Iñigo Urkullu ha pronunciado esta Nochevieja su último mensaje de fin de año como lehendakari, y lo ha dejado claro desde el mismo inicio. “Este mensaje no es uno más para mí, lo sabéis bien...”, ha comenzado dirigiéndose a la ciudadanía vasca. Así, su intervención ha servido por un lado para hacer balance de la situación de Euskadi desde que accedió al cargo en 2012, y para apuntar los retos principales a los que se enfrenta en una carrera de fondo en un entorno especialmente adverso.

El jefe del Ejecutivo vasco ha resumido que Euskadi ha sufrido una profunda transformación en esta década larga, y como consecuencia “está más cohesionada y preparada para hacer frente a los retos de futuro que seguro serán igual de complicados”. Ha avanzado que queda mucha tarea por hacer y ha situado el 2024, en el que aún debe poner fecha a unas elecciones autonómicas en las que no repetirá como candidato del PNV a lehendakari, como “un año de transición fundamental para situar Euskadi entre los países más desarrollados del mundo”. Los retos son exigentes y se cuenta con las herramientas adecuadas para hacerles frente, ha tranquilizado.

Iñigo Urkullu juró por primera vez el cargo como lehendakari en 2012 en la Casa de Juntas de Gernika. Y poco tiene que ver la Euskadi de entonces con la actual, una evolución azuzada por una carrera de obstáculos que nadie podía haber previsto. Este cambio ha sido posible “gracias al esfuerzo de todas y todos. Nuestra sociedad ha avanzado y ha dado pasos decisivos hacia el futuro”, ha afirmado.

Rebaja del paro

Cuatro son los ámbitos en los que se ha producido este salto hacia delante. En primer lugar el empleo, donde frente al paro superior al 16% del año 2012 ahora es inferior al 8%. Un “gran logro colectivo”, ha celebrado en su discurso, lo que ha atribuido a “las personas emprendedoras, autónomas, empresas, cooperativas, economía social y trabajadores; personas que invierten, innovan y abren nuevos mercados”.

El apartado de la paz y la convivencia es otra de las líneas maestras que han dirigido su acción de gobierno en Lehendakaritza. Un “reto anhelado”, ha dicho, que hubo que certificar y en el que se dieron los primeros pasos tras el anuncio del cese definitivo de la actividad armada realizado por ETA el 20 de octubre de 2011. Después llegó el anuncio de la disolución de todas sus estructuras, la entrega de las armas...

Se trataba, ha recordado el lehendakari, de “dejar atrás décadas de violencia y terrorismo, lograr la desaparición definitiva de ETA y avanzar en una memoria crítica, en la cultura del respeto, la paz y la convivencia”. Ha añadido que “nos queda la herida de las víctimas, a quienes recordamos cada día”, y cuando este año se ha cumplido el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo que propició una declaración institucional del Gobierno vasco el 5 de diciembre, ha recordado a “las víctimas inocentes fallecidas en Ucrania, Israel, Gaza”, etc. En este contexto, ha expresado su “más profunda preocupación por la falta de capacidad de la Unión Europea ante los conflictos armados internacionales, así como por el endurecimiento de las políticas migratorias”.

Medidas sociales

Si algo ha caracterizado la acción del Gobierno vasco en las últimas legislaturas ha sido el peso de las medidas sociales en sus sucesivos presupuestos. Así, la cohesión social ha sido el tercer pilar destacado por el jefe del Ejecutivo en su particular balance. “La capacidad de superar situaciones adversas y adaptarse al cambio, preservando la igualdad de oportunidades”, ha señalado. 

En el subtexto latían las movilizaciones sociales en Euskadi, que está a la cabeza del Estado en cuanto a huelgas y movilizaciones, una situación que, según ha asegurado el propio Urkullu y miembros de su gabinete, no se corresponde con la situación real de la CAV. En su discurso ha afirmado que “el contexto real de estos años”, que nadie esperaba, ha estado marcado por “crisis sucesivas, profundas y de impacto global”, consecuencia de “la crisis financiera de 2008, la pandemia, guerras, crisis de combustibles, de suministros, inflación, subida de los tipos de interés, mayor coste de la vida...”.

Unos desafíos especialmente exigentes frente a los que “hemos tenido la capacidad de adaptarnos” para “superarlos, sumando fuerzas y trabajando juntos”. Como resultado, “hoy Euskadi está en pie, más cohesionada y preparada para hacer frente a los retos de futuro”.

Esta respuesta ha sido posible además gracias al autogobierno vasco, que ha sido destacado por Ukullu como el cuarto pilar de la labor del Gobierno vasco en la última década, al tiempo que deberá marcar su acción de futuro. “Nuestro autogobierno ni está garantizado, ni ha tocado techo”, advierte. Por este motivo, por ser “nuestro bien común, la llave de nuestro bienestar”, ha llamado a “defenderlo y protegerlo, también ampliarlo y reforzarlo”. En la negociación de la investidura de Pedro Sánchez como presidente español, completar las transferencias pendientes a Euskadi ha sido la exigencia primordial del PNV, y en marzo se cumplirá el plazo acordado para recibir tres de ellas: las líneas de Cercanías de Renfe, parte de las políticas de atención de la migración y la homologación de titulaciones extranjeras.

Retos de futuro

Queda camino por recorrer y 2024 es un año de “transición fundamental” por acoger unas elecciones autonómicas en las que las listas del PNV han sufrido una “evolución” natural, tal y como lo define el presidente del EBB, Andoni Ortuzar. Entre los retos a afrontar, Urkullu ha citado la “transición tecnológica y digital con desafíos como la inteligencia artificial; la transición energética y medioambiental para responder al cambio climático; reforzar los servicios públicos esenciales, salud, educación, protección social, vivienda…”. 

También “responder al reto demográfico, avanzar en igualdad y atajar, de una vez por todas, la lacra de la violencia machista y el menosprecio a la dignidad de las personas”. Para ello se cuenta con “recursos para reforzar los servicios públicos, garantizar el sistema vasco de protección social, afianzar nuestro desarrollo económico y el empleo”. En definitiva, el “modelo de Desarrollo Humano Sostenible” que se erige en espina dorsal de la gestión de Urkullu y que queda como hoja de ruta para el futuro.