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“Me basé en los tres adjetivos que para mí significan el ser vasco: la sencillez, la fuerza y la nobleza”

“Me basé en los tres adjetivos que para mí significan el ser vasco: la sencillez, la fuerza y la nobleza”

Bilbao - Era un joven arquitecto que se enfrentó al reto de llevar a buen puerto el diseño y la posterior construcción de un edificio tan emblemático desde el plano político como funcional para la tarea diaria del PNV. Sabin Etxea lleva impresa la firma de Koldo Eguren Zendoia, que un cuarto se siglo después repasa para DEIA lo que para él supuso aquel proyecto.

¿Qué recuerda del momento en el que recibió el encargo de diseñar la Sabin Etxea actual?

-El PNV convocó un concurso de arquitectura, apenas tres años después de que terminara la carrera. Durante esos tres años estuve más dedicado a la bodega de mis padres, ya que provengo de una familia de bodegueros de la Rioja Alavesa. Me presenté al concurso con mi primer proyecto y fue en diciembre de 1988 cuando me dijeron que lo había ganado. Nos pusimos manos a la obra tan rápido como pudimos.

Sería un encargo ilusionante pero lleno de responsabilidad.

-¡Imagínate! Hacer un edificio así, que en el plano más sentimental se ubica en el solar donde vivió Sabino Arana, y que desde el punto de vista más técnico había que dotarlo de seis sótanos hacia abajo y seis plantas hacia arriba. En mi vida había hecho nada semejante y tener un proyecto de semejante envergadura entre manos... Me temblaban las piernas, la verdad. Pero nos dijimos que había que tirar hacia adelante y contratamos a un aparejador con experiencia y a unos ingenieros que nos ayudaron a solventar los problemas más técnicos. Y también contamos con una empresa constructora que colaboró mucho en ese ámbito.

Además de una sede central que acogiera al PNV, había que construir estancias de muy diferentes usos. ¿Cómo se trataron de diseñar las dependencias?

-La verdad es que cuando me presenté al concurso no dijeron exactamente cómo debían de ser las estancias, su organización y demás. Me hice una composición de lugar que como vasco pensaba que tenía que tener el edificio que albergara al PNV. Tenía que albergar las esencias de lo vasco. Y me basé en tres adjetivos que para mí significa el ser vasco: la sencillez, la fuerza y la nobleza. Me dije, ¿con esos tres adjetivos, qué edificio hago para presentar a concurso? No me pusieron condiciones específicas. Creo que ellos mismos se dieron cuenta de que era un edificio rotundo pero humilde, que era capaz de reflejar lo que el nacionalismo vasco quería ser en el futuro. Coincidió que lo que yo planteé fue lo que ellos querían, por eso me eligieron, porque te aseguro que en aquella época no tenía ninguna influencia. Era un crío de 27 años que no había hecho nada de arquitectura, pero el jurado vio que ese diseño podría representar el futuro del partido.

Era un edificio vanguardista, quizá hasta rompedor para la época. ¿Se buscaba darle ese carácter?

-En el concurso planteé que fuera así. Planteé que estuviera adaptado al entorno y que transmitiera la sencillez, la fuerza y la nobleza. En el tema de los materiales quisimos transmitir fielmente la naturaleza, por lo que utilizamos piedra, hierro, madera y acero. Cada material tenía su por qué, representaba algunas cuestiones concretas y tenía su historia. Pero todos ellos permitían lo mismo: sencillez, fuerza y nobleza. No se eligieron al azar.

¿Cree que Sabin Etxea ha quedado arraigada con el paso del tiempo?

-Un edificio no puede ser una cosa anodina, sino que debe transmitir. Quería que fuera rotundo pero humilde. Lo que intentamos, y creo que con el tiempo se ha conseguido, es que la casa quedara arraigada en el espacio. El espacio que la envolvía, la presencia de los árboles y el entorno.... Que fuera como que siempre tendría que haber estado ahí. Pasados 25 años, la gente la ve como si hubiera estado ahí toda la vida. Eso lo conseguimos, nuestra pretensión no era hacer un edificio tipo Guggenheim, un edificio que hacer fluir todo a su alrededor, sino que se mimetizara.

¿Es Sabin Etxea un exponente del Bilbao que iniciaba su mutación urbanística para cambiar su tono gris por otro más modernista?

-Exactamente. Aquella era una época optimista. Veíamos que los anteriores a nosotros habían sido gente comprometida con su destino y que eso les hizo avanzar. Nosotros tratamos de actuar de igual manera. Mi idea en el concurso no era plantear ideas antiguas. No quería hacer un edificio al estilo del siglo XIX, sino avanzar. Tenía que haber ideas nuevas, porque las ideas son las que van dando pasos hacia adelante. Siempre digo que me siento muy identificado con los que han dirigido esta casa, porque van paso a paso. Dando pasos hacia adelante y planteando cosas positivas, construyendo y haciendo que la gente seamos mejores.

Se conservaron algunos elementos originales. Sería una especie de homenaje al pasado...

-Hay un dato verdaderamente curioso. El año 1960, que es cuando mandan tirar el antiguo edificio de Sabino Arana, parece que al mar, es el año que yo nazco. No sé si fue una especie de premonición... Y cuando arrancamos con el proyecto me dijeron que solamente se conservaba una balconera y dos piedras. Por supuesto que no los íbamos a tirar, sino que iban a formar parte del nuevo edificio. Queríamos que de alguna forma se viera que las ideas no se pueden hacer desaparecer con violencia, que tampoco pueden quedar en el olvido con violencia. Están, de alguna manera, como diciendo que continuamos aquí y que avanzaremos hacia adelante.

Su nombre queda ligado a Sabin Etxea para siempre. Eso le habrá marcado sobremanera.

-Estoy muy contento porque si pasas por al lado del edificio y te dicen que fue inaugurado hace un año, te lo crees. Se mantiene vivo, se mantiene actual aunque hayan pasado un cuarto de siglo. Los materiales se mantiene muy bien. ¿Qué es lo que veo? Que en el futuro, que tengo un par de nietos y tendré un tercero, cuando ellos sean más mayores me sentiré con el orgullo de poder enseñarles el edificio. Para mi fue un honor, pero también implicó que después no hiciera ninguna obra pública. Primero también por ese tema de la nobleza, que es por eso que hice ese edificio y no hiciera otro que pudiera implicar al encargado por la cosa pública. Me parece que es una cosa muy curiosa, que también habla de la nobleza de nuestro pueblo. Justo porque haces el edificio del PNV ya no construyes nada público para las instituciones donde gobierna ese partido. Pero es un compromiso que lo asumimos con cariño y no nos arrepentimos para nada de haberlo hecho.