DESDE antes incluso de la celebración de las elecciones a la Junta de Andalucía el pasado 19 de junio, se especuló con la posibilidad de que Pedro Sánchez llevara a cabo una crisis en su Gobierno con la que, tras un cambio de caras más o menos agresivo, capear un eventual mal resultado y afrontar con garantías el tramo final de su mandato. La debacle socialista en esos comicios se confirmó pero el presidente español esquiva por ahora sustituir a sus ministros; en su lugar, ha optado por acelerar la actividad de su gabinete con la prórroga del decreto anticrisis, la reactivación del diálogo con las instituciones catalanas o la resurrección de la Ley de Memoria Democrática, que será aprobada hoy en la Comisión Constitucional.

Sin embargo, y pese al balón de oxígeno extra que ha supuesto la cumbre de la OTAN celebrada la semana pasada en Madrid, a Sánchez le empiezan a llegar mal dadas por factores externos como la pertinaz crisis económica, que todo lo condiciona. En esta tesitura, fuentes socialistas citadas por Efe consideran que sería necesario contar con un “escudero” en el PSOE que frene las críticas que la oposición formula directamente a Sánchez, con el objetivo de evitar erosionar su imagen ante el nuevo ciclo electoral. El problema, según las mismas fuentes, radica en que Sánchez centraliza el poder tanto en el Gobierno como en el partido y no cuenta actualmente con representantes socialistas con proyección mediática que ejerzan de muro de contención, como ocurría con la anterior portavoz parlamentaria, Adriana Lastra.

Es el caso también de José Luis Ábalos, perfil de político de raza, a la antigua usanza, que no rehuía el combate cuerpo a cuerpo con la oposición y que afrontaba a pecho descubierto cualquier tipo de crítica o polémica. Tras haber ejercido como portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, secretario general del PSOE, ministro de Fomento y ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Ábalos salió en 2021 del organigrama del Gobierno de Sánchez, que desde entonces permanece huérfano de una figura de ese calibre que mantenga entretenida a los partidos de la oposición.

Crisis de Gobierno

No aguantan la comparación con Lastra o Ábalos los actuales miembros del Ejecutivo como la ministra portavoz, Isabel Rodríguez; el portavoz del PSOE en el Congreso, Héctor Gómez; o el portavoz de la Ejecutiva Federal de los socialistas, Felipe Sicilia. Todos ellos tienen un perfil más bien plano que contribuye a conceder un mayor protagonismo a Sánchez, tanto para bien como para mal.

En el PSOE dudan de que una nueva crisis de Gobierno con un relevo de ministros sirva para dar un impulso a la labor y la imagen del Ejecutivo, ya que podría ser interpretado como un síntoma de debilidad, pero consideran que hay que hacer algo tras la debacle andaluza. Algunas fuentes sugieren cambios menos agresivos, a modo de “cirugía fina”, pero que sirvan para renovar el partido y ponerlo a punto para enfrentarse al PP en las próximas citas con las urnas.

En el PSOE tienen claro que el PP sigue siendo su principal enemigo electoral, más aún en la coyuntura actual en la que el bipartidismo vuelve a ser tendencia por la caída en picado de C’s y la fragmentación de los partidos situados más a la izquierda de los socialistas.

Caballo de batalla

Los socialistas lamentan que el Gobierno de Sánchez no esté logrando rentabilizar las medidas anticrisis puestas en marcha. Esperan además que la crisis económica, que vinculan con la guerra de Ucrania, mejore en las próximas citas electorales: las autonómicas y municipales de mayo de 2023 y las generales, previstas para finales de ese año. La economía es el principal caballo de batalla del PP, que asegura ser el único partido capaz de solventar la crisis, y un motivo de alerta para los socios del PSOE en el Congreso como ERC, que ha advertido a Sánchez de que el alza de los precios puede llegar a “arrasar a cualquier gobierno”.