Bilbao - A pesar de haber sido una de sus caras más reconocibles, Josep Antoni Duran i Lleida ya es historia en la política catalana. Con una Unió Democrática de Catalunya (UDC) a la que dirigió durante años con puño de hierro y lengua de seda desembocándose al abismo tras dos debacles electorales consecutivas, su líder dijo ayer adiós tras 29 años al frente de un timón que, a día de hoy, no encuentra su vía entre las fuertes corrientes que ha generado el proceso soberanista. Divorciado del exitoso matrimonio nacionalista formado en CiU con la CDC de Artur Mas y con una escisión reciente en su seno -Demòcrates-, su llamamiento a tender puentes con Madrid frente a las cada vez más fuertes pulsiones independentistas de los catalanes ha terminado por causar una honda mella en el partido. Y en su presidente del comité de gobierno, que en su retirada tampoco ocultó cuáles han sido las razones por las que la formación pasa por una travesía en el desierto.
“La noche del 20 de diciembre, en la calle Nápoles de Barcelona -sede central de Unió-, dije que asumiría responsabilidades”, resumió para explicar su adiós. “Es la hora de ser consecuente”. Pero es que la formación que comandaba ha acumulado dos batacazos electorales en apenas tres meses: el primero el 27-S, cuando por vez primera se quedó sin escaño en el Parlament. La confianza depositada en su personas por las bases de UDC, aún así, le hicieron presentarse “obligado” como candidato al Congreso. El electorado catalán volvió a darles la espalda en las elecciones del 20-D, sumando solo 65.000 votos. “Unió no ha conseguido representación ni en el Parc de la Ciutadella ni en San Jerónimo”, citó sin tapujos; si bien se mostró confiado en que la situación no sea “irreversible”. Sin embargo “no se entendería” que tras dos varapalos en las urnas “todo siguiera igual”.
Varios han sido los factores que han influido en la caída en picado de UDC. Rota la federación en forma de CiU que aupó al nacionalismo catalán mas moderado a sus mejores cotas -haciendo además que Duran i Lleida fuera el número dos y su voz en Madrid durante una década mientras Artur Mas se hacía con las riendas en Catalunya-, el proceso soberanista parece haber dejado sin un espacio político definido a la formación. Su apuesta por no romper amarras con España y la distancia marcada con el movimiento independentista que florecía sin cortapisas le fue restando apoyos en al ciudadanía. Para más inri sumó un escisión -Demòcrates, de clara tendencia secesionista-, con influyentes voces en su seno, tanto entre su militancia como entre algunos de sus principales responsables. Unió se resquebrajó, hasta el punto de que pesar de pensar que existía un espacio para UDC, las dos últimas contiendas en las urnas le llevaron a sumirse en su subsuelo electoral.
Duran i Lleida ya había dejado entrever su marcha tras las generales. Unió, por el contrario, abrió un periodo de reflexión, motivado sobre todo por los complicados derroteros por los que se iba internando un procés que amenazaba con desencallar. El acuerdo in extremis entre Junts Pel Si y la CUP parece haber clarificado el negro futuro del partido. En su cúpula ya no estará su representante histórico, quién incidió en que deja el cargo “con la conciencia muy tranquila”. En un principio todo apunta a que Ramón Espadaler -número dos- podría ser su nuevo máximo mandatario, aunque aún se desconoce el planning que activarán. Seguirá siendo un simple militante de UDC “hasta el final” de su vida, si bien nadie duda de que Duran i Lleida también será vigía de la política catalana. Siempre lo ha sido.