Gasteiz - Desde que los monjes benedictinos llegaron a la localidad de Urt, en Iparralde, el 1 de septiembre de 1874, el monasterio de Belloc, en el que se instalaron un día más tarde, ha sido clave en la historia del pueblo vasco. Los monjes se dedicaron a la actividad misionera y a diversas causas solidarias hasta que, en 1902, el Gobierno francés liquida la orden y los benedictinos huyen a Olza, en Nafarroa, y a Idiazabal, en Gipuzkoa, de donde todos pasan a Lazkao. Allí se fundaría un nuevo monasterio hermanado con el de Belloc, al que regresaron los monjes hacia 1928, según explica la enciclopedia Auñamendi.

Poco después vendrían tiempos convulsos. El monasterio acogió a muchos refugiados de la Guerra Civil española, un gesto que ayer reconoció el lehendakari Urkullu con su visita, y sin solución de continuidad la abadía fue la última etapa en su camino hacia España de resistentes y pilotos aliados que enviaba al monasterio la red Orion. Esta actividad les costaría al abad, Jean-Gabriel Hondet; y al prior, Grégoire Joannateguy, pasar buena parte de la II Guerra Mundial en el campo de concentración de Dachau, del que ambos lograron salir vivos. Una vez finalizada la contienda, los monjes también ayudaron a pasar la muga a algunas personas más, en este caso colaboracionistas del régimen nazi a los que salvaron de una muerte probable.

Años más tarde, a partir de 1968, Belloc serviría de refugio para opositores al régimen de Franco y también a miembros de ETA. No en vano, en sus dependencias se había celebrado la I Asamblea de la organización, en 1962. Fue el primer contacto de ETA con parte del clero vasco, que tendría después su reflejo en Hegoalde en puntos como Loiola o Arantzazu.

Por otro lado, en el monasterio hermano de Lazkao, el fraile Juan José Aguirre recopiló durante años toda la documentación de temática vasca a la que tuvo acceso, lo que le llevó a archivar de los zutabes de ETA hasta propaganda electoral del PP, pasando por documentos de vascos exiliados en Sudamérica. - T. Díezs