Bilbao - La insólita decisión de Mariano Rajoy de convocar las elecciones generales, que determinarán si repite como presidente español, a solo cuatro días de la cena de Nochebuena no tiene parangón. En medio de las fiestas de Navidad, en pleno trajín de compras, cenas con amigos y compañeros de trabajo, encuentros familiares, desplazamientos y ajetreadas jornadas en los parques infantiles. Todo ello regado de un alud de villancicos, luces navideñas, turrones y décimos de lotería. El domingo 20 de diciembre, el día de celebración de las elecciones, las calles y centros comerciales de la mayor parte de pueblos y ciudades -la excepción es Euskadi, pero ese es otro asunto- serán un hervidero de compradores en busca de regalos. Se trata de uno de los fines de semana más importantes de ventas del todo el año. La duda está en si en medio del bullicio festivo habrá tiempo, ganas y predisposición a depositar la papeleta en la urna.
Que Rajoy quería agotar la legislatura era cosa sabida. Pronto echó por tierra la posibilidad de convocar las elecciones en noviembre. También descartó el 13 de diciembre. La razón esgrimida por el presidente y candidato del PP es que si la llamada a las urnas fuera el día 13, la constitución del Congreso y Senado tendría que ser en medio de las vacaciones navideñas, antes de la festividad de Reyes; al ser el 20, hay plazo hasta el 14 de enero, justificaba Rajoy. Hoy finalmente, el presidente firmará el decreto de convocatoria de los comicios para el 20 de diciembre.
Estos apretadísimos plazos tienen origen en la determinación de Rajoy de usar una vez más su mayoría absoluta para aprobar antes de acabar octubre los Presupuestos Generales del Estado de 2016, una decisión inédita también en democracia: la de un gobierno que da el visto bueno a cinco Cuentas Públicas en los cuatro años de legislatura. Y una medida muy criticada por el resto de formaciones, que ven en la decisión de Rajoy la voluntad de imponer al gobierno que salga de las urnas unos Presupuestos diseñados por el PP, sea este el ganador o acabe por gobernar otra opción política, que se encontrará con un pastel presupuestario ya en vigor desde el próximo 1 de enero.
Desde la lógica de Rajoy, la aprobación de estas Cuentas dará “seguridad a los españoles, a los distintos agentes económicos y a los mercados”, pero lo cierto es que son la traslación del programa que el PP presentará el 20-D a los números de la Administración. Y para ello vende aumento del gasto, distanciándose así del sambenito de la austeridad y de los recortes que arrastra desde hace cuatro años.
Por muchas explicaciones que esgrima el PP, lo cierto es que situar unas elecciones a solo cuatro días de Nochebuena -y arrancar la campaña el mismo día del éxodo del puente festivo de la Inmaculada- es algo inédito en nuestro entorno. Nunca en la historia de los comicios en el Estado español se han convocado unas elecciones tan cerca de la Nochebuena. Hay un antecedente, pero que no es comparable: la convocatoria del referéndum para aprobar la Constitución el 6 de diciembre de 1978. Hay que ir a Sudamérica, donde en esas fechas es finales de primavera, para encontrar elecciones en diciembre, aunque tampoco tan pegadas a las jornadas festivas. Las elecciones generales en Chile o Bolivia suelen celebrarse en diciembre. También en Venezuela, donde se han convocado comicios parlamentarios para el próximo 6 de diciembre.
optimismo navideño Además de la explicación oficial del 20-D, La Moncloa ha dejado caer que la convocatoria de la proximidad navideña puede reforzar el optimismo de los ciudadanos. Para cuando se vote, muchas personas habrán cobrado la paga extra. Bolsillos calientes a los que se suman las contrataciones en el comercio y hostelería para la campaña navideña.
El profesor de Psicología de la Publicidad y del Marketing de la UPV/EHU Daniel Hermosilla precisa que la convocatoria del 20-D no puede estar motivada únicamente por la búsqueda de lo que denomina el “efecto navideño”, pero afirma que la elección en plena campaña de festejos no es baladí. Reconoce que “una cosa es lo que Rajoy puede pretender buscar con unas elecciones en vísperas de la Navidad y otra que lo consiga”. Pero los ejemplos de que con estas fechas se busca un efecto electoral se encadenan. El profesor en la Facultad de Psicología del campus donostiarra señala que, en previsión de que las elecciones hubieran sido en noviembre, ya este mes de octubre los empleados públicos del Estado han cobrado el 26% de la paga extra de Navidad suprimida en 2012, con la promesa además de que en enero recibirán el 50% que les faltaba. Los pensionistas percibirán la extra el 25 de noviembre junto a la nómina de diciembre, y en ese mes asalariados y funcionarios cobran la extra de Navidad de 2015.
Pero se buscan más efectos. Hermosilla reconoce que la Navidad “siempre ablanda el bolsillo” de los ciudadanos y las previsiones de compra se suelen superar. “En Navidad siempre estamos más dispuestos a gastar más de lo que tenemos”. Desde el PP se abundará además en “que las cosas van bien, que el crecimiento es mayor del que se preveía y que con eso es suficiente”. Una “parte importante” de la población creerá ese mensaje, sobre todo el consumidor medio, “cuyo perfil es más bien de centro tirando a la derecha”. Pero “está por ver si eso se traduce en votos”, acota.
El psicólogo no se atreve a precisar por qué nunca se han convocado elecciones en plena campaña navideña si el partido en el gobierno considera que es la fecha más propicia para sus intereses. “El hecho de que nunca se haya hecho puede multiplicar este efecto, hacer algo excepcional puede que tenga un efecto no contemplado”, asevera.
Perspectivas económicas Con independencia de que este efecto navideño acabe por favorecer o no las expectativas electorales de Rajoy, es bien sabido que este basará gran parte de su campaña en la recuperación económica, en la supuesta superación de la crisis y en la mejora de los indicadores económicos. Las cifras de la EPA de la pasada semana, que indican que el paro ha bajado de los cinco millones por primera vez en cuatro años, han sido moderadamente positivas para Rajoy, si bien noviembre es tradicionalmente un mal mes para el mercado laboral y cabe la posibilidad de que los datos de afiliación a la Seguridad Social que se darán a conocer a principios de diciembre no sean lo positivos que Rajoy querría. Para Mari Carmen Gallastegui, catedrática de Teoría Económica de la UPV, “convocar las elecciones en octubre o diciembre no supone grandes diferencias a efectos económicos”. A finales de año se elaboran las previsiones económicas para el siguiente ejercicio aunque suelen ser posteriores al 20 de diciembre. “En todo caso, serán previsiones optimistas porque no parece que en el horizonte internacional vaya a haber ninguna incidencia que indique que las cosas irán a peor, aunque de aquí a diciembre puede ocurrir cualquier cosa, ya que el mundo económico es muy incierto. El año no ha ido brillante, pero comparado con los anteriores ha estado bien, hemos empezado a respirar”, resume Gallastegui.
En todo caso, la economista comparte la opinión de Daniel Hermosilla de que el PP podría haber buscado en el 20-D la euforia de las Navidades. Pero reconoce que “lo primero” que pensó cuando supo la fecha es que “mucha gente no está en sus casas el 20 de diciembre y que es más difícil que la gente vote. La verdad es que la fecha me chocó, pensé qué querrían que no vaya mucha gente a votar”, confiesa.
Menos voto, más PP Precisamente es esta una de la claves para explicar la decisión de Rajoy, a juicio del politólogo navarro Juanjo Domínguez: “Creo que pretende desactivar el voto porque un índice de participación menor conviene al PP. El votante popular es el más fiel, por encima incluso que el socialista, y votará contra viento y marea, mientras que desactivando el voto muchos votantes de otros partidos no se molestarán en acudir a las urnas. El suelo electoral del PP es el mas alto”, incide. El CIS de julio corrobora el alto índice de fidelidad del votante del PP: el 57,8% de los votantes populares repetirían, un porcentaje que creció nueve puntos en solo tres meses. “El ambiente navideño y la publicidad harán que la gente no esté tan pendiente de los mensajes de la campaña y de las propias elecciones. Ante la avalancha de mensajes nos volvemos selectivos y atendemos solo a algunas ofertas. La Navidad es una distracción para los estímulos de los votantes, que están pensando más bien en las compras”, insiste. Concluye que “la clave para el PP puede estar en desactivar el voto pero atando a sus votantes fieles”.
Y para ello Rajoy echará mano de otros leitmotiv como la recuperación económica, el miedo a los extremismos o la cuestión catalana. Para Juanjo Domínguez lo sucedido en Catalunya ha influido también en la decisión de Rajoy de alargar al extremo la legislatura. Así, la debacle del PP en el 27-S le obliga a poner distancia con los resultados de las elecciones catalanas y, sobre todo, con Ciudadanos, que fue el vencedor absoluto entre las fuerzas no nacionalistas. “Mi hipótesis es que Rajoy tratará de que se vaya diluyendo el fenómeno Ciudadanos, y por otra parte vender en el resto del Estado que es el PP y no el partido de Albert Rivera el dique de contención de los soberanistas, porque está al mando del Gobierno y es el garante de la Constitución y de la unidad de España. Y para ello necesita tiempo, sobre todo para que los votantes hagan la digestión de las elecciones catalanas”.
Por el contrario, para Domínguez el factor efecto navideño puede estar contrarrestado por otro fenómeno negativo que se produce en estas fechas festivas, y que se traduce incluso en el aumento de la tasa de suicidios. “En esos días hay un porcentaje nada desdeñable de la población que está más nostálgica, más triste. Ese efecto de buen rollo no lo acabo de ver”, confiesa.