El hoy catedrático de Historia jubilado Josu Txueka tenía 17 años el 20 de diciembre de 1973 y, según confiesa, “ya estaba en muchos ajos políticos”. Paseaba por la calle Estafeta cuando le llegó la primera noticia. “Decían que Carrero Blanco había muerto en una explosión de gas en Madrid. Yo no sabía si era una vacilada. Pero al llegar al final de la calle, volvimos a oír la misma historia... la explosión de gas, la muerte del presidente del gobierno franquista. Ahí nos dimos cuenta de que había algo de verdad, que luego se confirmó con la propia información oficial o, algo más tarde, la rueda de prensa de ETA en Burdeos, que corroboró que era un atentado en toda regla”, recuerda.

Confiesa que en aquel momento no pensó en “un antes y un después”, pero sí tuvo claro que algo importante se estaba moviendo. Ya con la perspectiva del historiador, señala el contexto: “Estamos en una época, como fue el tardofraquismo, en que los estertores del régimen estaban visualizándose. Entonces, el que Carrero desapareciera sí que era un golpe muy importante para los posibles planes que pudiera tener la dictadura de prolongarse cuando muriera Franco”, apunta.

“Creo que ese inminente final se había empezado a interiorizar –prosigue– a partir de 1970, por ejemplo, con el Proceso de Burgos, ya con muchas movilizaciones, sobre todo en Euskadi, con mucho eco internacional y que ya anunciaba que esta dictadura iba a terminar. Pero ellos no estaban dispuestos a terminarla, y veían que era importante para la continuidad esta pieza que era Carrero Blanco”.

Sobre las muchas teorías de la conspiración que apuntan a que ETA recibió la ayuda de la CIA o, incluso, de la dejadez del régimen que, teóricamente, no veía bien a Carrero, recuerda un hecho que está en las hemerotecas: “En un trabajo que hicimos hace tiempo recogíamos una imagen del dictador en cuyo pie de foto se señalaba que era la única instantánea en la que aparecía Franco llorando. Eso nos hacía ver que para Franco había sido un golpe muy importante”.

Y a modo de conclusión, Josu Txueka remata: “Aquello aceleró la crisis de la dictadura y contribuyó a que el ‘atado y bien atado’ del dictador se desatara en parte... aunque luego terminaran atándolo y bien atándolo”.