la tramitación avanzada hasta la fecha y no haya que empezar desde cero en la próxima legislatura. Eso no sucederá: la Ley de Transición Energética se aprobará en un pleno el jueves de la semana que viene, y el resto llegará en las próximas sesiones porque sus dictámenes ya han sido aprobados y solo les falta el último paso, la ratificación en pleno. Todas las leyes se han encarrilado con consensos que van más allá de la mayoría absoluta de PNV y PSE. En cuanto a las transferencias, la respuesta varía dependiendo de si se pregunta al Gobierno vasco o al español. El ministro Ángel Víctor Torres anunciaba esta semana una “próxima reunión” de la comisión bilateral (que más bien parecía referirse a la comisión permanente para abordar una metodología para el proceso, y no a una comisión mixta para firmar ya los tres traspasos), y el delegado Denis Itxaso anticipaba que el acuerdo sobre las tres transferencias urgentes tendría lugar este mismo mes. Pero la consejería de Autogobierno de Olatz Garamendi enfrió esas interpretaciones y aseguró que no está tan avanzado como se pretende hacer ver. En cualquier caso, en virtud del pacto de los socialistas con el PNV para la investidura de Sánchez, este punto no se puede demorar mucho más y tendría que cerrarse en torno a marzo.

El Guggenheim y el "lehendakari emérito"

Urkullu se preguntó qué problema puede generar no haber puesto ya la fecha de las elecciones, si en todas las sesiones se están debatiendo propuestas “importantes”, no solo del PNV y el PSE, sino también de la oposición. En relación con esta idea, recordó que ni siquiera puede estar bajo sospecha de utilizar el Parlamento para hacer precampaña, ya que no se presenta a la reelección. Por lo tanto, se preguntó cuál es el problema con que el Parlamento siga abierto. Urkullu trata de esquivar el ruido sobre las candidaturas, y este mismo viernes afrontó una pregunta que trataba de proyectar contradicciones entre su discurso y el de Pradales sobre la viabilidad del Guggenheim Urdaibai (“yo no he puesto nada en duda”, aclaró), y vio cómo el exlíder del PP, Carlos Iturgaiz, se refería a él como “lehendakari emérito”. Urkullu le lanzó entonces que él es “presidente emérito” del PP.

Nerea Kortajarena, desde Bildu, le dijo que “la fecha será la que tenga que ser”, pero pidió al menos al lehendakari que “aclare” las cosas porque “estamos en un cambio de ciclo, hay nuevos candidatos y candidatas, y están poniendo ya encima de la mesa sus propuestas”.

No sería un adelanto aunque la fecha fuera abril

Aunque Urkullu disolviera el Parlamento el martes (algo que no contempla) y situase las elecciones cerca del 5 de abril, cree que no sería un adelanto porque era la fecha que estaba prevista hace cuatro años y que dinamitó el covid. A partir de ahí, aseguró que cumplirá “la palabra dada” y fijará las elecciones con tres criterios: por un lado, cumplir los compromisos del programa y, en ese sentido, recordó que ya cuantificó 100 iniciativas que quiere dejar encarriladas; por otro lado, apostó por “dejar al próximo lehendakari y al próximo Gobierno el mejor legado posible”, un programa “cumplimentado”, con un amplio consenso de la Cámara, y con un “balance competencial ampliado” con tres transferencias más; y, por último, añadió que buscará “el momento que resulte más adecuado y beneficioso para nuestra sociedad”.

Sobre ese último punto, se mostró convencido de que “lo mejor para la sociedad es que, antes de terminar la legislatura, puedan quedar aprobadas leyes relevantes”, y citó las cuatro que están muy avanzadas. Urkullu terminó con un dardo a Bildu: “Sé que, haga lo que haga, tengo asegurada la crítica afilada de su partido”