Las guerras de nervios parecen no ir con Santos Cerdán (Milagro, 1969), que quita hierro a su continuidad como número 3 del PSOE. Cerdán es el hombre tranquilo, nada dado a engalanarse en un lucimiento vacuo. Admite que en los partidos, además de figuras mediáticas, “hay una labor detrás inmensa”, la de tener la organización “engrasada y en orden”.

Su aureola de hombre resistente, último reducto del sanchismo, se ha consolidado este mes de julio.

—Bueno, ha sido más el ruido que ha habido que otra cosa, yo en todo momento me he sentido respaldado por el secretario general y presidente. Sé que la prensa tiene que escribir todos los días, pero no ha habido nada que me hiciera pensar lo contrario.

Medios de comunicación muy diferentes fijaron la idea de que usted y Lastra mantenían desavenencias.

—No, yo con Adriana Lastra tengo una buena relación, la tenía y la sigo teniendo, y quienes me conocen saben que soy un hombre tranquilo; en todas las épocas ha habido ruido en las organizaciones políticas, y el PSOE es una formación viva y dinámica. Creo que son normales estas cosas, pero a mí nunca me ha interesado el ruido, del tipo que haya sido, y estoy en el trabajo, que es lo que yo sé hacer. Y entre el ruido y el trabajo me quedo con el trabajo.

La fuente, de primerísima mano, decía que había habido fricciones y que se habían exteriorizado.

—La fuente de primerísima mano soy yo, no lo que pueda decir un medio de comunicación.

Es la de una persona que habló con alguien del Gobierno.

—Pues lo desconozco. Ya le digo que mi relación con Adriana es y ha sido buena. En todas las organizaciones hay momentos de más o menos tensión. Vivimos en tiempos muy complejos, con desafíos extraordinarios, un ritmo vertiginoso... para dar respuestas eficaces hay que adaptarse a esa velocidad, y a veces puede producir alguna fricción, pero lo hemos solucionado siempre con el diálogo.

¿Le sorprendió su dimisión? ¿Le había comentado algo?

—No me sorprendió, conocíamos su situación personal, el embarazo, y ahora lo más importante es que guarde el reposo que tiene que guardar, llevar bien el embarazo y pasarlo lo mejor posible. Es lo más importante que tiene hoy día por delante.

“No es pareciéndose a la derecha ni uniéndose a ella como el PSOE será un partido ganador”, dijo Sánchez en 2017. ¿Eso sigue vigente?

—Claro que sigue vigente. Más que nunca. Lo hemos demostrado durante el tiempo que estamos en el Gobierno, cuatro años ya. El Partido Socialista es de izquierda, de centroizquierda, donde gobernamos siempre para la clase media y trabajadora, y ese es el objetivo. Nos hemos enfrentado a unas crisis tremendas, la pandemia y ahora con la guerra de Ucrania, con las consecuencias de la inflación, desde la izquierda y la socialdemocracia.

Tal vez por las encuestas, hay un clima de opinión reciente que da por herido de muerte a Pedro Sánchez.

—Yo sé que hay un clima que muchos medios de comunicación muy afines a la derecha y poderes económicos de este país están intentando hacer calar de que hay un cambio de ciclo. Un cambio que no se va a producir. Somos el Partido Socialista y tenemos una prioridad clara, que es la de ganar. Tenemos ganas de ganar, sabemos hacerlo, lo hemos hecho muchas veces. Somos el partido que lo ha hecho más veces, lo hicimos en 2019, en las diferentes elecciones que tuvimos, y estamos trabajando para hacerlo también en 2023. La gente elegirá entre dos modelos de enfrentarse a las diferentes crisis. Cada cual puede preguntarse qué habría sucedido si en vez del Partido Socialista o el Gobierno progresista hubiera estado otro. Podemos comparar cómo se enfrentó el Partido Popular a la crisis de 2008 y cómo nos hemos enfrentado nosotros a esta.

El último CIS o los resultados en Andalucía también alimentan ese clima de desgaste.

—Las encuestas te miden el momento actual, no lo que va a pasar dentro de un año ni te hacen futurología. Está claro que hemos vivido y estamos viviendo momentos complicados, y mucho voto progresista ha estado desanimado y no ha participado en Andalucía. Ese es el reto: demostrar a la gente que nosotros sabemos gobernar, que estamos gestionando la economía en crisis mejor que lo que hizo la derecha. A pesar de los recortes de crecimiento, seguimos siendo el país europeo que más va a crecer.

Si usted no hubiera seguido, el Gobierno de coalición en Navarra sería más complicado de reeditar un visto bueno en Madrid?

—No, no entiendo por qué. El Gobierno de Navarra y la presidenta María Chivite están haciendo un excelente trabajo. Eso lo está viendo no solo los ciudadanos y ciudadanas de Navarra, sino también a nivel nacional el partido en todos los territorios. Me hablan maravillas de la presidenta Chivite; costó explicar a todos los compañeros de partido que era necesario aquel movimiento, pero una vez que se hizo, todo el mundo lo ha entendido.

¿El entendimiento con Geroa Bai en Navarra y con el PNV en la CAV amasa una entente en el Congreso?

—Qué duda cabe de que el buen entendimiento en Navarra, en el País Vasco y en el Congreso, facilita. El PNV es un partido que da garantías al Partido Socialista. Estamos encantados de poder contar con ellos.

Mesa de diálogo con la Generalitat: La sensación entre mucha gente es que la sartén por le mango la tiene el Gobierno español.

—La mesa de diálogo no es un fin en sí mismo, es una herramienta al servicio de resolver los problemas, y los conflictos, un instrumento a favor del entendimiento.

Pero hay quien tiene más poder en esa mesa, y es el Gobierno español.

—Bueno, el Gobierno español tiene clara cuál es su agenda, y entiendo que el Gobierno de la Generalitat lo mismo. El diálogo es para acercar posturas. Renunciar al diálogo es renunciar a la política, como herramienta de progreso y transformación. Hay quien niega el diálogo como el Partido Popular y algún partido del propio Govern.

Las posibilidades son asimétricas...

—En una mesa de diálogo nadie gana. Quien quiere sentarse y ganar 10-0 con mala actitud va a sentarse. Lo que hay que hacer es dialogar, escucharse y acercar posturas, y donde podamos cerrar un acuerdo se cerrará un acuerdo, y donde no, habrá discrepancias que serán entendidas por unos y por otros.