A guerra aérea se inauguró en el monte Bizkargi con el lanzamiento de 1.500 kilos de explosivo por los 22 Heinkel He46, Heinkel He51, Heinkel He45 y Aero A.101 de las Fuerzas Aéreas del Norte (FAN) escoltados por escuadrillas de Fiat Cr.32 de la Aviazione Legionaria. Era la mañana del 9 de mayo de 1937. A partir de entonces, se bombardeó casi a diario, lanzando cada vez mayores cantidades de bombas. El 14 de mayo la cantidad de explosivo lanzado sobre las posiciones de Bizkargi era ya de más de cuatro toneladas y el día 15, diez toneladas. Los Heinkel He70 del Grupo de reconocimiento A/88 y los Messerschmitt Bf.109 de la unidad J/88 de caza de la Legión Cóndor se unieron a los aparatos de las FAN, así como las baterías antiaéreas del Grupo F/88 que bombardearon la carretera entre Larrabetzu y Galdakao desde las alturas de Zornotza. A partir del día 14 de mayo, se unieron las tres escuadrillas de Junkers Ju52 de la unidad de bombardeo K/88 de la Legión Cóndor, que atacaron con 21 aparatos, lanzando un mínimo de 21 toneladas de explosivo sobre las posiciones de montaña. Pero, como se leía en Euzkadi, los ataques de los aparatos rebeldes también afectaban a la población civil: “Han estado ametrallando los aviones alemanes varios pueblos de nuestra retaguardia, que a lo largo del día padecen sus procedimientos criminales e inhumanos”.

El ataque del 15 de mayo tuvo a decir del reportero del rotativo Euzkadi “una violencia solamente comparable a la de las jornadas memorables de nuestros frentes”. La aviación favoreció la acción de la infantería “bombardeando las posiciones de Bizkargi durante todo el día”. Las tropas de tierra, partiendo de la cota 333, avanzaron hasta la parte de Zugastieta, rompiendo el flanco derecho de las líneas defensivas y practicaron una táctica envolvente. “La aviación facciosa arrojó metralla y bombas incendiarias a un pinar que ocupaban nuestros gudaris entre la cota 506 y Aldana-Goikoa, en Arene y Txabolondo”. El pinar ardió, y una vez más el ataque aéreo hizo posible el avance de las unidades rebeldes.

Bombardeos de Urkulu

Los bombardeos siguieron durante días. El reportero George L. Steer fue testigo del ataque del 22 de mayo: “Levantamos la vista hacia Urkulu, que se elevaba con la espalda apretada y angular sobre nosotros. Todo el lado que daba hacia nosotros estaba calcinado por la acción de la aviación alemana; los grandes parches cuadrados de pino que alguna vez se habían aferrado a sus lados estaban ahora secos, podridos, negros y grises, perforados aquí y allá por los pequeños anillos plateados donde las bombas incendiarias habían penetrado demasiado profundamente entre las empapadas ramas de los pinos. Había estado en tres de estos bombardeos en Urkulu, donde deseaban destruir las reservas vascas, sin saber, porque no lo aprendieron nunca, que solo en los días de gala usaban los vascos sus reservas. La imagen era de terror y belleza cuando las enormes lenguas de humo blanco se elevaban a nuestras espaldas y el misterioso velo de la guerra se había alzado a ambos lados de nosotros, disparado con fuego demasiado tenue para parecer dañino, demasiado abrigado para no alarmar. Y tosimos cuando el olor a resina llameante alada con cenizas pasó junto a nosotros y nos preguntamos si nos atraparían. Pero se calmó y no había sucedido nada más que eso: habían tostado la ladera de la montaña. Urkulu estaba pálido ahora, pero los vascos aún lo ocupaban”.

Los ataques se perpetuaron hasta los terribles bombardeos de los días 11 y 12 de junio. Tal como informó Steer, “fui a Urrusti, en el cinturón, alrededor de las nueve en punto del 11 de junio. El gran ataque comenzó entonces. El cielo estaba lleno de aviones. En el horizonte brillaban docenas de piezas de artillería. Los estallidos se sucedían y sacudieron todo el horizonte de Rigoitia y Morga, y sus rayos cayeron sobre la cresta de Urkulu justo en frente de nosotros. Todo se sacudió. Los aviones, Junkers Ju86, Junkers Ju52, Heinkel He111, Dornier Do17, Heinkel He51, Heinkel He45, Savoia SM.81, llenaron el aire con el taladro celestial de sus motores. De tres en tres pasaron sobre la cresta de Urkulu, arrojando bombas y ametrallando, sacudiendo, mordiendo y torturando la tierra; los grandes bombarderos, con un triste y deliberado sadismo, los cazas con más ruido y placer, como niños pequeños bailando y gritando alrededor de las exhibiciones más lentas y más monumentales propias de una procesión de carnaval. En la cresta de Errigoitia y Morga, el brillo de las armas continuó, mudo y fantasmal, detrás del estruendo y la desolación de Urkulu. A la aviación rebelde, sin oposición y descuidada ahora, no le importaba lo que hicieran”.

Y un día después, el 12 de junio, Steer volvió a describir el que a su juicio fue uno de los bombardeos más masivos de la guerra en Euskadi: “Los aviones pasaron sobre nosotros en formación de punta de flecha, no en el círculo religioso que habían dibujado ayer, sino en una cadena estrecha e interminable, girando rígidamente al final de la línea y tamborileando, casi rozando las alas de los unos con los otros. Trabajo sistemático; había, creo, cincuenta y cinco de ellos, casi todos bombarderos. Era mediodía y la artillería se había calentado a ochenta por minuto. Esta fue, hasta las batallas de Arxanda y Brunete, el bombardeo más pesado de la Guerra Civil. [...] Muy alemán. Los aviones arrojaron todas sus bombas secundarias sobre nosotros. Cayeron de par en par, silbando; entonces el suelo se tambaleó y la trinchera tosió polvo”.

Objetivos urbanos

Las zonas urbanas también sufrieron los bombardeos y ametrallamientos aéreos. El parte de las FAN indica que la escuadrilla 1-E-17 y una escuadrilla de Fiat Cr.32 de la Aviazione Legionaria salieron a las 17:45 del 13 de mayo bombardeando y ametrallando el barrio Erkinko de Larrabetzu. Según informó el departamento de defensa del Gobierno de Euskadi, tres aparatos de ataque a tierra habían volado sobre la zona, “ametrallando a las personas que ven por las carreteras. Se dedican, como de costumbre, a su labor de ensañamiento cruel. Y al cubrir sus ‘objetivos’ descienden bastante”.

Uno de esos Heinkel He51 fue derribado y su piloto, Hans Joachim Wandel, fue hecho prisionero. Pertenecía a la primera escuadrilla de la unidad de caza J/88 con base en Gazteiz. Había salido de Berlín hacia Italia el día 22 de abril y desde su llegada a Euskadi, en ocho días había intervenido en trece operaciones aéreas. El 25 de abril participó en el ataque a Durango y el 26 en el ataque a Gernika. Cuando fue derribado se encontraron pruebas entre su documentación que demostraban que en el momento de su derribo se hallaba, siguiendo órdenes, realizando un experimento para saber cuántas bajas podía realizar mediante el ametrallamiento aéreo a distintas alturas. Las víctimas eran por lo general civiles, ya que habían recibido órdenes de “ametrallar todo lo que se moviera”. Fue condenado a muerte por su participación en diversos bombardeos de terror, pero su condena fue conmutada (como las de todos los condenados a muerte) cuando el ministro de justicia Manuel Irujo decretó en mayo de 1937 el cese de las ejecuciones. Por orden de Jesús M. Leizaola, Wandel sería entregado -junto con otros 2.000 prisioneros de guerra- a las fuerzas rebeldes antes de la caída de Bilbao. l

“No había sucedido nada. Habían tostado la ladera de la montaña. Urkulu estaba pálido ahora, pero los vascos aún lo ocupaban”