El batallón del Ejército vasco que fue olvidado tras la guerra
La unidad número 78 Enlace y Transmisiones del Eusko Gudarostea es desconocida a pesar de jugar un papel crucial
PROTAGONIZARON un papel determinante en la Guerra Civil en Euskadi pero fueron olvidados. Eran soldados antifascistas del Ejército vasco del lehendakari Aguirre alistados en el Batallón número 78 del Eusko Gudarostea. Ni historiadores, periodistas y literatos les reivindican en su narrativa. Formaron orgullosos el Batallón Enlace y Transmisiones, que no debe confundirse con otro de iguales características llamado Alkartzeak, de afiliación jeltzale.
Esta unidad de Indautxu fue singular, única, porque los voluntarios que llegaban a alistarse para luchar ante los sublevados contra la República debían pasar un examen. Así lo atestigua Miquel Aguirre, escritor catalán y nieto del galdakoztarra Ignacio Domínguez Lago, uno de los gudaris de este batallón.
El escuadrón lo formaron personas de diferentes ideologías y al no pertenecer a unas siglas únicas y definidas quedaron en el silencio. Nadie ha puesto en valor su entrega, la de estos telefonistas, dibujantes, ciclistas, cocineros... que, además, arriesgaron su vida para abastecer de información al resto de batallones y a la jefatura del Gobierno Provisional de Euzkadi.
Lo reflexiona Miquel. “No es que hayamos perdido a un familiar sino a todo un batallón del Ejército vasco. Y querríamos, a través un auzolan, disipar la neblina que se cierne sobre este pedazo de nuestra historia”, trasmite desde Catalunya, al tiempo que pide colaboración a los lectores de DEIA que puedan tener información al respecto. “Que la desmemoria no envuelva más a este batallón”, reivindica.
El investigador José Antonio Urgoitia sí tiene en cuenta a esta unidad en su Crónica de la Guerra Civil 1936-1937 en la Euzkadi Peninsular, según facilitan desde Sabino Arana Fundazioa. El cuartel del 78 se situó en las Escuelas Elizalde con mandos como Salvador C. Bullón de comandante o el intendente Germán Garay.
La gestación del batallón fue para dotar a las unidades regulares y a las no nacionalistas de sus propias transmisiones. Luchaban de forma simultánea en lugares muy alejados. Hasta el 5 de mayo actuaron en muchos frentes. Dos ejemplos: Eibar y Amorebieta. El batallón 78 también estuvo presente en la defensa del Cinturón de Hierro. La tercera compañía fue la más castigada en Larrabetzu.
A finales de junio, el Enlaces y Transmisiones se estableció en Turtzioz hasta julio. David Marquínez ejercía de comandante. Caído el frente, sus efectivos fueron hechos presos en batallones de trabajadores, es decir, esclavos del nuevo régimen franquista. Fue el caso de Esteban Gorriti Uriarte, mecánico de Bilbao de la CNT que acabaría residiendo en Elorrio. El 9 de marzo se cumplirán 40 años de su muerte y sus descendientes no le oyeron hablar del cruel capítulo. Tras la batalla le aconsejaron cortar una pierna por la metralla recibida en el fragor de la contienda, pero dijo que prefería morir de gangrena a que se la amputaran. “Nuestra muñeca del brazo es más gorda que lo que le quedó a nuestro padre de pierna con piel”, evocan los hermanos Juan Esteban e Inés Gorriti, hijos también de Carmen Oñate, otra activista de la CNT entonces. Poco más saben: “Que estaba en Telefónica o telefonía -tenemos dudas- en Berriz y acabó preso en un campo de concentración de Almendralejo, Badajoz. Su hermano Enrique también era del Eusko Gudarostea, teniente del batallón Pablo Iglesias, y apresado por tratar de reorganizar el PSOE en Bilbao. Cada vez que venía Franco a Bilbao lo metían a Larrinaga. Del abuelo se nos quedó una frase de la época: No preguntes a la gente, que le obligas a mentir”.
El nieto de Ignacio Domínguez Lago tiene más datos de su familia. “El padrastro de mi padre sirvió en el 78. Mi padre me explicaba que el abuelo, desde el frente -estuvo por ejemplo en Otxandio-, les escribía cartas aconsejándoles como habían de afrontar los bombardeos. Y les sirvieron porqué su barrio de Galdakao, Olabarri, recibió fuertes castigos de la aviación fascista”.
Ignacio fue el segundo esposo de Emilia Cruz Ayarza. Había trabajado de empleado en la Compañía Telefónica, firma dada en la Dictadura de Primo de Rivera a la americana ATT con patente de corso para hacer y deshacer a su conveniencia a costa de los derechos y los salarios de los trabajadores.
El malestar estalló en 1931 después que los empleados esperasen algún gesto de los ejecutivos republicanos. La CNT lanzó un pulso a la República. “Mi abuelo estuvo entre los huelguistas y a pesar de su militancia comunista formó parte del sindicato anarquista. Pensado, quizás, que esa organización era la que mejor defendía sus derechos. Fueron semanas agitadas. También en Bilbao donde se registraron enfrentamientos con la policía, entre los propios trabajadores e incluso un tiroteo en la calle Somera”, evoca Miquel.
La huelga llevó a su abuelo al despido. En primavera de 1936 redactaron una carta en Mundo Obrero pidiendo a los comunistas del Congreso que intercedan por su situación. “Precisamente, algunos de los firmantes, y también mi abuelo, como antiguos trabajadores de Telefónica formarán parte del batallón de Enlaces y Transmisiones. Caso de Serrano, Encinas o Adán”.
En las nóminas cobraban pagas de 150 pesetas. La sección se dividía en dos apartados. El del tendido al cargo de los Guisado, Ayala, Quero, Alonso, Ibarreche, Martínez, Portugal, Ibáñez y Velasco. La otra sección se denomina Centrales: Sáez, Rey, Merino, Aldasoro, Gorriti y Martínez. A estos se sumaban el mecánico Herrera; un ayudante, Barrios, dos cocineros, Cortés y González; dos ciclistas, Majadas y Miquele, y un celador, “mi abuelo Ignacio”, completa Aguirre. También contaban con dibujantes, observadores... y otros soldados que hoy continúan olvidados.
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